Merlina acababa de regresar a su habitación con Enid. Se sentía extraña. Tenía la sensación de haber hecho y dicho algo que no iba con ella. Esperaba que fuera un sueño.
Al abrir la puerta no encontró a su compañera de cuarto; en cambio, sólo encontró una pequeña nota escrita en un papel rosa sobre su cama. "yo también te amo". El color rojo subió hasta las mejillas de la pelinegra. -Pensé que sólo lo había soñado- dijo para sí misma.
Ahora Enid conocía los verdaderos sentimientos que tenía Merlina hacia ella. Su estómago comenzó a doler, al punto de sentir muchas ganas de vomitar, al igual que su rostro hormigueaba.
Quería arrancarse la piel para no sentir eso, pero no podía. Comenzaba a encontrarse mal de nuevo.
Corrió al baño para mojar su rostro, pero al momento de alzar la mirada, su cuerpo se tensó ante un dolor punzante que provenía de su cuello.
se acercó al espejo del baño para apreciar dos colmillos bien marcados en su cuello. -Mierda- dijo Merlina. Tocó la zona con delicadeza. El tacto era casi insoportable, por lo que decidió ir a la cama a descansar un poco; Pero sus planes fueron interrumpidos por las siluetas que se comenzaban a formar en su bola de cirstal. Eran sus padres, que llamaban para saber si se encontraba mejor.
-La directora nos contó lo ocurrido, ¿Cómo te encuentras cielo?- dijo Morticia con un tono amoroso y a la vez preocupado.
-Estoy bien, ya no tengo heridas. Sólo éstas cicatrices de una mordida- comentó Merlina mientras dejaba a la vista su cuello con esas dos marcas.
-¿Duele mucho? mi pequeña victimaria- preguntó preocupado su padre.
-Como ver alguna película de romance- soltó Merlina. Sus padres podían notar lo que le dolía. -No entiendo por qué todas mis cicatrices se fueron, menos ésta- agregó señalando su cuello. -El brazo roto sería menos incómodo-
-¿Enid no está por ahí?- preguntó su madre, cosa que le hizo desconcertar a Merlina.
-No, ¿Por qué el interés?- Merlina apenas caía en cuenta que la última vez que vio a Enid, fue en su faceta de lobo, y hasta el momento, no ha sabido de ella.
-Creo que ella tiene algo que puede ayudarte con tu... Dolor- dijo Morticia, con un poco de picardía en su voz.
-¿cómo lo sabes? ¿Enid me mordió?- preguntó Merlina, a lo cual sus padres sólo pudieron asentir con la cabeza. -Era la única forma de mantenerte con vida. Si no lo hacía, hubieras muerto- dijo Homero, un poco triste al pensar en el hubiera.
-Pero... Pensé que los lobos solo mordían a sus...- Merlina quiso acabar la frase, pero su madre se lo impidió. - Me alegra saber que te encuentras mejor ahora, cariño. Lo sentimos mucho pero tenemos que irnos. Nos han llamado de la escuela de Pericles. Al parecer por fin se metió en problemas que él mismo provocó- dijo Morticia con una sonrisa orgullosa.
-Ya era hora. Díganle que luego le hablaré para que me cuente los detalles- Y con eso último, sus padres se perdieron en aquella bola de cristal.
Las ganas de vomitar no se iban, y sabía que Enid era la culpable de eso. No sabía que le había hecho esa chica rubia a su cuerpo, pero estaba fuera de control. Sentía una presión constante en el estómago cada que pensaba en ella; sus manos y rostro le ardían y su cara se enrojecía con solo pronunciar su nombre. Y lo peor de todo, sentía una gran necesidad por estar a su lado.
-Esa maldita mordida- refunfuñó Merlina.
-No sabes cuánto te extrañé- Dijo Enid al poder estar de nuevo con su roomie.
-Enid- dijo Merlina. -¿Por qué me mordiste?- preguntó.
La rubia se tensó ante la pregunta, pero decidió responder. -Estabas muriendo, y era la única forma de mantenerte con vida. Debía morderte- Sus ojos se posaron en el suelo. No se había transformado, pero Merlina podía ver claramente como si sus orejas de cachorro se hubieran ido abajo. -No quería que murieras. Te quería aquí.- finalizó la rubia. Su voz comenzaba a quebrarse, pero Merlina ni se inmutaba.
-Pensé que los lobos sólo podían morder a su mate, después de impregnarlos con su olor- dijo Merlina. -¿Cómo fue que pudiste morderme? En la naturaleza del lobo está el rechazar morder a cualquier ser que no sea su mate-
Enid no podía soltar ni una sola palabra. Sabía que su voz se cortaría. Las primeras lagrimas salían de aquellos ojos azules. Merlina de acercó a ella y la tomó del rostro. Movimiento que hizo temblar a la rubia.
Merlina podía vislumbrar miedo en aquellos zafiros azules. Sabía la respuesta, pero quería escucharlo de ella.
-Dilo- soltó Merlina con una mirada amenazante. Enid se sintió mas avergonzada con la mirada de la pelinegra, la cual, lo notó de inmediato, regañandose internamente a sí misma.
-Por favor, Enid- agregó, relajando el ambiente.
Enid comenzó a hablar, confesandole a aquella chica que ella era su mate, el como la había impregando con su olor sin darse cuenta y el por qué era importante que la mordiera.
-Entenderé si te quieres alejar de mi. Aunque seas mi mate y te haya marcado, no puedo obligarte a estar a mi lado si así no lo deseas- Dijo Enid con los ojos cristalinos, soltándose del agarre de la pelinegra.
De un movimiento bursco,Merlina tomó el brazo de Enid, acercandola a ella.
Cuándo sus labios estaban a escasos centímetros, pasó su mano del agarre del brazo de la rubia, hacia la cintura de la misma, haciéndola estremecer con el contacto.
-¿Así que ahora soy tuya?- Preguntó la pelinegra con tono pícaro. Esto hizo que el rostro de Enid ardiera, y una ola rojiza invadió sus pómulos.
No pudo ni responder ya que Merlina le había quitado las palabras de la boca, casi literal, cerrando el pequeño espacio que había entre ellas con un delicado beso.
-Sólo mía- agregó Enid, llevando sus manos al rostro de aquella chica blanco y negro. Volvió a besar a Merlina, ahora con más pasión, conduciendola a la cama más cercana.
Después de varios besos por aquí y por allá, la rubia cayó rendida en los brazos de Merlina, quedando profundamente dormida. Merlina solo se limitó a verla dormir. Tan hermosa. Tan llena de color. Tan opuestas.
-Te amo- volvió a salir de sus labios. Pero esta vez, Enid no estuvo despierta para poder escucharlo.