𝟑.

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Otro día en este infierno.
Habíamos llegado una hora antes de que sonará el despertador, por lo cual no dormí nada.
Llegó la enfermera y vigilé la cantidad de pastillas que me entregaba.
-Hoy tienes clases de piano y psicologa- recordó ella.
Ella quedó esperando a que la tragase y lo hice, la tomé.
Salió de la habitación y escupi mitad de la pastilla en el suelo. Aiden me había contado que era psiquiatra (sorprendentemente) antes de que pasase todo eso y la dosis que me daban era más de la necesaria. Que con esa mitad sobrante en cualquier momento podría dejar de hacerme efecto tomar ninguna pastilla. Por una vez me creía algo de lo que me decía.
Fui a las duchas con Claire, que hoy se había levantado con ganas.
-Te veo muy animada eh- comenté.
-Lo estoy, ayer Paul y yo nos besamos.
-¿Enserio?
-Si, fue muy bonito todo.
-Me alegro mucho cielo- dije eso y la abracé.
Nos duchamos mientras charlabamos de todo y a la vez de nada. Con ella todo era más fácil, hacia que me olvidase de mis problemas por un momento.
Nos cambiamos y nos despedimos, ya que tenía que ir a la sala de música. Para estar en el psiquiátrico era una sala muy amplia y completa. Había instrumentos de todo tipo, para mí sorpresa cuando entré aqui.
Me había apuntado a esta actividad ya que desde pequeña había amado tocar el piano. Gané dos concursos y era mi pasatiempo favorito.
Ahora los recuerdos que tenía de mi vida anterior, me quitaban las ganas de tocar.
Comencé a tocar una canción que me había enseñado mi padre. Él era profesor de música , y con él aprendí todo lo que sé ahora.
Estaba tan metida en la música que no me enteré de que alguien entrara en la sala.
-No me dejas de sorprender bonita.
-¿Eres consciente que si te pillan aquí te meterás en problemas?
-Si es por haber estado contigo, no me preocupa.
-No me vaciles.
-No lo hago, ¿por qué crees que te busco siempre?
-Porque te aburres en tu jaula- afirmé con la cabeza.
-No, porque cada vez que me alejo de ti pierdo un minuto contigo.
Paré de tocar y sentí algo raro en mi interior.
-No sé que opinar.
-No hace falta que lo hagas bonita.
-Ya lo sé.
-Sabes mucho.
-Como tu, ¿no?
-La diferencia entre tú y yo es que tú sabes mucho sin saber nada.
-Me das pena.
-No te la doy.
-¿Y tú que sabes?
-Después de haber estudiado psiquiatría, sé que cuando estoy cerca tuya no sientes miedo ni asco, pero si atracción.
-Mas te gustaría a ti.
-No te digo que no. Pero siempre que llego te mantienes a dos pasos de mi y cada vez que me acerco parece que no te molesta en absoluto.
No dije nada ya que no se equivocaba, estaba pegado a mi y en ningún momento me aparté.
- El silencio dice mucho por si solo.
-Lo sé.
-En algo me tienes que dar la razón.
Se acercó a mi y besó mi mejilla. Sentí mis mejillas arder y aparté la mirada.
-Tengo que irme, adiós.
Dicho eso recogí mis cosas y marché casi corriendo.
Este chico tenía algo que me hacía mantenerme cerca de él siempre.
Era un misterio por resolver, que por muy peligroso que fuese necesitaba hacerlo.

Abrí la puerta de la consulta de la señora Mckencie y me senté en el sillón enfrente de ella.
-¿Cómo estás Natalie?-preguntó.
-¿Cómo cree que estoy?
-Asustada.
-No lo describiría así.
-¿Cómo lo harías?
-Aturdida.
-Entiendo. Fue un momento muy traumático para ti, y seguramente te haría recordar a la muerte de...
-No los nombre. Pero si tiene razón.
-Lo siento, culpa mía.
-No se preocupe.
-¿Qué tal tocando el piano? Me han dicho que has acudido.
Me llegó a la mente la imagen del pelinegro besando mi mejilla y me dio un escalofrío.
-Como siempre, entretenidas.
-Te haría bien volver al hábito que tenías antes. Así podrás salir antes de aquí.
-¿Eso cree?
-Si, calculo que en un año podrás irte del centro.
-Que bien escuchar eso- sonreí.
-Solo hace falta que cumplas tus obligaciones y mejores mentalmente, ya lo sabes.
-Si, claro. Adiós señorita Mckencie.
-Adiós.
Salí de la habitación con una sonrisa en el rostro, por primera vez me sentía feliz de verdad.
-¿A donde vas tan contenta?- ya tardaba en aparecer Aiden de las esquinas.
-No es de tu incumbencia.
Seguí andando sin dejar que su presencia me amargara. Tenía que ir a mi habitación, donde me esperaba Grace.
-Te dan el alta pronto, ¿verdad?
-Joder, ¿cómo sabes todo? ¡Que agobio!
-Porque poca gente que está aquí sonríe salvo si le dan el alta, y a ti nunca te vi hacerlo.
-Tiene sentido, pero para de analizarme ¿me harías ese favor?
-No, eso no lo podré hacer.
-Me lo imaginaba.
Dije eso y cerré la puerta de mi habitación, dejándolo solo en el pasillo.
-¿Con quien hablabas?- pregunto Grace con una ceja encarnada.
-Con Aiden, cada vez me parece más extraño.
-Yo que tú no me acercaría a él- advirtió.
-¿Por?
-Me han dicho que mató a su familia, y intervino en otro crimen, con otro chico que está en el centro.
-Algo me tenía dicho él ya.
-¿Y estás tan tranquila?
-Hombre, no me voy a echar a llorar.
-Si tu estás bien, no tengo nada más que decir.
Dicho eso comenzamos las clases. Hoy tocaba mi tema favorito "fuerzas".
Como no era de extrañar ella era pésima en eso. No le digo nunca nada para que no se desanime pero le veo crudo conseguir el título. Aunque la voy a ayudar en todo lo que pueda, para que no se sienta mal en ningún momento.
Estuvimos dos horas hasta que se hizo de noche y quiso visitar a Paul.
Poco después de que ella se fuera, alguien tocó a mí puerta.
-Pasa.
-Bonita habitación bonita.
-¿Qué quieres ahora?
-Decirte las buenas noches.
-¿Vendrás siempre o que?
-Exacto.
-Pues buenas noches.
-Buenas noches bonita- dijo mientras cerraba la puerta.

Cada vez estaba más cerca de mi perdición y no me daba cuenta.

Sólo tú y yo [EN REVISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora