Tormenta

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El viento melancólico suspiraba por los valles y montañas, pasando por los verdes bosques y las grandes ciudades, su soplo era triste pero benigno, fiero pero solidario, destructivo pero compasivo, y así en su sarta de contradicciones avanzó dando vida y muerte por el continente.

La lluvia revitalizadora caía en los campos, regando las plantas y alegrando a niños y animales que como posesos salían a jugar sobre los charcos que no tardaron en formarse.

Más esta alegría no era compartida por un alma descubierta que en medio de un camino lloraba con toda la fuerza que sus pequeños pulmones podían ofrecerle, su cuerpo tan solo cubierto por una pequeña tela manchada de barro y lluvia temblaba a cada momento, sintiendo cada vez más frío.

Así se mantuvo hasta que unas suaves y delicadas manos tomaron su cuerpo frágil y diminuto.

¿Por qué detuviste el carro? -preguntó una voz masculina pero muy suave, arrastrada por el viento.

Había un bebé en la carretera -la voz sonaba muy suave, mucho más que la anterior, con cierta preocupación, la cual creció al ver la daga ensangrentada que hacía de lecho para el bebé, su punta parecía haber sido cortada de cuajo y afilada como si fuese un lado de esta misma dando una forma similar a un hacha, por el resto se notaba la delicadeza de la forja de ese arma.

Un anciano de orejas puntiagudas asomó su rostro viendo a su hija la cual sostenía ese bebé mirando hacia los alrededores, normalmente la reprendería por haber detenido un viaje tan importante pero su lado más suave comprendía la situación de su hija.

Bien, mételo en el carro, de todas maneras Thara se queja siempre de que no tiene nadie con quién pasar el tiempo -dijo el anciano, siendo observado por el otro hombre de un cabello hermoso amarillo y la mirada de su hija de pelo más negro que las plumas de un cuervo, algo harto raro en su pueblo.

La mujer no dudó mucho antes de entrar con el recién nacido en el lujoso carruaje, fabricado con madera de abeto del bosque de Faithfor y pintado con oro líquido.

El anciano tomó suavemente al niño entre sus brazos, venían de una importante reunión con los reyes de Xyria por lo que estaba cansado mentalmente por tanta discusión, no siquiera en su vejez parecía poder disfrutar de esos días por la situación complicada que había, pero parecía que al menos ya quedaba poco para poder descansar, al menos temporalmente.

Xavier -dijo el anciano con una sonrisa que denotaba sus arrugas, se notaba a simple vista que antaño había sido muy atractivo, incluso en esa ya torturada edad lo era.

El hombre se rascó la perilla, puede que fuese un niño humano, pero moralmente no se podía permitir dejar a un infante en una situación tan desesperante, y además, todavía no estaba influenciado por la natural avaricia de los hombres, casi tan grande como la de los enanos a sus ojos.

Por cierto Elleanor -dijo el hombre girándose a su esposa, la reina- el puñal que estaba debajo del niño ¿Lo tienes?

Elleanor asintió, tomando el puñal que había dejado a su lado y entregándoselo a su esposo, el cual era un experto en la fabricación de armas y demás temas, ella había heredado de su padre las capacidades prácticas, y realmente era inteligente, pero para ella la forja no era un tema precisamente interesante.

El hombre tomó con mucho cuidado el arma, podía sentir el cuidado y el decoro con el que se había forjado, incluso con la posibilidad de que fuese un arma ceremonial por si extraña forma tenía la pinta de ser muy práctica y bastante sencilla de usar, todo eso a través de su mirada de experto que analizaba con cuidado y pasión cada mínimo detalle.

Forjada por humanos sin duda, pese a que el estilo de forja me recuerda más al nuestro es innegable que un humano la ha creado, la composición de materiales lo delata -dijo el hombre mientras pasaba su dedo por el filo del arma, sintiendo un leve daño en su dedo pulgar, viendo la gota de sangre resbalarse mientras creaba un hilo continuo.

Elleanor sonrió viendo al pequeño, estaba lleno de misterio, pero aún así su rostro estaba lleno de ternura, su pelo le recordaba a las castañas, un fruto tan apreciado por su pueblo, objetivo incluso de una fiesta milenaria.

Tanis -dijo el hombre de la perilla llamando la atención del anciano, el cual alzó su cabeza- ¿puedo tomar en brazos a Xavier?

Tanis con gusto le entregó al niño el cual había dejado de llorar hace tiempo y se hayaba observando a todos los elfos presentes, con gran somnolencia en su rostro.

El hombre acercó su rostro a el recién nombrado Xavier, sus ojos eran tan azules como el cielo descubierto, tan claros y brillantes como el mismo sol, el hombre vio como el rostro del bebé adoptaba una suave sonrisa.

El rostro del hombre se llenó con ternura y felicidad, solo había visto una mirada tan colmada de inocencia una vez, y fue en su propia hija, una inocencia por la que rezaba se mantuviera por siempre.

Supongo que por el momento puede tener el apellido -dijo el hombre, aceptando indirectamente al niño, el cual vagó con sus ojos a punto de cerrarse.

Entonces Xavier Xyrus serás -dijo Elleanor viendo al bebé mientras los grandes árboles del bosque de Faithfor se recortaban en la distancia lentamente haciéndose más grandes conforme la comitiva real avanzaba.

Una vez se internaron en el bosque el espacio parecía distorsionarse a cada rato, una magia muy poderosa, y casi tan antigua como los elfos que ahora habitan ese bosque.

Tras algunas horas de una conversación ligera con el niño en brazos del hombre llamado Thoriel llegaron a la ciudad capital la cual daba nombre al gran bosque y país en el que habitaban los elfos.

Una vez bajaron la gente se preocupó que hacía un niño allí, pero los soldados apostados haciendo un pequeño pasillo eran indiferentes a este hecho.

La seriedad del momento desapareció cuando una niña de no mucho más de dos años salía corriendo de las puertas del castillo, seguida por una sirvienta de rostro cansado.

La niña se lanzó contra Elleanor que la recibió con una sonrisa maternal.

¡Mamá! ¡Papá! !Abu! -dijo la niña con unos ojos verde que brillaban como dos esmeraldas.

Tras unos momentos en los que el recibimiento familiar fue muy alegre la niña se dio cuenta del bebé en brazos de su padre.

¿Que es eso papá? No tiene orejas de elfo -comentó la niña viendo las redondas orejas del bebé.

Este, Thara, es Xavier, un niño humano y desde ahora, tú ami- hermano -dijo Thoriel, no creía poder llegar a considerar a un humano su hijo, pero aún así haría lo que podía para darle el cariño que uno daría.

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