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112 d.C

Rocadragón, Tierras de la Corona

— Esto es inusual — comentó la princesa, mientras miraba de arriba a abajo al mensajero. — Si que Mysaria está ocupada últimamente. 

— Quiere que le mande grandes afectos, alteza — el mensajero le dió el papel, para hacer una reverencia y marcharse. 

Daenaera se quedó mirando la nota. Eran las pruebas que necesitaba para convencer a Daemon de que Alicent era una buena candidata para jugar al juego. Todo era cuestión de si ella aceptaba que, en efecto, ya nada era como antes. Su amistad con su sobrina se había roto, y más cuando tenga que decirle la verdad, y jugar con aquellas cartas. 

— Si que sabías jugar al juego, Otto — murmuró esta, aún mirando todas las pruebas.  

— Alteza — la peliplateada levantó la mirada, para ver que se trataba de Seraphina. — Lady Alicent está aquí con Ser Criston. Quieren hablar con usted. 

La mujer movió la mano levemente, haciendo que la mujer hiciera una reverencia y fuera a recivir a los que estaban detrás de la puerta. Daenaera dejó los papeles a un lado, escondidos para que no se vieran. Cuando se abrió la puerta, la princesa sonrió a la pelirroja. Ambos hicieron una reverencia, mientras ella levantaba la mano. 

— No es necesario — Daenera bajó la mano — Dime, ¿Qué ocurre?

Alicent miró a Ser Criston, que le dió un asentimiento. Parecía que quería que el caballero juramentado de su sobrina quería decirle algo importante. 

— Verá, alteza... estoy aquí a ordenes de la princesa Rhaenyra. Quiere que vigile los movimientos de Lady Alicent, y si es preciso, acabar con su vida. — Daenaera alzó la ceja — Yo... no puedo, alteza. Por favor, tenga piedad. 

— ¿Te ha dado un motivo? — el hombre miró a la princesa — ¿Teme que sea una amenaza?

— Así es, alteza. Cree que puede perjudicarla en el futuro, al igual que usted. 

— Huh. Esta chiquilla nació ayer — contestó, mientras cogía el vaso de vino y bebía un sorbo. — Si no se cubre bien las espaldas, no tendría que estar organizando asesinatos y obligando a pobres caballeros juramentados. Gracias por decirlo, Ser Criston. Hablaré con mi hermano para que puedas quedarte con nosotros, si es lo que deseas. 

— ... me lo pensaré 

Daenaera asintió levemente, mientras movía la mano para que este hiciera una reverencia y se marchara. Alicent hizo una mueca, mientras la princesa se quedaba pensativa y volviendo a reunir las piezas de su tablero. Luego, movió la mano para que la pelirroja se sentara, cosa que hizo. La princesa se movió levemente, mientras suspiraba. Esperaba que aquello uno de los muchos puntos de inflexión que quería que tuviera aquella muchacha. 

— Busqué lo que me pediste — Daenera mostró los documentos, mientras Alicent se quedaba en silencio y observaba con detenimiento. 

La joven solamente pudo quedarse en silencio. La verdad era atronadora, pero contundente: Ella era parte Targaryen, y que había vivido toda una vida de mentiras y engaños por parte de Otto Hightower, su padre. Por lo tanto, su hermano en realidad, era su medio hermano. 

— Altezas, una carta de su majestad el rey — aquello la sorprendió. 

Pero lo que le sorprendió más, fue que era una invitación de boda. Su boda.  Con Shanea de Lys.

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Marcaderiva, tierras de la corona

𝘓𝘢 𝘤𝘢𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora