Todos estaban reunidos en el jardín, como cada almuerzo, aunque algo faltaba. Merlina no podía encontrar a Enid, -Que extraño- pensó, pero siguió caminando por los pasillos hasta que se encontró con Xavier. -Merlina, que gusto me da verte de nuevo- Dijo el chico entusiasmado - ¿Dónde está tu extensión rosada?- refiriendose a Enid. -No la he visto desde que salimos de nuestra habitación- respondió Merlina con una mirada inexpresiva, -¿Ya la buscaste en el patio trasero? allá se la pasan la mayoría de lobos- respondió Xavier. Cierto, se había olvidado de que Enid, por fin, se había enlobado. Sin decir una palabra más comenzó a caminar por los múltiples pasillos hasta llegar al patio trasero donde, efectivamente, estaba Enid y el resto de lobos.
Al ver como Enid no notaba su presencia, Merlina sintió algo extraño en la cara; le ardía, como si le hubieran prendido fuego. Su semblante cambió. Era una sensación que jamás había sentido, y a pesar de que ser prendida por fuego no eran palabras desagradables a sus oídos, en esta ocasión detestaba sentirse así. En eso, Enid se percata de que Merlina llegó. Le regala una gran sonrisa y un saludo lejano con la mano, pero Merlina no devuelve el saludo, su mirada está clavada en el suelo, tensa, sin poder moverse. Para cuando logra tener control de si, sólo es capaz de levantar la mirada, la cual se cruza con la de Enid, y salir corriendo hasta su habitación.
Enid está confundida, al igual que merlina. -¿Qué pasó?- se preguntan ambas.