Extra: Reintegrados.

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Kurt

Si la terquedad fuera una persona, esa sería definitivamente Gina, la mujer que camina conmigo siguiendo sus pasos mientras admira todo con gran alegría. Ni siquiera se fija donde camina y puede caer ante el menor descuido, lo que me tiene con el corazón a punto de estallar.

Solo que no es tanto por el alerta que todos los días tengo sino ante la imagen relajada que deja ver. No es la sottocapo ni la mujer que pone a otros de rodillas con solo una mirada, o tal vez sí, a mí.

Pero justo ahora nada de eso importa cuando prácticamente me tiene embelesado con solo su caminar mientras carga en sus entrañas a ese hijo que crece completamente sano en su vientre abultado. Un vestido verde turquesa la cubre junto con unas sandalias que le dan un toque más veraniego a su figura.

El pecho retumba con solo verla darse un respiro pero también debe comprender que necesita cuidar lo que hace, no exponerse a una caída o que el tiempo se complique mar adentro pero es tan terca que difícilmente desistirá de su idea.

__ Cuidado - hablo pero no me escucha más que para verme sin dejar de caminar. Me dedica una sonrisa siguiendo su camino mientras desata esa serie de latidos descontrolados en mi caja torácica.

El viento le mueve el cabello y a Gina parece gustarle tal cosa ya que su sonrisa no se va y me convenzo que es como un síndrome que infectó todo desde adentro, arrastrando mis límites para lo más lejano que pueda existir quedándose para siempre.

__ Mira por donde caminas, carajo. - repito sacando mis lentes en lo que cargo sus auriculares en su bolso, la maleta con ropa y unas toallas que dice ocupa para no sé que cosa. Solo ella se entiende últimamente, ya que por más que trato siento que no doy suficiente para sentirla plena.

Llegamos al yate que pedí prepararan esta vez. Mayleen se encuentra con Rayza que le da clases de francés mientras está en casa de quien llama abuelo.

No me he querido meter en los asuntos que oigo todos quieren resolver cuanto antes, pero por ahora mientras no toquen nada mío los dejaré que actúen por si solos. Nadie es débil como para que se dejen caer. Además, mientras mi nombre no figure en esa lista, o el de algunos que me importan no voy a interferir. Al resto se los puede llevar el diablo y me va a importar poco.

La ayudo a subir para luego lanzar las maletas a un lado, el capitán me indica que vamos a zarpar y ella más contenta no puede estar que su capricho se haya cumplido.

Cargo las maletas hasta el camarote mientras Gina recibe la comida que pidió, gustosa que comer a su antojo como si en casa no lo hiciera. Salgo a deleitarme con la vista maravillosa que ofrece el cielo azul y el mar tranquilo. Hay probabilidades de que llueva, aún así acepté hacer este último viaje antes que de a luz y tengamos menos movilidad con un bebé pequeño.

El sol me da en la cara pero en definitiva es agradable una calma tan deseada como esta. Recibo la copa de champaña que bebo de golpe entrgando de nuevo el cristal que se llevan. No vengo por nada en especial, solo un descanso que quería, solo que lo imaginaba en casa no en un yate.

__ Mira lo que encontré - dice Gina atrás de mi. - Un galán... o mejor dicho mi esposo galán.

Doy media vuelta solo para ver a la mujer que no deja de verme tal y como lo hizo esa primera vez en el muelle en esa noche lluviosa, el día en la reunión con la organización al regresar después de años, pero más se asemeja a cuando fue por mí a la Villa. Su vientre abultado es un claro ejemplo de uno de mis grandes logros en la vida y que si lo quiero lo voy a tener.

Nadie ha sido capaz de negarme algo y menos ella, porque ambos lo deseamos.

__ Que bueno que tienes claro lo que soy - me quedo observando su figura - Tu esposo - miro su abdomen - Y el que ayudó a la creación de ese ser que llevas con orgullo sabiendo lo que representa.

RematchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora