DÍA 2 - tarde

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De nada le había servido al joven Kamisato ir a la comisión Tenryou, simplemente se habían limitado a ignorarlo y a excusarse con que ellos solo seguían órdenes de la Shogun, entonces, al solicitar una visita con la Shogun le habían dicho que la fecha más cercana que podían darle era para dentro de tres meses, lo cual no le servía de nada. Estaba saliendo de las oficinas de la comisión cuando vio un rostro conocido. Se acercó a él y lo detuvo sin preocuparse de que tan maleducado fuera eso.

- Ah, Sr. Kamisato, ¿en qué puedo ayudarle? - el contrario miró hacia arriba ya que Ayato le sacaba una cabeza entera.

- Necesito hablar contigo un momento, Heizou.

- Ahora mismo no puedo, estoy muy ocupado y ya llego tarde a una reunión, escríbeme una carta y la contestaré en cuanto tenga tiempo.

- No era una petición. - Ayato lo arrastró con suavidad fuera de la entrada de la comisión y ambos se hicieron a un lado.

- ¿Qué mosca te ha picado? Oh, ya veo, no estás de acuerdo con el nuevo decreto de la Shogun, ¿no es así?

- Muy avispado, como siempre.

- Es un don natural que tengo, pero no puedo ayudarte, la palabra de la Shogun ha de respetarse o si no es alta traición.

Ayato apretó el puño.

- Es por eso que necesito hablar con ella.

- No puedo ayudarte Ayato.

- Por favor.

- No tiene nada que ver con ningún favor. Simplemente no puedo. - Heizou hablaba de forma tranquila pero firme - Tienes que esperar a que se lleve a cabo el juicio donde se los proclamará culpables, si puedes hacer alguna objeción es entonces.

- ¿Y cuándo se hará el juicio?

- En unos tres o cuatro días imagino, quizá menos ya que es un tema urgente. Pero créeme, el veredicto ya está hecho, el juicio es solo por etiqueta.

- Ahí es donde tú vas a ayudarme.

- No, no lo haré, al contrario que tú yo no soy un traidor.

- Exacto, ¿cómo puedes tolerar que maten inocentes, me pregunto? Sabes tan bien como yo que ellos no son los principales responsables de lo que se les acusa, por dios, Yoimiya incluso es prácticamente una niña. ¿Es esa la sangre que quieres derramar en nombre de la paz, Heizou?

El detective de la comisión Tenryou se quedó en silencio por unos segundos.

- No es mi veredicto, no es mi palabra. Yo no he escogido esto así que no me acuses incorrectamente. Ahora, si me disculpas, llego tarde a una reunión.

Heizou se abrió paso y entró en el edificio ante la mirada desolada de Ayato. Era cierto que no podía echarle nada en cara, pero… Pero él tenía contactos, y sabía que aquello era injusto. No le quedó otra que regresar a casa cabizbajo. Nada más lo vieron llegar Ayaka y Thoma comprendieron que no había ido bien. Ayato se sentó en la mesa del comedor en silencio y con un papel y una pluma estuvo horas escribiendo dios sabe qué. Ayaka, en cambio, no quería separarse de Thoma.

- Deberíamos huir.

- No hay tiempo de aquí a mañana, además, según la carta entonces lo pagarán gente inocente.

Ayaka guardó silencio. Se guardó para ella las palabras de lo que realmente opinaba, que en realidad le importaba menos que murieran veinte inocentes antes que él. Pero aquél era un pensamiento egoísta y vil, y ella lo sabía pero no podía evitarlo. Ella y Thoma se sentaron en el sofá a comer pastel que había sobrado de ayer mientras jugaban a hundir la flota, cualquier cosa con tal de evitar pensar en lo que pasaría al día siguiente. Thoma tenía el estómago revuelto de los nervios y más de una vez tuvo que correr al baño para vomitar. Ayaka nunca se lo replicó. Conforme se acercaba la noche el pánico comenzaba a hacerse presa del joven mayordomo.

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