Durante un rato, Nayeon no pudo oír nada.
El vacío la hizo entrar en pánico, porque no tenía idea de si estaba consciente, cuerda o incluso viva. Se asustó más cuando notó que tampoco podía ver nada, considerando que su visión era nítida incluso cuando estaba completamente oscuro.
Jadeaba de miedo mientras trataba de recordar qué le había pasado o dónde estaba, pero aparte de un fuerte dolor de cabeza, no recordaba nada.
Quería pedir ayuda, pero había perdido la voz. Tropezó, buscando una salida, o una entrada, o cualquier cosa, pero el oscuro vacío parecía ser lo único que la rodeaba.
Frustrada y asustada, se sentó y se rodeó las rodillas con los brazos. Agachó la cabeza y empezó a sollozar, como cuando se escondió en el armario oscuro la noche en que asesinaron a su familia.
"Shhh..." Alguien le susurró. "Detente. Ella te escuchará".
Nayeon levantó la cabeza.
Se encontró de nuevo en esa habitación, esa habitación del castillo con paredes de piedra y un cuadro de Jeongyeon Bathory. Sin embargo, el retrato se había ido esta vez. En su lugar colgaba una pintura al óleo de ángeles luchando contra demonios. Ella pensó que había visto esa pintura en alguna parte, pero no podía recordar dónde ni cuándo.
Todo a su alrededor parecía... nuevo.
Estaba a punto de darse la vuelta, pero la persona que la hizo callar se lo impidió tapándole la boca con una mano.
Fue entonces cuando Nayeon escuchó pasos afuera en el pasillo. Era lento, y se estaba acercando.
De alguna manera, entendió que era algo a lo que debería temer, por lo que permaneció lo más callada que pudo.
Los pasos se detuvieron abruptamente.
Nayeon no tenía idea de quién era, pero sintió una presencia, a pesar de que esa persona debía estar al otro lado de la puerta. Sintió la mirada de esa persona penetrando la puerta, buscándola.
Nayeon cerró los ojos involuntariamente mientras contenía la respiración.
La persona de afuera finalmente se fue.
Dejando escapar un profundo suspiro de alivio, Nayeon se dio la vuelta para mirar a la persona que le cubría la boca.
"¿Quién eres tú..." Se detuvo, estremeciéndose ante esa cara.
Piel clara, pálida, sin imperfecciones de ningún tipo. Labios de un color rosa claro. Ojos marrones brillantes, cabellos oscuros... Había una cierta crueldad en sus ojos, pero se destacaba hermosamente de una manera que atraería a la gente hacia ella.
Por un segundo, Nayeon pensó que debía estar alucinando, pero luego, algo se le ocurrió.
"Te conozco..." murmuró Nayeon. "Tú eres... la Reina Vampira, ¿no?"
"Solo las Cazadoras y los humanos se dirigirían a mí de esa manera", respondió la mujer con una leve sonrisa.
Su voz no era ni fría ni cálida.
Nayeon tragó saliva nerviosamente, pues no podía darse cuenta si había ofendido a la otra mujer.
"Entonces... ¿cómo debería yo- qué nombre tienes..."
"Jeongyeon está bien por ahora, aunque los vampiros normalmente se dirigen a mí como Lady Jeongyeon Bathory o mi Reina".
"¿Cómo- por qué estás... dónde estoy exactamente?" Nayeon frunció el ceño con fuerza. "Pensé que estabas... quiero decir, fuimos a tu tumba y- ¿estoy soñando? ¿Es esto un sueño?"
