Carlos

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Era desgarrador verle la sonrisa mientras de su brazo se colgaba una mujer que no conocía ni un poquito al hombre que había conocido y sentido yo. Era dificil conformarme desde la distancia cuando muchas veces lo he tenido en la intimidad, tanto sexual como sentimental. Nunca me había fijado en lo locamente embobada que me traía, nunca me dí cuenta que yo no significaría más que los profundos recuerdos. 

La rubia brincaba feliz mientras su mano dejaba ver el anillo que sellaba el cierre de un tóxico noviazgo e iniciaría un matrimonio donde seguramente seguirian la mismas caracteristicas, porque no eran almas gemelas y no estaría ni cerca de estarlo. 

Bebí mi café para intentar olvidar la discusión que tuvimos por la noche, donde mi habitación paso de ser un lugar de descanso a una batalla campal donde yo le sacaba a flote todas esas veces que estuve para él porque lo quería y lo conocía, pero el parecia estar empecinado en pedirle matrimonio a la rubia.

- Sabias que seguir mirando en esa dirección no cambiará nada -comentó Daniel.

El australiano sabía la historia que tenía con Sainz y se preocupaba de verme feliz, pero era dificil hoy que yo cambiase mi seriedad por una sonrisa.  Finalmente se me estaba escapando el hombre del cual me había enamorado y me había costado meses en darme cuenta. 

- Creo que será bueno que vaya al hotel -agregué- he terminado mi trabajo por hoy acá.

Con dificultad arrastré mi cuerpo hacia el auto rentado, la pista quedaba a una razonable distancia y entre preferir el transfer para los trabajadores, preferí tener por cuatro días el mio. En mi hombro colgaba la mochila donde tenía mis cosas, no tardé en tirarlas dentro cuando sentí la voz de la chica con más suerte de este maldito y desquiciado mundo. 

- A ti te buscaba, querida -me giré y su sonrisa era tan amplia como el mar- creo que ya sabes, al igual que todos, que me han pedido matrimonio -mostró orgullosa su anillo, una elección hermosa por parte del español- y sólo pienso en que la más indicada para estar ese día junto a mi es la chica que ha cuidado de mi hombre. Es un poco informal, pero me encantaría que fueras mi dama de honor.

¿Un patada en el estomago? ¿una bomba en mi estomago? cualquier destrucción estomacal quedaba pequeño a lo que realmente sentía a nivel corporal en ese momento. Las ganas de llorar no tardarón en llegar, pero las retuve mordiendo mis labios. La chica esperaba una respuesta y estaba segura que nada decente saldría de mi en ese momento. Intenté respirar sin demostrar ganas de matar, y así pude susurrar.

- De verdad lo siento Isa, pero hoy no es un buen día. 

Me subí al auto y apenas ingresé la llave la ventana se bajo, maldije en mi interior porque le abrí esperanzas a la mujer que menos deseaba ver por este día.

- ¿lo pensarás? -preguntó desde afuera.

- Seguro.

Ni milesimas pasaron para que yo arrancara con necesidad de ahí, quería ir a mi habitación y ahogarme entre las cinco almohadas que ponen sobre las camas. Hubiera deseado estar en casa porque podría ir al pequeño bar de mi living y sacar alguna botella de fuerte licor y vertirla sobre mi organismo como si fuera agua bendita. Hoy sólo podía conformarme con agua semigasificada y galletas de avenas.

Los ojos me dolían, tanto que había pedido hielo a la habitación para poder colocarlo sobre mis ojos. Ricciardo y Michael -su couch- se aseguraron que llegasen unas cajas de chocolates a mi habitación para intentar amortiguar el vacío que comenzaba a sentir dentro de mi. Cuando llegó la primera caja sólo texteé ''Tengo a los mejores amigos del mundo, no sé que haría sin ustedes'', me reenviaron una foto que me resulto algo graciosa. Ambos intentando hacer un corazón con sus manos, pero no tenian forma de corazón.
Fui por una bolsa para botar todos los pañuelos usados y que me cama dejasé de parecer un maldito basurero cuando el timbre sonó, entre sorbetes y pasos languidos llegué a la puerta. 

ONE SHOTS- F1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora