Глава 39

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——¡¿Por qué chingados nos está siguiendo una patrulla? —Cuestionaba México desde el asiento del copiloto, miraba desde el retrovisor como un auto de la policía los seguía sin las sirenas encendidas.

—¿Esperabas que lleváramos a un preso, el cual no ha cumplido su sentencia en el auto? —Inquirió Rusia sin prestarle atención, desde que habían salido se le notaba más irritado.

—Lo que esperaba era no sacar a un convicto.

—Escucha, no me agradaría que me vean contigo, es más, la sola idea de que tengamos que relacionarnos me revuelve el estómago.

—Nadie te dijo que me capturaras y mantuvieras contigo a la fuerza, hubiera preferido morir.

El albino soltó una risa nasal.

—Creeme, ese era el plan original, pero me temo que eres un entrometido que va a evitarme muchos problemas.

—Qué tu vida sea un desastre no es mi culpa.

—Te equivocas, mis planes se fueron al carajo desde que cierto tricolor aplastó mis cámaras.

Sin darse cuenta la velocidad comenzaba a incrementar, ambos estaban tan sumisos en su riña que ninguno se daba cuenta.

—Yo le jure lealtad a Austria, no tengo porque servirte.

—¿En serio? Dime dónde está Austria, si le gustas tanto ya debería de haber venido por ti.

Los ojos azules del latino ardieron de coraje. Por más que trataba de odiar al austriaco, algo le presionaba el pecho por sus erróneos sentimientos.

Rusia frenó abruptamente. El mexicano tambaleó un poco por el movimiento. Sin inmutarse, el ruso bajo del vehículo con un ceño fruncido.

—¡¿QUÉ TE PASA PENDEJO?! —Exclamó imitando su acción.

El mayor no le contesto, caminaba por la acera con el celular en la mano, marcó un número.

« "Dile al oficial que te lleve a la mansión, Ucrania te resivirá y ayudará a acoplarte."»

Parecía que habló con Siria, no le dio oportunidad de responder al sirio, ya que, colgó la llamada rápidamente.

México observó como la patrulla se pasaba de largo; suspiro cansado, si quería llegar a la mansión tendría que quedarse al lado de Rusia.

Cerró la puerta y corrió para alcanzar al eslavo, se le dificultó un poco gracias a la multitud de personas. Aún así, notarlo por su altura le fue de ayuda.

Se coloco a su lado con algo de prisa.

—¿Qué quieres? —Cuestionó sin detenerse o dirigirle una mirada —. ¿No se supone qué no soportas estar conmigo?

—¿A dónde vas? —Preguntó ignorando la pregunta anterior.

El albino enarcó una ceja. Si el latino no le respondía no tenía porque contestarle a un mocoso consentido.

El azabache se desespero y jalo del brazo al mayor, dejándolo frente a frente.

—¡Te estoy hablando, imbécil! —Exclamó enfadado.

—No tengo porque darte explicaciones, niño. Deja de fastidiarme, es mas, ¿Por qué no vas a buscar a tu familia y dejas de joderme con esa voz tan chillona?

Se safo de su agarro y siguió su camino. México lo veía con un ceño fruncidos, apretó sus puños dispuesto a darse la vuelta e ir a cualquier otro sitio.

Cuando giro, encontró la figura de un hombre de sudadera negra, pantalón de mezclilla, cabello rubio cobrizo; sus colores eran azul fuerte con una cruz amarilla atravesandole. Este mismo lo observaba desde una distancia algo cercana, sus ojos cafés lo analizaban detalladamente de arriba abajo.

МафияDonde viven las historias. Descúbrelo ahora