Los días corrían estables, Rose era demasiado atenta con Fred y lo consentía todo lo que podía, era dulce y tierna, todo iba perfecto en su relación aquellos días oscuros llenos de la indiferencia de ella parecían haberse acabado.
Un sábado que ninguno fue a su empleo decidieron salir a Central Park a caminar y tomar un helado, era el medio día, el sol estaba tan fuerte que Rose se quejó.
—Odio que el sol esté tan intenso, voy a acabar como pollo rostizado si esto sigue así.
—Ja, ja, ja, ja, no puedo creer que seas tan exagerada ja, ja, ja, ja pollo rostizado ja, ja, ja, ja—. Se carcajeaba tanto que se agarraba la panza del dolor mientras ella lo miraba indignada.
—No es gracioso.
—Sí lo es, debiste ver tu cara.
—Pero si voy a acabar toda quemada con tanto calor. ¿Qué te parece si vamos a donde hay muchos árboles y nos sentamos en una banca o caminamos descalzos en el pasto?
—Me encanta la idea. El que llegue de último paga el café en la noche.
—En ese caso tú pagas.
Salieron corriendo a toda velocidad hacia la zona oeste donde empezaba el bosque y se adentraron, llegó primero Rose y levantando las manos en pose de victoria se dejó caer en el espeso y corto pasto, que parecía una alfombra verde y esponjosa. Fred llegó jadeando y la miró feliz, se dejó caer a su lado y la abrazó.
—Bueno creo que pagaré el café esta noche, pero tú eliges a donde ir —la miraba como si nada más existiera— te ves preciosa hoy, más que otros días.
—Te amo, te ves hermoso sin traje y vestido de mezclilla.
Se sentaron y se abrazaron, jugaban con sus narices y se encontraron sus labios en un apasionado beso, la lengua de Fred chocaba con la de ella y se perdieron por un rato besándose, hasta que el aire les faltó y ella lo derribó en el pasto para caerle encima y luego rodaron juntos abrazados por la colina que estaba ahí, unos jóvenes los vieron y empezaron a imitarlos.
Cuando se dieron cuenta que estaban innovando en los juegos empezaron a reír y se fueron a caminar descalzos, jugaban agarrados de las manos y se correteaban como niños pequeños.
Así pasaron un rato, el sol caía, los destellos entre amarillos y rojos más el cielo rojizo con motas moradas daban un romántico espectáculo, ella se puso sus zapatos después de limpiar sus pies con una toalla húmeda y Fred se disponía a hacer lo mismo, pero ella lo detuvo, lo sentó en una banca cercana y le limpió los pies y le puso los calcetines y los zapatos.
—¿Qué haces Rose? Eso no es necesario.
—Sé que no, pero quiero hacerlo. Te amo y me complace ayudarte.
—Definitivamente eres única y maravillosa, también te amo y no sabes cuánto.
—Fred, quiero que sepas algo.
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Reinicio 18+ (Terminada)
RomanceHay algo cierto, el dolor en definitiva cambia a quién lo experimenta. Una vez que lo has sentido en carne propia no vuelves a ser el mismo, es como un meteorito al caer modifica, devasta y no deja huella en un solo lugar cambia todo el entorno. Des...