Extra I: Maldición de la Verdad

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Mu Qing entró y azoto la puerta de oro detrás de él. Naturalmente, Feng Xin tuvo que abrirla de nuevo para pasar y volvió a azotarla. Las paredes temblaron.

—¡¿Puedes hablar conmigo?!— Feng Xin grito, como solía hacer cuando nada mas funcionaba… no es que probara muchas otras opciones con esmero. Mu Qing era muy difícil. Y suele hacer esta horrible ley del hielo cada vez que se enfada.

Para alguien que necesita ruido de fondo y le teme con ferocidad a la soledad, como Feng Xin, eso es simple tortura. Pero Mu Qing no lucía enfadado esta vez, solo asustado. Ojos adorables, temerosos. También dolido, cejas contraídas. Tenía un bonito rostro blanco sonrosado, con los labios apretados como un niño. Negado a abrirlos.

Negó con la cabeza y Feng Xin gruño pesado con movimientos de manos. Harto. Acababan de llegar de una misión, nada muy especial o complicado, solo un fantasma resentido atacando una aldea. Una específicamente alegre en la que Feng Xin amaba perder el tiempo, en palabras de Mu Qing. Era bonita, anteriormente minera y ahora comercial, las cuevas abandonadas solían rebalsar de fantasmas, no muy fuertes y no muy preocupantes. Mu Qing entró primero esta vez y la cueva se cerró detrás de él, lo que había tenido a Feng Xin fuera entretenido gritando maldiciones y rompiendo rocas por un rato. Mu Qing salió con las cenizas del fantasma, lo miró a los ojos, dijo un “Te amo” salido de la absoluta nada y antes de que Feng Xin pueda responder, subió a los cielos lleno de nerviosismo. Y no habló más que monosílabos desde que llegaron. Era exasperante.

—Tu poder espiritual huele mal— Feng Xin intentó, sentándose en el lado contrario del escritorio de su esposo cuando este decidió ignorarlo y ponerse a trabajar.

—¡¿Disculpa!?— Mu Qing pico, levantando la vista de sus papeles y despegando los labios.

Era obvio que, físicamente, era capaz de hablar. Y Feng Xin no se sentía mejor con eso. Ojos de cachorro lastimado. Ochocientos años intentando crear un canal de comunicación sano y eficiente con su esposo, la deidad con los peores problemas comunicacionales de los cielos, y parecía que ese esfuerzo no había dado sus frutos

—¿Qué te pasó en la cueva, bebe?

—Mhn, voy a estar bien— siguió trabajando, moviendo la mano con amagues para quitarle importancia. Lo que por defecto le decía a Feng Xin que, actualmente, no está bien. Como si no fuera obvio ya.

Movía papeles aquí y allá, leía y escribía, y Feng Xin espío un par de palabras por encima y asintió.

—Está bien, iré a darle el informe a Ling Wen por ambos, ¿Necesitas algo?— intentó.

Se levantó y después de que Mu Qing negara sin mirarlo a los ojos, salió del cuarto. Dio un par de vueltas por el salón, disparó un par de flechas en el jardín, y soportó un par de miradas confundidas de los subordinados de Xuan Zhen. Era normal, Mu Qing no se encerraba por el día, y no lo dejaba solo en el jardín. Era un hermoso jardín, con fuentes y lagos, desniveles y enormes árboles frutales, flores y campo de tiro. Feng Xin lanzaba flechas y Mu Qing tomaba té a su lado, eso era lo normal, eso era a lo que los diputados de ambos estaban acostumbrados.
Feng Xin gruñó por millonésima vez, totalmente solo. Lanzó el arco a los brazos de uno de sus asistentes y volvió al cuarto.

No necesitaban dormir, pero lo hacían aun así. La energía espiritual de ambos está acostumbrada a curar, regenerarse y hacerse más fuerte cuando estaban juntos, cuando ambas se mezclaban. Así que dormir un par de horas abrazados no era un gran problema.
Mu Qing ya estaba acostado de su lado, sonriendo con expresión triste, y no habló en todo el tiempo que Feng Xin se tomó para prepararse y entrar en las sabanas.

Los Extras de la Pareja Secundaria (FengQing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora