Thoma y el resto se pusieron manos a la obra.
- Koharu, ¿te encargarías de colgar los banderines en la entrada?
- Claro Thoma, ahora voy a por ellos - dijo la joven criada.
A la hora de la comida Ayaka se sentó sola en la mesa. Su hermano no llegaría hasta la tarde. La joven cumpleañera suspiró. ¿De qué servía tener comida deliciosa si tenía que disfrutarla sola? A veces andaba por las calles de Inazuma y casi todos se fijaban en ella, después de todo era bastante conocida, pero solo por su apellido más que como persona. Era frustrante, ella solo quería ser normal, que su nombre no llevara ninguna carga. Porque sabía bien que aunque fuera alguien relativamente importante eso hacía que la gente fuera más distante con ella. Quería romper esa barrera que se creaba cuando hablaba con alguien que no fuera de su mismo círculo social. Era cierto que a pesar de todo el dinero que tenía, ella lo daría todo por alguien cercano. Sentía que no podía confiar en nadie porque siempre llegaba a pensar que se le acercaban por su dinero, y prefería estar sola antes que se rieran de ella en su cara. Era complicado, al final se creaba esa distancia también por su culpa, y terminaba sola, como siempre y, como en su cumpleaños anterior, pasando el día solo consigo misma. Suspiró. Nunca se atrevería a decirlo, era egoísta, pero por eso odiaba los cumpleaños, y el año nuevo, y cualquier festividad. Festividades en las que la familia se unía para celebrar juntos. Lo odiaba, no era justo. “Oh, ya está la niñita rica llorando otra vez” se criticó. Habría tantos que darían por tener lo que ella…
- ¿Qué tenemos hoy para comer? - Una voz conocida la hizo volver a la realidad.
- ¿Furuta?
Ayaka observó a la señora que estaba de pie junto a ella con una amplia sonrisa. Furuta había sido la anterior mayordoma de la casa, y a pesar de haberse retirado hace tiempo le había sido permitido vivir allí. Ella había servido a los Kamisato durante años, aunque había sido más cercana con los padres de Ayaka que con ellos, la joven se había criado con ella.
- ¿Puedo sentarme?
- ¿Eh? ¡Por supuesto!
- ¡Koharu trae más platos! - llamó la señora a la joven criada que entró con dos platos más.
La misma Koharu se sentó en la mesa junto a ellas.
- No pides permiso a tu señora? - la riñó Furuta - hay que ver el servicio de hoy en día, en mis tiempos se respetaba mucho más.
- Ah no se preocupen! - la detuvo Ayaka - por supuesto están invitadas siempre.
- Tienes suerte de que es amable pero a la próxima tienes que preguntar.
- Perdón - susurró Koharu completamente roja.
- Pero… ¿Que está pasando? - cuestionó la joven Kamisato confundida por aquella súbita entromisión.
- Bueno, ya que el señor Ayato no puede estar aquí hoy pensamos en hacerte algo de compañía - dijo Thoma, que entraba al salón seguido de Madarame, el asesor del comisionado y Nakanishi, un señor mayor que, como Furuta, había trabajado con anterioridad allí antes de retirarse y le tenía gran aprecio a los Kamisato.
Thoma traía tres platos más con comida mientras que Madarame saludaba a Ayaka con una leve reverencia.
- ¿Te parece bien, Ayaka? - le preguntó Thoma mientras se sentaba cerca de ella, que presidía la mesa.
- Ah… Claro! Claro! - no se atrevía a mirarlos a los ojos, y no porque estuviera enfadada, sino porque creía que si lo hacía no podría evitar romper a llorar.
- ¡Oh! ¡Nakanishi hacía tanto que no te veía! - saludo Furuta a su ex compañero. El señor sonrió.
- Es un gusto poder estar aquí de nuevo, extrañaba este lugar.
La comida fue mucho más agradable de lo que Ayaka habría imaginado. Era cierto que si bien no era su familia de sangre estaban junto a ella después de todo. La comida había sido preparada por manos ágiles y talentosas, eso se notaba, pero era mil veces más deliciosa en compañía.
ESTÁS LEYENDO
Al Alba
Fiksi PenggemarTodo comenzó el día en el que Thoma recibió aquella carta, y no sólo él sino que la noticia pronto recorría toda Inazuma. Después de una corta paz tras el decreto de captura de visiones, la Shogun había enfurecido diciendo que los traidores no debía...