Enid estaba más inquieta de lo normal. Se acercaba la luna llena y estaba nerviosa. Ya se había enlobado antes, cuando casi matan a Merlina, pero esta vez sería distinto ya que debería de estar con los de su manada, encerrada.
Un lobo vive para proteger a su pareja, la cual, primero debe ser marcada con el olor de su lobo, pero mientras esto no suceda, sólo existe un lobo incontrolable y fuerte, capaz de hacer mucho daño, incluso a sus seres queridos.
Las orejas de lobo ya se lucían en la cabeza de Enid. Merlina, llena de curiosidad, se acercó para observarlas mejor. Cubiertas de un pelo espeso y castaño, Merlina no pudo evitar tocarlas. Su tacto hizo estremecer a la loba. Aún le parecía extraño el contacto físico de la pelinegra.
Merlina comenzó a acariciar las orejas de Enid, y sin darse cuenta, tocó un punto sensible para aquella chica, que exhaló fuertemente ante el roce de sus dedos. Rápidamente se dio cuenta de lo sucedido y se separó, apenada.
-Creo que ya debo irme, no quisiera transformarme contigo aquí- soltó la loba, nerviosa.
Comenzó a guardar ropa extra en su mochila, además de una frazada y audífonos.
Enid se disponía a salir, pero se detuvo en seco. Dio media vuelta para dirigirse hasta Merlina y robarle un beso rápido. Aquella acción tomó desprevenida a la pelinegra, que empezó a sentir que su rostro ardía en llamas. -Nos vemos mañana- dijo Enid, saliendo velozmente de la habitación, dejando a Merlina hecha un manojo de emociones.
En aquella habitación repleta de jóvenes lobos solo podía respirarse nerviosismo. Todos esperaban poder alcanzar a ver la transformación de Enid. La recibieron con abrazos y aplausos por, al fin, haberse enlobado y así poder unirse con ellos, Pero las cosas no salieron bien para Enid.
La luna llena llegó a su cúspide, y con ella, la transformación de todos; menos la de Enid. -Mierda- dijo asustada, los demás comenzaban a transformarse, mientras ella, de lobo lo único que tenía eran las orejas, la cola, el hocico y por su puesto, sus garras coloridas.
Había quedado la transformación incompleta. Ella no debía de estar encerrada. A pesar de estar con su familia, el lado lobo de estos no la reconocían como un miembro de la misma, ya que, no se había enlobado.
Enid era un blanco fácil en una habitación llena de lobos dispuestos a atacarla. El miedo comenzó a invadir cada parte de su cuerpo.
Lo único que se le ocurrió fue escribirle a Yoko. -mi transformación quedó incompleta y todos aquí ya se enlobaron. Tengo miedo Yoko.-
Al enviar ese mensaje fue cuando cayó en cuenta de todo. Podía morir esa noche si no salía de ahí.
Su alma se fue al suelo en cuanto sintió las garras de un gran lobo en su espalda, haciéndola sangrar. Enid pegó un grito desgarrador, el cual alertó al resto de lobos. Ella era una amenaza, y no la dejarían ir tan fácil.