Poema

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¿Qué debía hacer? ¿Dejar otro poema a medias?

Quería saber quién había tenido el atrevimiento de escribir en algo así de privado. Respiré profundo y cerré mis ojos. ¿Y si lo dejaba aquí todo el día y al anochecer venía por él? ¿Escribirían algo? Suponiendo que fuera alguien del personal, podrían responder si nadie los observa...

Un golpe en mi frente me hizo abrir mis ojos.

―Despierta. Tienes que ir a entrenar.

―Hoy es tu turno, Toshiro. Recuerda que el entrenamiento del Alpha es más pesado y prácticamente no asistes.

―Sabes que me siento mal por ser mejor Alpha que tú y quiero que tú también tengas un poco de los privilegios que gozo, mi entrenamiento especial, por ejemplo.

―Y tus lecciones de piano, de economía, de combate, yoga, literatura, matemáticas y todo lo que no te apetezca aprender...

―Ser Alpha tiene que ser más divertido que un montón de profesores y reglas.

―Ser Alpha es una responsabilidad, es un deber para con la manada, no un título que presumir frente a las hembras de otras manadas. Tienes 26 años, deberías ser más responsable, lo has tenido todo.

―Yo quiero lo que de verdad importa, ser el mejor, no el más inútil. Ahora, levántate y toma mi entrenamiento o le diré a todos que me desobedeces.

Sin más qué decir, sacudí mi ropa por los pequeños pétalos del árbol y el pasto en el que me senté, entré de nuevo a la casa y busqué ropa adecuada para entrenar. Mi hermano no había dejado de ser un niño inmaduro, irresponsable y consentido. Mi familia lo llevó a ser lo que es.

Cuando lo nombraron Alpha, intercambiamos lecciones, él tomó las mías por tres meses y desde entonces me obliga a asistir a las suyas y a las mías. Los profesores intentaron hablar con mis padres cuando aún era tiempo, mi padre terminó creyéndole a Toshiro y muchos fueron despedidos. Llegué a un acuerdo con la mayoría de ellos y arreglamos un horario en el que pudiera asistir a todas las lecciones sin saturarme.

Mi relación con ellos es buena, en espacial con nuestro entrenador, es sólo un par de años mayor que yo y tenemos varios años entrenando.

Cuando estuve listo, caminé al dojo que tenemos en casa, antes sólo practicábamos artes marciales, ahora entrenamos de todo; boxeo, kickboxing, karate, yoga, taekwondo, etc. El objetivo principal era mantenernos activos y en forma, algunos ancianos tienen la tendencia a pensar que aún hay un enemigo esperándonos.

―Te esperaba, Mizuki― me saludó Rintaro, el entrenador―. Espero que te alimentaras bien porque hoy será el día en que te canses primero.

Habíamos dejado las formalidades atrás, sólo seguíamos el protocolo en presencia de alguien más y cuando practicáramos karate; con el saludo que me dio, sabía que hoy era informal. A la entrada me quité las sandalias que llevaba y entré. Me lanzó unos guates de entrenamiento y los atrapé.

―No te cansas de perder― reí―. Sabes que eso no pasara.

―Lo intentaré hasta que lo logré. Siempre me pregunto cómo lo haces, podrías estar entrenando todo el día y apenas sudar para el anochecer, tu cuerpo es bastante resistente. Podrás no tener orejas ni cola, pero de humano no tienes nada.

―Sólo es suerte, supongo― levanté mis hombros y seguí poniéndome el guante que me hacía falta―. ¿Qué haremos hoy?

―Primero, calentamiento.

Rintaro era de los pocos que se negaban a la idea de que era humano, hicimos varias pruebas para conocer los límites de mi cuerpo y cada vez que superaba mi propio limite, quedaba asombrado. Con el tiempo nos cansamos de ese juego y decidimos seguir con un entrenamiento "ligero", así lo llamaba él.

El Sol & La Luna [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora