Capítulo 7

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~Más te vale guardar el secreto~

Una vez. Una vez que no estuve pendiente de las pocas amistades que tenía, y justamente tuvo que venir una de ellas en el momento exacto en el que Darcy prácticamente hizo el chasquido de Thanos con mi mamá.

Gracias a mi descuido, mi amiga Bunny estaba paralizada en la puerta de mi casa, sus ojos estaban a punto de salirse de sus cuencas. En otras circunstancias, esa imagen pudo resultarme divertida; pero desgraciadamente tenía que hallar la forma de que se calmara o Darcy le freiría el cerebro para que olvidara todo lo sucedido.

Mi vida ya parecía una comedia trágica.

«Espero que el desarrollo de personaje que el director tenga planeado para mí no sea tan exagerado. Que no se ponga creativo el imbécil que escribe la historia de mi vida», rogué mentalmente.

Las chicas habían formado una especie de círculo confidencial para discutir qué harían con la pobre Bunny. Y como a pesar de todo, yo tengo algo de alma, tomé de las manos a la paralizada, y como ratas de alcantarilla nos escabullimos hasta llegar a mi habitación.

***

—¡¿Qué diablos fue lo que vi?! —gritó la enana, alterada.

Porque cabe destacar que la ridícula era minúscula como los duendes de Irlanda.

En fin, prosigo.

Mientras ella gastaba saliva exigiendo respuestas. Yo me encontraba en otro plano astral, recordando si había jalado la palanca del inodoro en la mañana.

Como en ese momento mis neuronas se habían ido de sabático, dejé de disociar, para calmar a la inestable que tenía en frente.

Solo me bastó agarrar una de mis almohadas para luego estamparsela en el rostro. Esta se me quedó mirando con una cara de tragedia, como que si yo le hubiese clavado un puñal en la espalda.

Pero a pesar de la expresión de dolida que tenía, logré que dejara de estar histérica.

Me merecía un premio Nobel por saber cómo calmar a las personas.

—Gracias por casi romperme el cuello.

—No me des ideas.

En lugar de responderme me sacó el dedo de en medio.

—Gracias, pero me gustan los dedos gruesos —Ya sabes pobre alma que lee esto, toma dato—. Déjame explicarte lo que viste...

—¡¿Explicar qué?! —gritó la enana—. ¡Vi claramente cómo a tú mamá la hacía polvo una loca maniática!

Normalmente Bunny era muy tranquila, pero gracias a la pequeña demostración de magia de Darcy, estaba igual de alterada —o peor—, que cuando hacía las tareas de la universidad.

—Mmm, ¿loca? Tal vez... Pero todavía le falta para ser considerada una maniática —balbucié.

—¡Nathan!

—Okey, relájate —le pedí. Sé que estaba alterada pero tampoco era para tanto—. Escucha, podría contarte el proceso de cómo llegué a todo esto; pero la respuesta más resumida sería: ¡Soyunbrujotodasesaschicassonbrujasymeenseñaránacontrolarmimagia!

Nathan: Aquelarre De Los Condenados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora