Enid dormía profundo como un pequeño bebé, mientras tanto, la chica del lado obscuro de la habitación no podía hacer lo mismo. Su cabeza repetía una y otra vez todo lo que había sucedido anteriormente; sus labios, sus manos, lo que estas hacían en su cuerpo, y esa rara sensación en el pecho que no dejaba de gritar el nombre de su compañera de cuarto.
La noche fue eterna para la chica de cabello negro. El sol tocó su rostro, dejando ver esas pronunciadas ojeras que se le habían formado esa misma madrugada. Había salido al balcón para obtener un poco de aire fresco. Revisó su celular, -apenas son las 6 am- dijo para sí misma. Había pasado la noche en vela. Entró de nuevo al cuarto que compartía con la niña de cabellos dorados. -Es muy bella- dijo Merlina, mientras se acercaba a la cama de Enid. Trató de no hacer mucho ruido para que la chica pudiera seguir durmiendo. Se quedó unos minutos de pie junto a la cama de aquella chica, hasta que ya no pudo contenerse más, acercándose cuidadosamente a sus labios para, posteriormente, plantar un delicado beso en ellos. Al separarse de ella notó aquella pequeña extremidad sobre la mesita de noche de Enid, observando lo que había ocurrido.
El rostro de Merlina se tornó rojo al ver a Dedos ahí. -Ni una sola palabra- soltó Merlina amenazante. -Ya sabía que te morías por ella- dijo dedos, burlándose de ella, Merlina solo se incorporó por completo y caminó al baño para tomar una ducha. Por alguna razón a Merlina le encantaba ducharse con la luz apagada, y aquello le dio una idea a Dedos, el cual tenía aires de cupido.
La pequeña extremidad de desplazó lentamente hacia el rostro de Enid, para poder despertarla con cuidado. Sabía que aquella rubia, en cuanto habría los ojos, tenía que ir corriendo al baño, así que esperó a que el ruido de la regadera dejara de sonar para poder despertarla por completo. Lo logró. Antes de que la chica pudiera verlo, Dedos salió corriendo a la pila de peluches que Enid tenía cerca de su cama.
La chica rubia tallaba sus ojos, no había tanta luz del sol, sabía que era demasiado temprano, pero su cuerpo le pedía ir al baño, así que, con mucha pereza, se levantó para dirigirse al baño, sin antes notar que su compañera de cuarto no estaba ahí. No le dio mucha importancia ya que a Merlina le encantaba salir de paseo, así que se dirigió al baño, el cual se encontraba con la luz apagada.
Apenas encendió la luz, lo primero que vio fue a aquella chica que había hecho suya la noche anterior. Escurriendo agua de la cabeza a los pies, tratando de cubrirse lo más que podía con sus manos. Había algo en la pelinegra que hacía a Enid enloquecer, pero trató de contenerse lo mejor que pudo. -¿Qué pasa, Merlina? ¿Hoy te apena pero ayer...?- soltó Enid, con un tono entre picardía y burla. Las palabras de la rubia hicieron que Merlina se pusiera roja como un tomate, estaba tan nerviosa que no pudo decir nada, solo agachar su cabeza. Esa reacción era la última que Enid esperaba de su compañera de cuarto. Comenzó a preocuparse y a regañarse internamente por decir eso y hacer sentir apenada a su amiga. La rubia salió rápidamente del baño para tomar una toalla y así dársela a Merlina, la cual solo pudo agradecer el gesto. Enid trató de no volver a verla, pero fue imposible. El cuerpo de Merlina era adictivo para sus ojos; sus curvas bien acentuadas, su piel blanquecina, sus pechos eran más grandes de lo que aparentaban con la ropa que usaba, sus labios carnosos color rojo, y esa mirada, Enid sentía que una daga atravesaba su corazón cada que aquellos ojos azabaches atravesaban los suyos. Su cuerpo tembló ante la presencia de Merlina, la cual pudo notar el pequeño hilo de baba que se empezaba a formar en la comisura de la rubia. Por alguna razón, el saber que la enloquecía de esa manera le encantaba, así que decidió jugar un poco con la cordura de la rubia. Dejó caer "accidentalmente" la toalla que aquella chica le había entregado segundos atrás para así tener una "excusa" para quitar la mano de sus pechos. Este movimiento hizo enloquecer a Enid, la cual se había puesto de mil colores.
