Capítulo 32

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-¿Te gustó el helado? - pregunto mi esposo a la vez que se quitaba el saco y la corbata.

-Sí.

-Me alegra escuchar eso - sonrío. -Bueno Gema, tenemos que hablar - su voz era dura, casi amenazante y no pude evitar sentir un escalofrío recorrer mi cuerpo.

-¿Sobre qué?

-Mi querida esposa, el día de mañana haré un viaje de negocios. Volveré pronto, espero que en mi ausencia no hagas ninguna travesura ni intentes nada - se acerco a mí y me abrazo. -No te preocupes, no te faltara nada. Mamá estará cerca para echarte un vistazo y asegurarse de que este todo bien, mi chófer y los guardaespaldas están a tu disposición solo para llevarte a la escuela - beso mi frente - se buena y tendrás una buena recompensa.

Era algo que no podía asegurar, convivir con su madre iba a ser muy complicado. Pero no tenía alternativa, la vida de mi madre y hermanos estaban en las manos de Debram Russo.

-Claro que sí, seré buena en tu ausencia - sonreí falsamente y lo abracé.

-Muy bien, ahora ve hacer los deberes de la escuela.

(...)

-¿Qué haces aquí Debram? - pregunte con nerviosismo a la vez que me aferraba a las sábanas.

-¿No es obvio? Vengo a dormir con mi esposa - sonrío - te voy a extrañar mucho mi pequeña Gema, la luz de mi vida - dicho eso se acomodo en la cama.

Es un maldito idiota.

-Bien, entonces descansemos. Mañana tengo clases.

-Te noto tensa.

-Es solo que, me gusta dormir sola.

-Te permito dormir sola porque se el espacio que requieres a tu edad, pero de vez en cuando me tendrás aquí Gema. - se humedecio los labios antes de volver abrur la boca - Bajo tus sábanas, compartiendo de la oscura noche que nos envuelve, disfrutando de la calidez de tu respiración cuando plácidamente te encuentras soñando - los intensos ojos de Debram se posaron en los míos haciendo que mi corazón se acelere.

-Poeta. - es lo único que logro salir de mi boca.

-Tú querida Gema, eres la musa que me incita a escuchar los latidos que brotan de mi corazón al verte llegar a mí - poso una mano en mi mejilla y simplemente cerré los ojos, sintiendo su tacto penetrante mi alma.

Entonces, el miedo y odio se esfumó en tan solo esos segundos tan diferentes a la personalidad de aquel hombre que me arrebato la inocencia y mi vida junto a mi familia.

-Soy culpable de tu desgracia, pero tampoco puedo dejarte ir - solo necesite eso para abrir los ojos y mostrarme tan dura como él.

-¿Por qué retienes a una chica que ni siquiera es un adulto? ¿Por qué no solo te casaste con alguien de tu edad? - el remordimiento y desprecio recorría mi cuerpo.

Las mejillas me ardían y mi mente estaba obligando a mi boca a hablar.

-Gema no puedo otras mujeres.

-¿Ni siquiera te... - me interrumpí.

-¿Ni siquiera me quieres? Lo sé, no me sorprendería tu llanto fue siempre muy fuerte y jamás fuiste de caracter debil. - beso mi frente.

-¿Llanto? - pregunte confundida.

-Desearía ser un alma transparente como tú mi bella Gema, pero no quiero que me odies más de lo que me has odiado. - acarició mi cabello con delicadeza mientras su mirada se perdida en la nada.

-No te odiaré.

-Solo se les da una oportunidad a las esposas jóvenes para saber la verdad del como son escogidas. Tú fuiste un caso muy especial, lamentablemente en esto también está involucrado el mentiroso de tu amigo Dann. - afirmó.

-Por favor Debram, explícame - me acerqué a su pecho y me recosté - por favor - insistí.

-No Gema. Mejor descansa, yo velaré tu sueño.

Esto era cada vez más inquietante odiaba los secretos que guarda esta maldita familia con la que estoy involucrada.

(...)

-Pórtate bien Gema, se buena estudiante. - ordeno mi esposo besando mi frente. - Volveré pronto

-Sí, buen viaje. - mentí.

Desde lo más profundo de mi corazón deseaba que muriera.

-Ahora ve a clases.

Asentí.

Caminé hacia la entrada del colegio y por el camino me encontré a Marianne, quien venía tarareando una canción.

-Vaya Gema, que gran carro en el vienes. - sonrío.

-Ah... s-sí.

Me dio codazo amistoso.

-Hoy es Martes de ¡tacos! ¡Te va a encantar!. - chilló con alegría.

Sonreí ante su actitud infantil.

-¡Hey revoltosa! - gritaron a mis espaldas - ¡espera!

-Y ahí viene. - refunfuño la pelinegra cruzándose de brazos.

Tanto mi amiga y yo nos detuvimos a mitad del camino esperando al joven de ojos marrones.

-Toma - dijo con la respiración entrecortada a la vez que me entregaba unas hojas llenas de información - es para el proyecto no creo que puedo avanzar lo hoy, así que ahí esta un poco de mi parte. Mañana trabajamos en el resto.

Me limité a observalo a lo que él tosió para romper el silencio que se había formado entre nosotros.

-De acuerdo joven Scott. - y después de eso me encaminé junto a mi amiga hacia el salón de clases.

-Es odioso hasta para intentar cumplir con un proyecto.

-Calma Marianne, al menos demuestra interés en esto - me encogí de hombros - solo espero que no me deje haciendo esto sola.

-Sí lo hace yo misma me encargaré de hacerlo pagar amiga.

La pelinegra y yo echamos a reír ante su comentario.

Las horas pasaron y la clase de física había comenzado, todos el campo corriendo, saltando o tan solo platicando. Era inquietante porque jamás fui buena en el deporte, siempre fui un imán para los balones o eso creo ya que tengo la mala suerte de que uno se estrelle en mi cara.

-¡Vamos Gema! Es tiempo libre, podemos hacer lo que queramos - me animo Marianne tomando un balón en mano.

-No, creo que iré al baño me duelen las piernas - mentí, mi objetivo es escapar de los balones.

-Bueno, yo estaré aquí panteandoles el trasero a estas muñecas de plástico - río.

Sonreí mientras bajaba las gradas a paso rápido. Me encamine hacia lo que es el salón de clases justo pasando por salón de música me encontré a Scott, durmiendo en uno de los pupitres de allí.

Me acerqué a él y lo desperté de un tirón de cabello.

-¿Vienes a dormir o a estudiar?

-¿Eres solo una revoltosa o también una entrometida? Además, ¿no estabas en clases de física? - pregunto mirándome de pies a cabeza.

-Estoy cansada.

-¿Qué? ¿Quieres dormir conmigo? - pregunto con sarcasmo.

-¡Eres un idiota!

-Solo estoy bromeando revoltosa, no te amarges - río fuertemente - siéntate, aquí nadie viene, si vas al aula alguno de los rectores te harán volver al campo.

Sin pensarlo mucho me senté al pupitre que estaba al lado del suyo.

-¿Qué te hizo cambiarte de escuela niña rica?

-No soy una niña rica - respondí casi en un susurro.

-¿Y ese auto en el que vienes? Es demasiado lujoso para que digas que eres pobre y que estas aquí por una beca bien ganada ¿o es que eres parte de una familia de ladrones bien portados, o ya se parte de una familia de mafiosos?

Mi corazón dio un brinco del susto al escucharlo decir eso, era realmente un estudiante aquí o ¿Qué? ¿Era esto una broma?

La esposa jovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora