1 - Vino tinto: Fase 1

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Jon me miró por encima de las dos copas de vino que estaban entre nosotros:

—Es como un chubasquero, ¿sabes? —dije y le di un sorbo al vino—. Impermeable. Está claro que las cosas no están bien entre nosotros, pero no se va a molestar en decirme qué es lo que piensa de mí. Le vale con encerrarse en una monotonía que está acabando con nosotros.

Jon asintió y temí estar siendo demasiado plasta.

—Perdona, Jon. Soy un muermo. Nos acabamos de conocer y ya te estoy contando todos mis problemas con Ángel.

—No te preocupes, Julia. Es el poder del vino y un desconocido. Suelta las lenguas...

Desvié la mirada. Todo en Jon era sugerente y era innegable que me sentía atraída por él. Nos habíamos conocido unas horas antes. Yo era una diseñadora de una bodega de La Rioja en busca de una nueva botella, lo que en diseño llamamos Packaging. Él era el comercial de una fábrica de vidrio de San Sebastián y habíamos pasado la tarde viendo todo tipo de envases. Cuando, por fin, me decanté por uno, el rugido de mi tripa me delató y Jon me invitó a tomar pinchos y beber vino en un restaurante frente a la Playa de la Concha.

—¿El poder del vino? —me reí, mientras movía mi melena—. ¿Quieres que te cuente mi teoría con las fases de la conciencia del vino? Una copa no hace nada, con dos te diviertes y duermes bien. Todo lo que ocurre a partir de la tercera, puede ser lo mejor o lo peor de tu vida.

—Pues ya llevamos dos —me contestó él cuando paró de reírse. Acto seguido, nos sirvió a los dos una tercera copa—. Puedes seguir contándome tus problemas, Julia. Se me da bien escuchar.

No me siento muy bien respecto a todo lo que ocurrió a partir de ese momento. Está claro que mi teoría es cierta.

—Pudo haber venido conmigo a este viaje. Se lo ofrecí, pero no quiso. Me dijo que viniese yo sola, que ya era hora de que no dependiese tanto de él. Como si no pudiese hacer las cosas solita, maldita sea. Lo que pasa es que quería darnos una última oportunidad. Y ahora tengo una súper habitación en el Hotel Girasol. ¿Sabes cuál es? Esa cadena de hoteles que tiene sillones y girasoles por todas partes. Era una sorpresa que había preparado para nosotros. Pero él... no estaba en modo viaje —dije, resignada, y me terminé de beber mi tercera copa de vino.

—¿Qué pasa a partir de la cuarta? —se limitó a decir él, mirando mi copa vacía.

—¿Por qué no lo descubrimos juntos? —pregunté con picardía. Mi mente no estaba lúcida. Reconozco que me estaba encantando ser escuchada, para variar. Con todo lo que yo hablo y lo poco que Ángel sabía de mí por entonces. Siempre sumido en mundos ajenos y lejanos.

—¡Camarero!—Jon pidió dos copas. Se nos había acabado la botella. Él se guardó el corcho en el bolsillo—. Por si no lo sabes, lo más caro de una botella de vino es el corcho. Así que los colecciono —dijo, a modo de explicación.

A lo largo de la cuarta copa, mi humor se suavizó y dejé que fuese Jon quién hablase. No recuerdo mucho de lo que dijo. En mi cabeza había un bálsamo de reproches y remordimientos por lo que estaba haciendo. Sé que cuando pusimos un pie de nuevo en el paseo marítimo, la noche reinaba sobre la ciudad, la noria daba tantas vueltas como mi cabeza y la humedad calaba en los huesos. Jon me ofreció su chaqueta y yo recordé cuando Ángel hacía lo mismo en La Barceloneta, al principio de nuestra larga relación. Mis tacones marcaron el ritmo hasta mi hotel y, en ese momento, me sentí tan independiente de Ángel como él me había pedido. Lo suficiente para decirle a Jon:

—¿Descubrimos lo que pasa con la quinta copa en mi habitación?

No llegamos a terminar esa quinta copa. Podría decir que una cosa llevó a la otra, pero creo que yo misma lo llevaba buscando durante todo el día.

Cuando me desperté a la mañana siguiente, Jon se había ido ya. Ni me sorprendió ni hice un drama de ello: para mí no había significado nada y supuse que para él tampoco. Sin embargo, hubo algo de él que sí dejó atrás y que a mí me ayudaría a utilizar esa noche para poner un punto final a un capítulo en mi vida. Había dejado el corcho de la botella que habíamos compartido en la mesilla y, debajo, una nota que decía: Hazlo todo al revés. Sino te gusta tu vida, toma todas tus decisiones al contrario de lo que lo haces normalmente.

Balanceé el corcho entre mis dedos y me di cuenta de que había llegado el último estado de la conciencia del vino: el de la resaca y el remordimiento.

	Balanceé el corcho entre mis dedos y me di cuenta de que había llegado el último estado de la conciencia del vino: el de la resaca y el remordimiento

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