Capítulo 18: Los Nuevos Infantes de la Mansión Kaiba

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El sol brillaba y una suave brisa se adentró por las puertas de vidrio que daban acceso desde su habitación al balcón, entre las sábanas de la amplia cama aún dormía un hermoso rubio quien al sentir el aire frunció el ceño despertando finalmente. Abrió perezosamente los ojos y con lentitud se levantó, emitiendo un par de gemidos por causa de los moretones que se veían por su desnuda piel.

Sus cabellos, tan largos que le llegaban a la cintura caían desordenados por su espalda y pecho llegando a cubrir algunas marcas que representaban su actual realidad. Una que llevaba seis años soportando.

La puerta de la habitación se abrió y un viejo mayordomo entró con una charola con su desayuno, dejó la misma en el balcón y se acercó a su jefe para ayudarlo a ponerse un albornoz de algodón blanco.

- Buenos días amo Joseph.

Joey: Buenos días Rolan... ¿Qué hora es?

Rolan: Más de las diez de la mañana.

Después de ponerse el albornoz se puso de pie y caminó hasta su cómoda, tomando un elegante cepillo con mango de plata, comenzó a cepillar su larga cabellera para finalmente trenzarla y dejarla caer al lado derecho de su pecho, salió al balcón y tomó el baso de jugo que había junto a un frasco de vitaminas, sacó dos de estas y se las tomó dejando el resto del jugo sobre la bandeja, luego se acercó a la baranda y apoyó sus manos para mirar hacia el jardín delantero de donde provenían unas risas.

Joey: ¿Tienen mucho de estar aquí?

Rolan: No señor – Toma la charola con la comida sin tocar – ¿Hoy tampoco va a comer nada?

Joey: Mas tarde – Le mira con una sonrisa cansada – puedes retirarte.

Rolan: Como lo ordene señor – Toma la charola y se marcha.

Joey se queda mirando hacia los jardines, desde ahí puede ver a Yugi y a cuatro niños que juegan persiguiendo un balón de fútbol. Era algo irónico que desde que comenzó a vivir ese infierno hubiera tantas risas en la mansión, aunque estas se oían sólo cuando el "jefe de familia" estaba en KC.

Era gracias a esas risas y a quienes las producían que continuaba con vida, que tenía un motivo para levantarse todos los días y soportar todo lo que soportaba, era por ellas, por sus hijas. Dos pequeños ángeles de cinco años.

Utako era la que había nacido primero. Sus cabellos son tan negros como la noche y le gustaba llevarlo al largo de los hombros, sus ojos azules le recordaban mucho a Mokuba, es una niña de carácter fuerte y no parece temerle a nada, carácter que le recordaba al hombre que seguía amando con toda el alma pero que por más que había buscado no le había podido encontrar.

Nagisa era su otro ángel, sus largos cabellos son rubio platino y en el sol se le veían gris violeta, sus ojos eran mieles como los suyos y tiene una piel blanca como su hermana. Tiene un carácter tranquilo, le gusta tocar el piano para él y es muy inteligente al igual que Utako y observadora a pesar de su corta edad.

Utako: ¡Papi!

La voz de su niña le sacó de sus pensamientos y le hizo mirar hacia abajo.

Yugi: Cámbiate y baja... traje pastel.

Joey: Es demasiado temprano para eso.

Yugi: No seas aburrido... baja!

El rubio le sonríe y se adentra en su habitación, los niños vuelven a jugar y él se sienta en el césped a mirarlos. Las hijas de Joey se llevaban muy bien con los dos varones que él tenía, Yuki y Ryu, que eran como dos copias de él y su esposo cuando eran niños.

I DON'T WANNA CRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora