DEBRAM
-Me gustas mucho Debram -susurro Ariana en mi oído para después besar mi cuello.
La aparté bruscamente y la mire directamente a los ojos, simplemente no. Ni siquiera con los efectos del alcohol ella podría ser confundida por Gema.
Gema, mi hermosa Gema. Estoy tan confundido que ya no se si realmente soy yo el cruel, o es que envenene tu corazón tras arrastrarte conmigo al infierno.
Los besos de Ariana solo me removían el estomago, pensé que tras varios tragos no sentiría remordimiento, pero la verdad es que si. Ni aun teniendo los pechos y las piernas de la que creía mi amiga disponibles para mí lograban excitarme.
Definitivamente Gema me había vuelto loco, era con la jodida droga. No podía tocar ahora otro cuerpo que no sea el suyo.
Me levanté del sofá llamando la atención de Ariana.
-¿A donde vas? -pregunto.
-Saldré a caminar un poco, y cuando vuelva espero que ya no estés aquí.
-Pero...
-¡Qué te largues de una puta vez!
-Esta bien.
Y sin más que decir, salí de la casa de playa.
(...)
Camine y camine, no se cuanto tiempo me la había pasado así hasta que note un ligero dolor en las piernas, pero no me importaba seguir. Solo quería tener la mente en blanco y que el maldito dolor que me estaba consumiendo desaparezca.
¿Necesitaba tirarme un balazo al corazón para que deje de sufrir?
Si era así, no me importaría hacerlo.
Quizás si hubiera nacido en una familia normal, quizás si fuera alguien de la misma edad de Gema ella pudo haber fijado en mi.
Quizás...
¡Carajo! ¡En que carajos estaba pensando!
¡¿En que puto momento me deje dominar por mis sentimientos?! Soy uno de los más grandes mafiosos. Tengo influencia en el bien y el mal en el mundo, estas bajezas llamadas sentimientos no son lo mío.
-¡Joder Gema! -grité.
Al carajo si no me amaba, tengo suficiente amor para los dos. Podía hacerla feliz hasta que me amara yo sabia que sí.
Corrí sin descanso hasta poder llegar a casa.
Ariana ya no estaba, pero eso era lo de menos. Yo quería ver a Gema, ¡necesitaba de ella!
Así que a grandes zancadas fui hacia la habitación de mi esposa, entre y... ahí estaba ella. Se había quedado dormida en una esquina de la habitación. Me acerqué tratando de hacer el menor ruido para no despertarla, y cuando la tuve frente a mí se me estrujo el corazón. Sus largos suspiros y sus parpados hinchados la delataron, había llorado.
¿Tanto me odiaba?
Tanta rabia le provocaba que un hombre como yo la ame tanto.
-Te amo -susurre.
Estaba equivocado cuando dije que mi amor era suficiente para los dos, si no podía hacerla feliz mi amor no serian más que migajas para ella.
¿Era egoísta por querer tenerla para siempre a mi lado?
Yo solo deseaba hacerla sonreír, solo quería que ella me amara de la misma manera en la que yo la amaba. Pero claro, un demonio no tenia acceso al paraíso, eso lo tenia más que claro. Era tan dichoso cuando veía a Gema sonreír que por momentos pensé que estaba soñando, no podía creer que era realidad. Tener a la chica más hermosa como esposa, escucharla reír y su inocencia, como adoraba la adoraba. El modo en el que se le hinchaban ligeramente las mejillas cuándo se enojaba la hacían lucir tan tierna.
Mi adorada Gema, ¿Qué puedo hacer por ti para complacerte?
Entonces una idea cruzo por mi mente haciendo que me de una punzada en el corazón.
-No -musité.
Negué con la cabeza.
No podía. No quería.
-¿Es eso verdad? -le susurre como si ella estuviera al tanto de la lucha interna que estaba teniendo justo ahora.
Un nudo se me formo en la garganta y mi cuerpo sentía mucha debilidad.
Tome a Gema en mis brazos y la lleve a la cama, la dejé delicadamente en el centro para después besar su frente. Con lagrimas que amenazaban con salir, fui a mi habitación y busque en la mesa de noche una libreta junto a un bolígrafo.
-Estaba bien Gema, hoy te haré inmensamente feliz.
Entonces hice lo que cualquier otro ser maligno no hubiera hecho.
Abrir su corazón.
(...)
No solo estaba llorando, también tenia el corazón roto. La única mujer a la que había amado en toda mi maldita vida, quién había reconstruido a un hombre lleno de grietas, ella, esa misma mujer me mato en vida.
Nada era suficiente y esa discusión me hizo entenderlo a la perfección.
Ni todo el dinero del mundo podría comprar el corazón de mi pequeña Gema. Pero hoy, haría mi mayor muestra de amor aunque luego me arrepienta de esto, si amar es hacer feliz, también es dejar ir. Y Gema no merecía seguir unida a alguien tan desagradable como lo era yo.
Con los latidos acelerados doble la única carta de amor que había escrito y luego me quite el anillo que nos mantenía unidos como marido y mujer.
Tome delicadamente la mano de quien pronto dejaría ser mi esposa y le coloqué la carta junto al anillo.
Mi primer y único amor.
Mi pequeña Gema.
Solo déjame a tu lado un par de horas más.
Y mientras los minutos, las horas pasaban yo no dejaba de observar a Gema dormir tan profundamente. Se veía hermosa, tan bella como un ángel. Aunque siendo sincero eso era lo que ella siempre fue, un ángel que me ayudo a salir de la oscuridad en la que había estado desde que fui engendrado.
Lamentablemente yo mismo me encargue de cortar sus alas. Así que su odio hacia mi estaba más que justificado.
El cielo comenzaba aclararse así que era hora de decir adiós.
Mis lagrimas incrementaron a la vez que un vacío en mi corazón comenzaba aparecer.
-Hoy por fin restaure tus alas de ángel preciosa, ya podrás volar... -limpié mis lagrimas- lejos de mí.
Respire hondo y me dirigí hacia la puerta de la habitación.
Mis cuerpo temblaba.
-Adiós Gema.
Entonces, salí de ahí aunque lo que más deseaba era quedarme.
Fui a mi habitación, tome una casaca y me la puse rápidamente, y a grandes zancadas salí de la casa como un cuerpo sin alma.
-Buen día señor -saludo Mark.
-Pide algo para comer y que lo dejen en la cocina, luego lleva a Gema al aeropuerto y allá Nick se encargara de cuidarla -expliqué.
-¿Y usted señor?
-Yo, tengo otro vuelo que tomar.
Uno que me lleve lejos de Gema, para ya no poder hacerle más daño.
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La esposa joven
RomanceCumplir los quince años no siempre es lo mejor, aveces es simplemente una maldición.