3 - Océanos de miedos: El concierto

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Desde el principio supe que Dani necesitaría un empujón para dar el paso. No me había plantado en ese globo aerostático sin un plan medido al detalle. En una voz que apenas fue un susurro, le dije al oído:

—No mires abajo —le sujeté de la barbilla, obligándole a sostenerme la mirada—. Aquí solo estoy yo. Y conmigo, ¿qué le pasa al miedo?

Le puse un dedo en los labios para que no dijese nada, él asintió con la cabeza. Sonreímos y rasgó las primeras notas de su guitarra, a la que no tardó en unirse su voz ronca. Yo podía ver cómo le temblaban las manos y la mandíbula. Su público, sin embargo, solo alcanzaba a ver una silueta con una guitarra en un globo aerostático: estaban situados a varios metros por debajo de nosotros, entre los campos de lavanda. Escuchaban la voz de Dani a través de los altavoces del escenario. No me hizo falta una vista de lince para darme cuenta de que Dani y su espectáculo estaban gustando. Y mucho.

Yo había salido de mi propia zona de confort para darle esa oportunidad a Dani. La primera noche del festival había regresado al hotel furiosa conmigo misma por haberle fallado, por no haber sabido entender la magnitud de su problema y haber, en cambio, traicionado su confianza. Fue en medio del aturdimiento mental causado por la borrachera y el remordimiento cuando tuve la idea del concierto en el globo. Durante las siguientes jornadas me había dedicado a mover cielo y tierra, asegurando que el artista tenía un talento más allá de lo extraordinario. Fue gracias a un tal Nico, el dueño de la cadena de hoteles Los Girasoles, a los cuales pertenecía aquel en el que yo me alojaba. Conmovido por mi insistencia, nos había prestado el globo con el que hacían paseos para los huéspedes y había conseguido un hueco en el último día del festival.

Más titánico aún había sido el esfuerzo de convencer a Dani de aquello, cuando le encontré a las puertas de su casa:

—¿Cómo me has encontrado?

—Es un pueblo pequeño —no le di opción de continuar hablando—. Mira, sé que no quieres ni verme. Y lo entiendo, créeme. Casi no me quiero ni ver yo a mí misma. Pero mañana me voy de Brihuega y no nos volveremos a ver nunca más, esta vez de verdad. No me quiero ir de aquí sin hacer algo por ti. Sin compensar. Dani, eres increíble.

—No soy así.

—Eres como quieras ser. Y cuando te veo cantar, está claro quién quieres ser. Estás hecho para llenar estadios, no para esconderte —le expliqué lo del concierto desde el globo—. Será mañana a las ocho, al atardecer. Yo estaré allí, me digas ahora lo que me digas.

Lo único que me había dicho, mientras me iba, era que tenía vértigo. Aún así había aparecido y ahora emergía a la superficie de su océano de miedos. A medida que las canciones pasaban, su seguridad crecía y yo me atreví a romper el hilo invisible que unía nuestras miradas para agarrarme con fuerza al asidero del globo y mirar a todas esas cabezas que movían los brazos entre los campos de lavanda.

Cuando terminó el concierto, nos llegó un rugido atronador. Eran aplausos y silbidos. Al aterrizar, la ovación a Dani continuó y yo me retiré a un segundo plano. Él, sumido en una seguridad que hacía crecer su atractivo, atendió a todo aquel que se le acercó a felicitarle: estrechó manos, soltó carcajadas y repartió abrazos. Yo, silenciosa, me fui alejando entre las sombras. Justo cuando llegaba a mi mini azul, su voz sonó a mi espalda:

—¿Volveré a verte?

—Sí, supongo. Si queremos, será fácil encontrarnos, ¿no? Pero tenías razón Dani, yo solo soy una desconocida.

—Una desconocida que me ha cambiado la vida —me explicó que, entre los espectadores, había un productor que se había interesado en él.

Le sonreí, saqué mi Nikon y le apunté con ella.

—¿Qué haces?

—Una foto histórica. Tú después de tu primer concierto. Creo que mucha gente querrá verte así, ilusionado e inocente, antes de hacerte famoso.

Sonrió como si yo estuviese loca y me despedí con un suave beso en los labios. Apenas unos meses después, Dani sonaba en todas las emisoras de radio y salía con una actriz famosa. No nos volvimos a ver, pero recordaba nuestros días juntos cada vez que escuchaba su mayor éxito: Contigo el miedo se vuelve silencio. Fue esa misma canción la que escuché antes de asumir que a mí también había cosas que me daban miedo. Yo, que iba de valiente por la vida, llevaba tiempo huyendo de algo que no era muy diferente de lo que Dani había huido: los sueños. El mío era recorrer el mundo con mi cámara en mano. Quería fotografiar las injusticias y la pobreza para abrir los ojos al mundo y contribuir a un cambio a mejor. Quería mostrar la naturaleza y el daño que le hacíamos al mundo para cambiar nuestra forma de vida. Pero ese sueño implicaba dejarlo todo atrás: la proximidad de las personas que quería, la seguridad. El miedo a la soledad de lo desconocido me había paralizado durante mucho tiempo.

Pero el día en que Dani publicó su primer álbum, Océanos de miedo, yo crucé un océano subida en un avión, escuchando mi propio silencio.

	Pero el día en que Dani publicó su primer álbum, Océanos de miedo, yo crucé un océano subida en un avión, escuchando mi propio silencio

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Nota de la autora:

Yo soy de esas personas que lo planea casi todo, aunque muchas veces ese todo se quede solo en eso, un plan. Planeo mis viajes, mi tiempo libre y, por supuesto, lo que escribo. Siempre me hago un guión escrito a mano en mi cuaderno de notas, con los puntos principales ordenados que llevarán desde el planteamiento al desenlace.


Esta historia fue una excepción.


Estaba mala cuando la escribí y, simplemente, me dejé llevar. No supe cómo iba a acabar hasta que me sorprendió ese final mientras escribía. Es, por eso mismo, una de las historias más especiales de «Trirrelatos». ¡Y espero que os haya gustado y sorprendido tanto el final como a mí! Aunque tenga un punto amargo...


Dentro de poco, llega el siguiente capítulo de «Trirrelatos». El que dio lugar a todo... mientras tanto, os dejo las tres ilustraciones de «Océanos de miedos», y os recuerdo que le deis una estrellita a los capítulos si os ha gustado la historia :)

 mientras tanto, os dejo las tres ilustraciones de «Océanos de miedos», y os recuerdo que le deis una estrellita a los capítulos si os ha gustado la historia :)

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¡Disfrutad de lo que queda del finde y que tengáis buena semana!

Saludos,

Crispy World

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