El doloroso pasado

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Era una joven hembra de algunos 27 años. Tenía el cabello castaño rojizo y se veían claramente sus rasgos de zorro. Una pareja mayor, aparecía detrás de ella; parecían ser sus padres.

―Joven―habló el macho mayor, al parecer mi hija mayor se ha imprimado en usted.

¿Impronta? ¿Mi pareja es su impronta?

Me quedé en blanco, sólo sostenía su brazo.

―Soy la Alpha de la manada― dijo orgullosa―. No puedo esperar a que estemos juntos por siempre.

Sin una palabra, me paré frente a quienes parecían ser la familia Alpha. Invoqué una fuerte ventisca, tomé a mi compañero y desaparecimos de aquel lugar.

Llegamos a un bosque en medio de algún lugar. No sabía qué hacer o qué decir. Sabía bien que lo que estaba haciendo no era lo correcto, se tenía que cumplir con aquel acuerdo al que todas las deidades accedimos. Ahora era turno de mi hermano Tsukuyomi, tenía que unirse a la Alpha de esa manada.

Sin embargo, yo... yo no podía permitirle irse de mi lado.

―Amaterasu, lo que hiciste no está permitido.

―Ya lo sé.

Nos quedamos en silencio. Le di la espalda y me alejé unos metros. Sentía su mirada en mi espalda. Estábamos aturdidos por la noticia, en especial yo. Sentí como el aire comenzaba enfriarse y el cielo pronto se nubló.

Por dentro sentí como moría; mi corazón había dejado de latir, por dentro mi alma sufría. Sabía que ese fue nuestro último beso, sus manos ya no acariciarán mis mejillas, sus dedos no tocarán mi cabello nuevamente, no volveremos a ser lo que éramos momentos atrás.

Ya no lo escucharía cantar, ya no volvería a oler su perfume, no volvería a besar sus labios, tampoco sería mi compañero nunca más.

Caí sobre mis rodillas, mis manos hacían presión sobre mi pecho y mis lagrimas carmesí comenzaron a caer. Grité con tanta fuerza que deseaba que colapsaron mis pulmones.

Sentí como mis cuerdas vocales se desgarraban y mis ojos ardían con dolor. No podía hablar, ni respirar.

Los rayos y los truenos describían un poco de todo el dolor que sentía. El viento golpeaba con tanta fuerza que varias ramas cayeron de los árboles. La lluvia azotó la tierra con tanta intensidad que era imposible ver nada frente a ti.

Tsukuyomi no se alejó de mi en los cuatro días que duró mi tormento. Al quinto día, ya no tenía energía, la lluvia lavó todas mis lágrimas, ya no tenía sentido alguno. No tenía más fuerzas, él no se iba, pero estaba segura que no se quedaría.

Se acercó a mí y con fuerza me abrazo, su abrazo dolía por el último.

Tengo que irme.

―No me dejes, Tsukuyomi―le rogué―. Podemos irnos de estas tierras, sólo tú y yo. No tienen por qué saberlo, sólo ven conmigo.

―No puedo, son las reglas, Amaterasu.

―Por favor, vámonos. Hemos estado juntos por siglos, no podemos separarnos ahora.

―Tenemos que cumplir con nuestra promesa. Esa cambia-forma podría morir si no cambio a la forma que el destino me ha dado.

― ¡Tu destino es estar junto a mí! ― comencé a llorar― Sólo estando juntos podremos ser felices. Esa cambia-forma puede encontrar a alguien más que sea su compañero.

―Sabes bien que no es posible, una vez que su impronta ha aparecido no hay nada más que pueda sustituirle. Tengo que cumplir con mi deber.

―No me abandones...

El Sol & La Luna [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora