T h i r t e e n;

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112 d.C

Desembarco del rey, tierras de la corona.

Nunca pensó, que un parto fuera tan difícil y tan doloroso. Pero gracias a las catorce flamas, dio a luz lo que el rey tanto ansiaba: un heredero varón. Su esposo lo llamó Aegon, en honor a su hermano fallecido y a su ancestro el conquistador. Una buena premisa de lo que le esperaba a aquel pequeño bebé en el futuro. El futuro rey de los siete reinos.

- Has hecho bien, Shaena - la mujer levantó su rostro para ver a quien era su padre.

Balerion Celtigar era un hijo menor de la casa Celtigar, aquel que la había criado en Lys y le había enseñado su camino: desde como fingir ser devota de los siete, etiqueta, y sobre todo, seducción. Aunque su madre también le había enseñado el camino también a través de sus hechizos, sus hierbas. El plan de su padre era sencillo, y había sido educada para ello. Ella seguía sus ordenes; además de sus deseos propios. Ahora era la reina, podía tener todo a su alcance. Ya no tenía que preocuparse de las miradas de todos. O al menos, casi todos.

- Gracias, padre - contestó, mientras acunaba a su hijo. Su preciado hijo.
- Debes cuidarte bien para la cuarentena. Sabes que pronto tendrás que atender de nuevo al rey en el lecho.
- Lo sé - Shaena tragó saliva.

Sus relaciones íntimas con su ahora esposo no eran del todo placenteras para ella. Siempre olían a alcohol, y eran centrados en su placer. Pero ella tenía que cumplir con sus deberes de esposa. Y con lo que su madre le dijo en su día.

Que su cuerpo, pertenecería al dragón.

- Debes seguir afianzando tu posición en la corte.
- Lo sé - habló la reina, mientras levantaba la cabeza - ¿Cómo está Rhaegor?
- Va a volver pronto de Pentos. Seguramente estará feliz de que su hermana haya conseguido un buen matrimonio - La mujer sonrió levemente. - ...
- Lo sé, padre. El tiempo hará su función.

Ambos se quedaron en silencio, mientras contemplaban el futuro de los siete reinos.

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- Te agradezco que vengas a ver a tu hermano, Rhaenyra.

La joven no dijo nada, simplemente se quedó mirando lo que parecía que era su nuevo enemigo. Shaena se quedó entonces en silencio, mientras la princesa heredera se quedaba mirando a su bebé. Se le notaba en su rostro que tenía sentimientos encontrados. Y era normal. Ese bebé iba a quitarle su puesto cuando fuera mayor.

Sin embargo, ella debía actuar. Hacer que le cayera bien. Sabía lo que era perder una madre, en ello estaba siendo comprensiva. En otra, no podía soportar a esta niña mimada que era la princesa. Sin embargo, debía mantener las apariencias. Ella debía ser la madrastra de aquella adolescente que estaba empezando a convertirse en una mujer. Ser la madre, entre muchas comillas, para ella.

Aunque eso fuera un martirio para ella. Pero su plan era coger la confianza de los Targaryen (Bueno, del príncipe canalla y de su esposa, era muy difícil) pero Rhaenyra aún era joven. Podía hacerlo a su manera.

- Sé lo que estás pensando - la joven giró levemente el rostro para ver a la reina - Crees que Aegon será tu reemplazo. Pero yo creo que tu padre no te quiere reemplazar, Rhaenyra.

- ¿Y cómo sabes tú eso? - preguntó la princesa, con aquel tono impertinente.

Algún día iba a darle una cachetada.

- Hemos hablado de eso. - Hizo una mueca. - y yo le he insistido en que no hace falta que cambie la sucesión. Ya eres una princesa ejemplar y el pueblo te quiere.

𝘓𝘢 𝘤𝘢𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora