5.Temporada de Floración Metafórica

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—¿Por qué dices esas cosas? ¿Por qué... ¿Quieres que te ayude?

Mu Qing giraba alrededor de la mesa poniendo la vajilla. Era irregular, ya no toda estaba a juego, en conjuntos de porcelana cara. Era de vidrio, sencilla, algunos vasos de madera. Las manos de Mu Qing dolían. Estaba harto. Harto de Feng Xin, harto de su optimismo, de sus sonrisas. Harto de que lo siguiera alrededor de la mesa pidiendo explicaciones cada vez que explotaba y soltaba sus emociones más oscuras. Odiaba explicar sus emociones, hacerlo lo hacía llorar. Y estaba harto de llorar delante de Feng Xin. Harto de no poder restaurar la barrera entre sus emociones y el mundo exterior que Feng Xin había roto sin remordimientos.

Feng Xin extendía sus manos para ayudar a colocar los platos cuando Mu Qing se detuvo en seco y apoyó la pila de platos y cubiertos sobre la mesa con brusquedad.

—¡No es la puta mesa, Feng Xin, estúpido idiota!

El nombrado dio un paso atrás, y solo suspiró con ojos adoloridos. A Mu Qing también le dolía. No era la mesa, era todo. Eran tantas cosas. Quería cultivar, quería meditar, quería estar todo el día, todos los días, junto a su madre. No podía hacer nada de eso.

—¡¿Por qué me tratas como si tuviera la culpa?!

—¡Tienes la culpa! ¡Feng Xin, tengo esperanzas por tu culpa! ¡Espero cosas que nunca tendré y me quedo en lugares donde no gano nada por tu culpa! ¡Yo no era así, tú me rompiste!

—¿No ganas nada? ¿No soy nada?

Feng Xin habló por lo bajo, casi parecía un susurró entre todos los gritos de la conversación. Mu Qing quería golpearlo.

—N-no es eso...

—¿No hay nada aquí para ti? ¿Yo... No valgo lo suficiente? — Feng Xin se acercaba a él despacio, con movimientos lentos, como con un animal salvaje— Nosotros... Mu Qing, hay una promesa, solo estoy... Esperando a que todo deje de estar de cabeza, pero si tú quieres podemos ir a un templo ahora mismo, yo quiero...— Mu Qing respiro, acariciando su sienes, que dolor.

—¡Idiota despierta, nuestras vidas no van a mejorar, solo empeoran! Yo...

—Te amo. Lo vamos a solucionar. No te atrevas...

Mu Qing parpadeó y cuando volvió a abrir sus ojos, Feng Xin jamás lo había visto tan enfadado.

—¡No me digas lo que puedo y no puedo hacer! — Sus manos tomaron un plato por sí solas, automáticas y, sin pedirle permiso, lo estrellaron contra el suelo rústico y polvoriento de la cabaña. Junto a los zapatos de Feng Xin.

Mu Qing jadeó cuando lo vio, los pedazos de cristal. Retrocedió asustado, y recibió la mirada de Feng Xin. No estaba enojado. A veces eso era la peor parte. Feng Xin no se enojaba con él. No se enojaba con Xie Lian. No estaba enojado con la situación. Era agotador verlo. Feng Xin estiró su mano para acariciar el brazo de Mu Qing cuando esté dio media vuelta y salió corriendo de la cabaña.

Por supuesto que Feng Xin lo siguió. Lo siguió hasta bien entrado el bosque, Mu Qing se sentó sobre el tocón que usaban para cortar leña, en un claro entre los árboles. Feng Xin se sentó en el suelo astillado junto a él, mirándolo desde abajo.

—Mu Qing— susurró dulce

—Tu no entiendes cuando alguien necesita un momento, ¿Cierto?

—No quiero dejarte solo, cúlpame.

Mu Qing desvío la vista. Estaba tan cansado, sus ojos picaban, pero no podían llorar, ya no tenían lágrimas. Estaba mal hidratado y mal alimentado, trabajaba de día y lloraba por la noche. Se escapaba en los tiempos libres para cuidar a su madre. Trabajaba en la cabaña sin paga y en las calles para alimentar a todos. A veces, cuando encontraba un segundo libre, miraba el cielo. Siempre le había gustado mirar el cielo, a veces lo veía y oraba por desaparecer, tal vez esa era la única cura para su dolor de cuerpo y alma.

Los Extras de la Pareja Secundaria (FengQing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora