Capítulo VIII: Una y faltan dos

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La noche siguiente, Flammer y Hada fueron al bosque prohibido para hablar con el último de los fantasmas. Aunque Herman quería ir, no pudo debido a que estaba en la enfermería pues esa misma tarde, en clases de vuelo, se cayó de la escoba y se rompió la pierna y Madame Pomfrey insistió en que se quedara toda la noche para poder tenerlo en observación. Esto, desde luego, no le hizo ni pizca de gracia a ninguno de los tres, pero como debían hacerlo lo más rápido posible, se apuraron para ir y terminar lo antes posible, ya que Flammer inisitó demasiado en visitar la sección prohibida de la biblioteca al día siguiente.


Al llegar la noche, Hada y Flammer se vieron en el árbol junto al lago y caminaron al bosque prohibido. Sophia, estuvo tratando de sacar el nombre de a quien verían esa misma noche, pero por más que le insistió, este no cedió.

—Ya lo verás, Hada. Estamos cerca al fin y al cabo. —Le dijo Flam para tratar de hacer que no enojara demasiado por la negativa. Sin embargo, el chico estaba bastante nervioso, pues a la persona que verían llevaba el mismo apellido que su amiga. "¿Será su padre o algún familiar? No lo creo, pero durante este tiempo en Hogwarts he notado que absolutamente todo puede ser realidad" se decía así mismo camino al claro donde se encontrarían con la persona que su madre le mencionó. Hada, por su parte, se notaba tranquila e impaciente. Habían esperado demasiado para completar dicha misión, así que era normal, y más siendo la última. Les contó a sus amigos que cuando vio a Lord Voldemort, aunque sintió la sangre helarse, también entendió porque tanta gente le siguió. "Un gran mago, tan poderoso que logró lo que no todos. Debo aprender todo lo que nos enseñó". Herman, por su parte, les comentó que Bellatrix Lestrange, aunque se portó de manera grosera con él, sintió una gran admiración y bastante repudio por como hablaba de la maldición cruciatus, algo que, aunque lo atemorizó, le hizo sentir muchas ganas de poder torturas a alguien. Flammer, por su parte, sólo dijo que en cuanto a Severus Snape, le hizo sentir mucho interés por las pociones, y la legeremancia y oclumancia. El camino se les hizo más largo que de costumbre, pero cuando llegaron, Flam estaba temeroso de que pudiera morir debido al juramento que hizo con Albus Dumbledore, pero no fue así. Se paró tan normal, pues estaba seguro que no estaba rompiendo nada de lo establecido. Pensó en el nombre de Arthur Delacour y ante ellos apareció un hombre con una apariencia joven y de resistencia. Una mirada profunda, cabello rubio y una sonrisa casi muerta.

— ¿Eres Arthur Delacour? —Preguntó Flammer, seguido de un grito ahogado de Hada quien cayó al suelo de rodillas y con la cara completamente blanca. Actecmer, corrió hacía ella.

— ¡Hada! ¿Estás bien? —Le cuestionó a su amiga sacudiéndola por los hombros. Ella, por su parte, con la cara totalmente pálida y una expresión como si hubiera recibido la peor noticia de su vida trató de articular un par de palabras inentendibles, hasta que una voz grave y de ultratumba habló.

— ¿Hija? —Dijo el reflejo de Arthur, quien extendió la mano, haciendo Sophia se levantara y caminara hacía el.

—Padre...

—Dios, Hija. Te pareces tanto a tu madre. ¿A qué has venido aquí?

—Me ha mandado mi madre, señor. Dijo que para hablar con usted sobre sus experimentos y así, junto a los conocimientos de los grandes magos del siglo pasado, poder ser invencibles y enfrentar un peligro inminente que se avecina.

— ¿Y tú quién eres, mocoso insolente? —Dijo el fantasma bastante irritado por la interrupción y con una cara de pocos amigos.

—Soy Flammer Actecmer. Hijo de [Hilda].

—Sí, la conocí [como todos] y estaré gustoso de ayudar a su hijo. ¿Y cómo está ella? —Preguntó Arthur.

—Muerta. Hablé con ella como lo hago con usted ahora.

Harry Potter y la amenaza paralelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora