DÍA 1 - noche

211 19 0
                                    

- ¡Debo estar en el paraíso! - exclamó Itto al entrar en el jardín, y antes de que nadie pudiera añadir algo más se fue corriendo a servirse un vaso de ponche. 

- ¡Este lugar es preciso! - se asombró Yoimiya mientras daba vueltas sobre sí misma para observar todo el lugar.

- Gracias, me alegro que sea de vuestro agrado - sonrió Ayaka algo avergonzada.

- Claro, serviros lo que queráis - dijo Ayato con un pastelito de frambuesa en la mano.

- Waka, ¿Sayu sigue en el salón dormida? - le preguntó Thoma en tono bajo.

- Creo que sí, pero déjala dormir, no vas a poder levantarla de todas formas - rio.

- Vale, pero voy a buscar algo para taparla que está refrescando.

- De acuerdo.

Dicho esto Thoma salió por la puerta. Ayaka acabó logrando entablar conversación con Kazuha. Era muy fácil hablar con él y le hacía sentirse segura, después de todo ambos venían de buenas familias y había muchas cosas en las que se entendían. Yoimiya y Shinobu se la pasaron riéndose de cualquier cosa, Ayaka no sabía que se llevaran tan bien, se divertían molestando a Itto y bromeando constantemente. Mientras, Thoma, Itto y Ayato habían organizado una batalla de escaradiablos. El de visión pyro llevaba las cuentas mientras los otros dos despotricaban contra el contrario completamente absortos en la batalla.

La noche se había hecho amena y Ayaka la había disfrutado mucho más de lo que imaginaba. Había acabado haciendo buenas migas con Shinobu y junto a Yoimiya se lo habían pasado genial. Mientras, Kazuha y Thoma trataban en vano de separar a Itto y Ayato para que no se mataran. Sobre medianoche se fueron los invitados y los Kamisato se dirigieron cada uno a su habitación. Ayaka estaba a punto de entrar en la suya cuando su hermano a detuvo un momento.

- Ayaka - le sonrió - no sabía si podría estar esta tarde así que le había dado a Thoma mi regalo para que te lo diera de mi parte, pero bueno, al final si que he podido asistir por suerte.

- Ayato en serio que no hacen falta regalos… eres el mejor hermano del mundo y eso es de sobras suficiente.

- Oh - Ayato sonrió tiernamente - tu también eres la mejor, hermanita, y sé que lograrás grandes cosas.

La chica sonrió y ambos se abrazaron. Normalmente ambos estaban tan ocupados que había días que apenas se veían y no solían tener tiempo a hablar de esa manera. Tras ese abrazo recordaron cuánto se echaban de menos el uno al otro.

- Bueno, ten, me alegra poder dártelo yo mimo - Ayato le tendió una cajita de terciopelo a su hermana.

- Gracias… 

Ayaka la tomó entre sus manos con curiosidad. Al abrirla encontró un colgante con forma de orquídea de color celeste. Pesaba un poco a pesar de su tamaño, probando su buena calidad pues era de plata. La pequeña cadenita que lo sujetaba era del mismo material.

- Es… es precioso - dijo Ayaka asombrada mientras le daba vueltas al colgante. Rodeó su cuello con la cadena y lo abrochó.

- Te queda precioso - sonrió su hermano - ese colgante era de mamá

- ¿En serio?

- Si… sé que quería que lo heredaras cuando tuvieras dieciocho, te pareces un montón a ella.

- Vaya… - Ayaka sonrió mientras palpaba el colgante en su cuello - no solemos hablar de mamá y papá.

- Lo sé, es cierto que tu no los llegaste a conocer tanto, eran buenas personas, pero nunca fueron muy cercanos, ¿sabes? Siempre tenían tanto trabajo…

- Pues como nosotros - suspiró la chica.

- Lo sé… No quiero convertirme en padre - admitió Ayato, esa confesión hizo que a su hermana le diera un vuelco el corazón. - ¿pero que otra opción tengo? No puedo dejar los asuntos sin atender.

- No es tu culpa Ayato, poco a poco - lo animó - juntos

- Eso, juntos.

Ambos Kamisato se sonrieron. El chico le revolvió el pelo a su hermana, sin creerse del todo lo rápido que había crecido ella… y todo lo que había madurado… 

- Bueno, es hora de dormir que mañana hay que madrugar - le dijo Ayato con una sonrisa.

- Eso eso - ella sonrió - gracias por el regalo, lo llevaré siempre.

Los hermanos se dieron un último abrazo de buenas noches y se fueron cada uno a su habitación a descansar.

Al AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora