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112 d.C

Desembarco del Rey, tierras de la corona

Llegar al atardecer a Desembarco del Rey, era algo ya común para Daemon.

Desde Pentos hasta Desembarco era unos tres días volando, y traía muchos regalos para su familia. Sobretodo para su esposa, Daenaera. Llevaban ya trece años de casados, y sin duda, se sentía feliz. Su esposa lo dejaba ser como quisiera, y ella le dejaba hacer lo mismo.

También, necesitaba respirar de la corte, y de Otto Hightower. Y pese que se escribía con su esposa siempre, la echaba de menos. Fue una de esas cosas, por las que decidió volver.

Caraxes hizo un rugido, haciendo que el príncipe girara la cabeza. Ala de plata estaba en el aire, y podía ver a su hermana, que se había girado al escuchar el rugido de su dragón. Ambos se sonrieron, mientras iban volando hacia Pozodragón, pasando por la fortaleza roja.

Al llegar, ambos dragones tocaron tierra. Los Guardias estaban esperando, y no se mostraban sorprendidos por su llegada. Daemon se bajó, con su mochila llena de regalos para la familia.

—Tardaste poco en venir en cuanto te dije que había un torneo — bromeó su esposa, con un tono sarcástico. Daemon sonrió, besando a su esposa.

El alto Valyrio era su código secreto. Mientras hablaban nadie podía saber lo que estaban diciendo, de quién estaban hablando. Lo habían implantado desde niños, cuando querían hablar sobre algún tema importante. 

—He venido porque echo de menos a mi esposa — la mujer se rió, mientras le acariciaba sus rizos. — ¿Te encuentras bien? Mysaria me dijo.

— Solamente me mareo por el carruaje de los cojones — murmuró, enfadada — Viserys no me da otro caballo porque la mía está preñada. Hoy he cogido tu caballo, porque el muchacho Strong estaba ahí.

— Igualmente, llamaremos mañana al maestre Tariq para que te examine. — Su hermana iba a protestar, pero este movió la cabeza.

Ambos se subieron al caballo, para empezar la ruta hacia la fortaleza.

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Llegar a la fortaleza ya casi de noche, era una ventaja porque no había tanto protocolo como siempre. Daemon recibió un baño, que le vino de gran ayuda después de todo el camino en dragón.

Los pasos de Daenaera hicieron que moviera su cabeza, para ver qué la princesa se había quitado la ropa y unido a él en el baño. No pudo evitar sonreírle, más cuando ella colocó sus piernas hacia arriba.

— ¿Qué tal están las cosas por aquí? — preguntó, queriendo saber todo lo que había en su alcance.

— Otto metiéndose donde no le llaman, Aemma sufriendo el embarazo como siempre... — Su esposa hizo una mueca — creo que tu sobrina le gustan las mujeres....

— Déjame adivinar, Alicent Hightower, ya que nuestro hermano profesa mucha devoción por su padre — la mujer se rió —¿Y la prima? ¿Cómo está?

— Lleva un tiempo centrándose en el alto Valyrio de Laenor. Pero Laenor le gusta más la espada que estudiar. — Este sonrió. — Mysaria está haciéndome un recado, si te preguntas.

𝘓𝘢 𝘤𝘢𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora