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112 d.C
Desembarco del Rey.


Alicent se quedó observando el panorama. La nueva reina parecía que quería ser amiga de todas. Pero algo le decía a la joven que fuera prudente. También la mirada de Daenaera le dijo que tuviera cuidado. Rhaenyra estaba ahí, en silencio, parecía que no estaba muy contenta de que su padre se hubiera casado de nuevo. Era cierto, que Shiera de Lys era algo – o más – mayor que ella, aún así, era una mujer fértil, o eso habían vendido. Era siempre lo que se estimaba en las mujeres, a fin de cuentas: que pudieran tener un heredero.

Alicent miró de reojo a su prometida. Parecía que estaba analizando a la mujer de cabellos plateados con bastante detenimiento. La joven, sin embargo, quiso dejar que Daenaera fuera la que manejara la situación. La princesa Rhaenys también estaba en la mesa, mirando de reojo a su prima.

— Sé que esto es muy difícil para todas — la voz de la nueva reina era suave, tranquila — pero a fin de cuentas, quiero tener una buena relación con mi hijastra y con mis cuñadas, también con usted, Princesa Rhaenys. Es usted muy querida por su primo el rey.
— Sólo espero que se encuentre bien — contestó Rhaenys, como si quisiera quitar la piedra que le habían puesto en el tejado.
— ¿Cómo está el príncipe Rhaegar, Princesa Daenaera? Seguro que está creciendo rápido — preguntó la reina, mientras Daenaera movía levemente la cabeza.
— Está bien, gracias por preguntar, majestad — La voz de Daenaera era bastante apagada, incluso cansada. Alicent la miró de reojo, preocupada. — ¿Cómo se encuentra usted? Han debido ser días muy largos de celebración.
— La verdad es que estoy acostumbrada. Lys es un lugar de mucha celebración. — La mujer dió un sorbo de su té — ¿Alguna vez habéis estado?
— Si, se que celebráis y hacéis muchas fiestas. Sin duda, es algo digno de ver una vez en la vida — comentó la peliplateada, mientras Rhaenys se colocaba. Era su momento de hablar.
— Ya sabes, prima, en la familia también tenemos unas costumbres extrañas, a fin de cuentas, o eso dicen las otras casas. — Rhaenys la miró, como si la incitara a hablar. Alicent cogió aire.
— Supongo que es porque estamos más acostumbrados a la fé de los siete, que a los dioses Valyrios. — Empezó a decir — o a los antiguos dioses en el norte. A fin de cuentas, uno elige en que dios creer.
— Eso es cierto — Habló la reina, curiosa — Westeros está repleto de culturas distintas que conviven entre si. Sin duda, vuestro ancestro hizo un buen trabajo.
— No sólo Aegon. También sus hermanas  — replicó Daenaera, mientras hacía una leve sonrisa.

La conversación se volvió algo tensa, pero no pudo evitar pensar en que al menos, ella se había librado de aquel destino.

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— Esa muchacha está ahí puesta cómo un peón.

Alicent se giró hacia la princesa Rhaenys, mientras Daenaera suspiraba.

— Eso no hace falta que lo señales — comentó la princesa — No quiero pensar el destino que sufrirá. Se que está ahí por ambición de la casa Celtigar y que no les gusta Rhaenyra.
— Rhaenyra es la heredera hasta que haya varón — Rhaenys movió levemente su cabeza — como siempre pasa en este lugar.
—... Yo pienso que el rey no querrá cambiarlo — habló Alicent, haciendo que ambas la mirasen. — seguramente, por recuerdo a la reina Aemma.
— Un error que nos saldrá muy caro a todos. — habló su prometida, mientras se movía por aquellos interminables pasillos.
— Ya sabes que hubo un error antes y fue en el gran consejo de Harrenhal. — apuntó Rhaenys.

Hubo un gran silencio. Daenaera hizo un gruñido, mientras se ponía algo mejor. Parecía, que estar en desembarco no le hacía bastante bien. Parecía más decaída, más triste. Tampoco es que Daemon estuviera ahí para ayudarla a descifrar que ocurría en concreto.

—... Ya sabes que al abuelo no se le podía objetar nada. — murmuró Rhaenys. Parecía que la sombra del rey Jahaerys seguía presente.
— Al menos, si acertó en nuestros  matrimonios — Habló, mientras suspiraba. — En otros, no tanto.
— ¿A qué te refieres con eso? — preguntó entonces su prima, sin entender.
— Oh vamos, todos sabemos que Aemma quisó mucho a Viserys, pero nunca fue feliz. Fue obligada a encamarse todas las noches, embarazarse muchas veces en pos del ansiado heredero que mi hermano sueña en sus profecías — Daenaera cogió aire — pero a fin de cuentas, los sueños son difíciles de interpretar. Los sueños, normalmente en la sangre Targaryen, nunca son buenos. Y nunca lo serán.

Hubo un breve silencio entre las tres, haciendo que Daenaera se adelantará, haciendo que Alicent la mirara con preocupación.

— Mi prima siempre fue alguien que le cuesta decir lo que siente, Lady Alicent — Alicent giró su rostro a la princesa Rhaenys, mientras escuchaba su consejo — debes dejarle su espacio, pero también ser su pilar. Mi primo Daemon es alguien incontrolable que le gusta mucho la libertad. "La sangre del dragón", la llaman. Daenaera también la tiene, eso no hay duda, pero ella nunca estuvo tan consentida como la princesa Rhaenyra. Sabe lo que hace. Y porqué lo hace. Mi consejo, es que te conviertas en su verdadera amiga.
— Siempre le agradeceré la mano que me tendió la princesa Daenaera, princesa Rhaenys — murmuró Alicent, con una leve sonrisa — siempre pensé que mi destino era casarme con alguien apuntado por mi padre y ser la esposa que siempre debía ser. Pero... Estoy encontrando una libertad que no tenía y lo agradezco.
— También la muerte de tu padre, la mano, que en paz descanse, ayudó — sonrió la princesa — Bueno, me marcho a seguir con la educación de mis hijos.
— Qué tenga buena tarde, princesa Rhaenys

La joven hizo una reverencia, mientras la mujer se marchaba. Alicent decidió buscar a Daenaera, andando por aquellos pasillos y pensando en donde debía estar.

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El silencio del jardín del árbol de los dioses hacía que no pudiera evitar recordar momentos de su infancia — que no la había dejado mucho tiempo atrás. En los que Rhaenyra y ella jugaban hasta la noche, en la que se escondían de sus padres y a fin de cuentas, no sabía nada de lo que era el mundo adulto.

Pudo ver a Daenaera hablando con alguien, parecía ser alguna de alguna casa noble. Pero le alivió que pudiera localizarla. Desde su discusión con Rhaenyra, ya es que no tenía muchos amigos en la corte. Esta se sentó, en silencio, casi buscando las respuestas de las miles de preguntas que tenía en su cabeza, difíciles de resolver.

— ¿Os interrumpo, Lady Alicent? — la joven giró su cabeza, haciendo una sonrisa.
—Ser Criston — le saludó — pensaba que estaría con la princesa.
— He sido destituido. Ahora protegeré a la princesa Daenaera y a usted
— Es un honor
— El honor es mío, mi Lady
— Veo que al fin le han destituido — la voz de la princesa Daenaera hizo que ambos levantarán el rostro. — Tu hermano está por aquí, por si lo quieres ver, querida.
— ... De acuerdo — Alicent sabía, que aquello era una excusa para que pudieran hablar la princesa como el caballero a solas. Esperaba saber la conversación después.

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Hola a todos, soy Carol.
Después de miles de trabas (mi internet, mi vida, y sobretodo Wattpad) aquí tenéis un nuevo capítulo. Siento mucho haber tardado tanto.
Seguramente, el ritmos de publicación de esta historia estará entre cada dos semanas (no puedo decir exacto, cuando termine los estudios en verano tendré algo más de tiempo).
Nos vemos pronto!

𝘓𝘢 𝘤𝘢𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora