Ten;(+18)

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112 d.C

Desembarco del rey

El jardín era algo que no podía soportar con la nueva reina en auge. Porque ella veía injusto que su hermano se hubiera casado con otra, sin tener ningún respeto a su esposa Aemma.

Pero que cojones, se dijo a si misma, mientras miraba el panorama desde la silla. Viserys es un estúpido que se ancló en las tradiciones Westerosi.

Era cierto, que controlar siete reinos no sería nada sencillo para sus ancestros, Aegon el conquistador y sus hermanas, Visenya y Rhaenys. Y más con aquellas tradiciones tan cerradas que tenía la fé de los siete - pese a que la practicaba, empezó a pensar después de tantos abortos que no tenía sentido que los dioses los odiasen tanto. Todo parecía control de los maestres para quitar a los Targaryen del medio.

Por no decir que los Celtigar buscaban una manera rápida de seguir en el poder. Y lo habían conseguido.

La reina estaba hablando con uno de los hijos de la mano del rey, Ser Larys Strong. Parecía que no tenía amigos y estaba sola en la corte.

Sus ojos se posaron en Rhaenyra, que estaba mirando y analizando como ella. No pudo evitar suspirar. La cosa estaba dividida en tres bandos, y había escuchado sobre negros, rojos y dorados. Ellos eran los rojos, parecía ser.

- Ah, Rhaenyra - pudo notar como Serenei intentó hablar con su hijastra, sin ningún éxito. Ser Larys se había marchado, y de nuevo se quedó todo en silencio.
- Dale tiempo, majestad - habló Daenaera, haciendo que la reina se girara - Tiene que acostumbrarse.
- Eso espero...

Oh. Otra inocente más en el juego de tronos.

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- Debo decir que Ser Criston ha conseguido ser una pieza fiel - La peliplateada abrió levemente sus ojos - y bueno, Lady Alicent también.
- Hay que seguir instruyendola en el juego. Deberías dejar de encamarte con ella. La vas a dejar preñada.
- No puedo evitarlo - Daemon volvió a pegarse a ella, haciendo que se le notara el bulto que tenía entre las piernas. - mi dragón interior sólo quiere esto. Ya lo sabes muy bien.
- Por poco padre no se murió cuando se enteró - Daenaera sintió el beso de su esposo en sus labios. - Habernos encamado antes del matrimonio.
- Nosotros somos Valyrios, no Westerosi, esposa - las manos de Daemon recorrieron sus hombros, dejando sus hombros al descubierto. - podemos tener hijos cuando queramos, tantos esposos como queramos. Nuestros ancestros ganaron con dragones, sangre y fuego.
- Sin embargo, nos vamos a casar con una Westerosi
- Que tiene parte Targaryen - Daemon entró dentro de ella, haciendo que jadeara de sorpresa. Notó como este hacia un suspiro entre los dientes - hay que educarla. A ella y a todos los de poniente.
- Ah... ¿Y como piensas hacer eso?

Daemon no contestó, si no que empezó a moverse, haciendo que ella temblara en aquellos pasadizos hechos por Maegor el cruel. Medio desnudos, ella sujetándose de la pared. Se mordió el labio, mientras sentía que su esposo se movía necesitado, como si hubiera pensado o visto algo que hizo que la llamara a posta para esto. Este se acercó a su oído.

- Con sangre y fuego, esposa. Cuando tengamos el trono, no tendremos piedad de nadie. Ni siquiera de los Hightower. Otto pagará lo que nos hizo desde la ultratumba. Tendré los hijos con su hija que el no desearía. Haré que su hija no sea como el querría. La convertiremos en algo mejor - hizo un gruñido, moviendose algo más fuerte. - oh Nae... Cuantas ganas tenía de follarte así...

Daenaera gimió, sintiendo el cuerpo de su esposo más pegado a ella, con la respiración entre cortada. Ella sabía que era aquellos pequeños detalles, que mostraban la lealtad del príncipe canalla. Le tiro de sus cabellos largos, indicándole que quería mas. En respuesta, le dio un beso bastante apasionado, moviéndose al gusto que sabía que a ella le gustaba.

𝘓𝘢 𝘤𝘢𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora