Глава 37

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Caminaron en compañía del señor con bigote, este mismo los guió hasta una puerta gris un poco apartada y con poca iluminación.

El oficial abrió la puerta dejando ver un amplio salón con rejas de por medio haciendo división.

En una en especifico se hallaba un hombre sentado dando la espalda, vestía un uniforme gris a conjunto de las esposas en sus brazos y piernas.

——Tómese su tiempo. Si necesita ayuda solo toque el botón bajo la mesa—Dijo el guardia dándole al albino una llave antes de salir del cuarto y cerrar la puerta tras de si.

El latino se giro mirando a detenimiento el sitio, era oscuro y sombrío.

—Este lugar me da ñañaras. —Dijo mordiendo su labio inferior.

—¿Nunca habías visitado una prisión?

Cuestionó el mayor sin darle importancia y comenzar a caminar hasta una celda.

—No está en mi lista de lugares a los que ir. Sin mencionar que no me gustan los cuartos tan cerrados.

A paso lento siguió al ruso aunque manteniendo una pica distancia.

Rusia inserto la llave en la cerradura correspondiente, un sonido se resonó antes de que las rejas se abrieran.

Ambos chicos ingresaron, el ruso se puso a un lado del hombre, quien parecía no imputarse de la precensia a su costado.

—Siria. —Nombró, el de uniforme se digno a elevar sus ojos turquesa, al ver al chico su rostro mostró una tétrica sonrisa.

—Rusia. —Contesto con voz cantarina, saboreando las letras con detenimiento.

Siria era un hombre con cabello negro cenizo con una barba del mismo color, ojos turquesa y colores negro, rojo y blanco.

En la franja blanquiza se hallaban dos estrellas verde fuerte tatuadas a los costados.

El sirio y el euroasiático se sumieron en una batalla de miradas, como si estas mismas pudieran matar al otro.

—Ja... Ja... Ja... ¡Jaja... Jaja!... ¡JAJAJAJA!

Siria reía fuertemente, sus carcajadas resonaban por el vacío cuarto, rompió el contacto visual a causa de las lágrimas qué abandonaban sus ojos.

México estaba paralizado, no sabía cómo reaccionar. Rusia por otra parte soltó una risa nasal con una breve sonrisa en sus labios.

—Amigo mío, cuanto tiempo.

El asiático se levantó con trabajo y darle un abrazo al más alto. Dio unas cuantas palmadas en la ancha espalda para luego separarse.

—Ahora eres más alto. —Agrego separandose. —Y más serio, no lo puedo creer, jajajajajaja.

La atención del sirio se desvío al menor, México trago saliva nervioso cuando esas turquesas se posaron en él.

—Y has traído a un acompañante. —Con trabajo el ojimorado se acercó al latino.

Sus orbes lo miraban con detenimiento.

—Siria, él es México. —Rusia señaló con la mirada al mencionado. —México, él es el lunático de quien te hablé.

—¿Cómo que "lunático"? —Frunció el ceño molesto, sin embargo, retomo rápidamente su postura. —Mucho gusto, jovencito.

México hizo una leve reverencia.

—El gusto es mío.

—¡Que chico tan educado! ¿De dónde lo secuestraste, Rusia?

МафияDonde viven las historias. Descúbrelo ahora