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112 d.C

Rocadragón, tierras de la corona

Castillo de Rocadragón

Daemon creía que la hija de Otto sería igual o peor que él. Pero era todo lo contrario – o más bien, aún no tenía ambición ni había entrado al juego como tal – y eso le sorprendió. No era de extrañar, que a Daenaera le llamara su atención. Era alguien a quien podía convertir en alguien capaz de jugar al juego.

Era culta, mucho más que las mujeres de su época. Le gustaba la historia, la literatura y el arte, pero también estaba interesada en las espadas y en los dragones - aunque venía que tenía miedo, cosa que era normal. La pelirroja pasaba tardes hablando con Nae sin que esta tuviera que escusarse, mientras cuidaban a Rhaegar mientras el se marchaba a buscar huevos de dragón, o entrenar. Tampoco quería intimidar mucho a la muchacha, porque lo notaba, a fin de cuentas. 

Aquella tarde se hacía silenciosa en Rocadragón. Era como si algo malo fuera a ocurrir. Su intuición de dragón se lo decía. 

- Alteza - el hombre se giró para ver que era el hombre que casi siempre acompañaba a lady Alicent - Tengo que comunicarle algo, aunque ya se lo he comunicado a Lady Alicent. 

- Di - dijo el príncipe, mirandolo. 

- La mano del rey, Ser Otto Hightower, ha muerto asesinado, alteza - Daemon se giró, sorprendido a aquella noticia. - No le he dicho los detalles a Lady Alicent, por supuesto. Están llevando una investigación. El rey me ha dicho que vendrá en unos días. Quiere discutir de algo con usted.

El príncipe asintió, mientras el caballero se marchaba. ¿Cómo había podido morir esa serpiente de Otto? y lo que es peor aún, ¿Cómo no lo había hecho el?

Las pisadas de su esposa hicieron que se girara, que tenía una cara de pocos amigos. Odiaba que le movieran los planes, pero así siempre era más divertido, en su opinión.

- Sospecho que no sólo nosotros odiaba a Otto - empezó a decirle, mientras Daenaera llegaba hasta él. - Comunica a Mysaria si puede saber algo al respecto.

- Bien. Parece que se han adelantado a nuestros planes - Daemon hizo una mueca - No era mi intención matar a Otto tan pronto, aun así. Quería que sufriera.

- Quien lo ha hecho es alguien inexperto, sin duda. - murmuró Daemon, moviéndose mientras se movía a la chimenea. - ... ¿Deberíamos ir a verla?

- Debemos. A fin de cuentas, no quiero que se case con Viserys - Daemon giró levemente su cabeza - y parece ser que estas curioso en conocerla. Algo me dice que no tiene apenas sangre Hightower, y si la tiene, aún no ha sacado su potencial. 

Daemon no dijo nada más, simplemente se fue andando hacia la habitación de la muchacha, con ella detrás. 

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Daemon bajó de Caraxes, aún asimilando que tenía que hablar con Viserys para pedirle la mano de Alicent y así, que no se casara. Mejor que tuviera sus hijos, a los de su hermano. 

Cuando llegó, pudo ver a su hermano con su hijo. Sin duda, algo que siempre había anhelado, pero nunca podría obtener. Al menos, de la persona que amaba.

𝘓𝘢 𝘤𝘢𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora