Глава 33

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¿Esto se va a hacer una costumbre entre nosotros? - Pregunto incómodo Rusia, pues desde hace rato el mexicano se había sentado en sus piernas, arrebatandole unos papeles acerca de la mafia austriaca.

- Sh. - Le calla sin quitar la mirada de dichos papeles.

- Es incómodo, quítate. -

- Cállate, idiota, estoy leyendo. - Parecía buscar algo de relevancia.

Rusia se rinde, suspira, hace su cabeza hacia atrás, recargandola en el respaldo de la silla. Pone su mano izquierda en la cintura del menor, hace un poco de presión haciendo que el mexicano se sentará mejor en su regazo.

- No pienses nada raro. - Dice rápidamente, antes de que el contrario hablara. - Estabas muy abajo y creí que te caías. -

- Yo no pensé nada. - Contesta con una sonrisa burlona, acomodándose mejor, meneando ligeramente sus caderas.

El ruso se mantiene en silencio, debía pensar en cómo le explicaría a su padre sobre porqué tenía al latino con vida.

- ¡Mira! - Se sobresalta en su lugar por el anterior grito. Lo mira con tranquilidad y una ceja levantada, México le muestra un mapa de una ciudad lejana, en ella se mostraban trazos, casi hechos al azar.

Rusia se pregunta de dónde lo había sacado, según él, eso no estaba en el montón de papeles que tomó México.

- ¡Hice una serpiente! - Un brillo parecía salir de sus ojos al mostrar el mapa.

Tiene el cuerpo de un hombre de quince años, pero se comporta como uno de cuatro.

Se dice mentalmente.

- No voy a decir nada al respecto. - Toma el vaso con vodka, terminando el contenido de una sola.

- Sí te emborrachas, yo no podré arrastrarte hasta tu habitación. -

- Necesito de más de una botella para embriagarme, pequeño. - A cómoda los mechones de su blanco cabello que caían sobre su rostro.

- No me digas pequeño. - Su ceño se frunce gracias al enojo.

- Pero lo eres, soy mayor que tu, tanto en estatura como en edad. -

- Pinche poste. - Murmura enojado.

- Te escuché. -

- Rusia, tengo hambre. - Se deja caer sobre el pecho contrario, golpeando ligeramente el abdomen del mayor.

El eslavo suspira, era cierto que el también tenía hambre, sin embargo, no sabía que comia su acompañante.

La realidad le cayó como un balde de agua fría. ¿Por qué se preocupaba por ese mocoso? No debería importarle lo que fuera de él.

Se excuso a sí mismo, diciéndose que debía cuidarlo debidamente hasta que matasen a Austria.

- ¿Qué quieres comer? - Cierra sus ojos ante la vergüenza, esperando una respuesta.

- ¿Lo qué yo quiera? - En respuesta, obtiene un asentimiento de cabeza.

- Да -

- Quiero un ptichie molokó. - El eslavo lo voltea a ver confundido. - Una vez lo leí en un libro de postres, se veía rico. Y quiero probarlo. - Un ligero sonrojo apareció en sus mejillas, le daba un poco de vergüenza.

- ..... Bien, pero eso es un postre, ¿qué quieres comer? -

- No sé, ruso, sorprendeme. - Su mirada se encuentra con la del eslavo, le regala una pequeña sonrisa.

МафияDonde viven las historias. Descúbrelo ahora