3.El Enorme Arce

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Mu Qing le abrió la puerta en primer lugar. A su habitación individual, dónde no entraba poco más que una cama pequeña y un armario.
Una ventana cuadrada con vista a los jardines de cerezos y una lámpara de vela. Tenía su uniforme nuevo en las manos, tela suave en colores claros, dorados, sencillo. Mu Qing le sentía los hilos bajo su piel, y Feng Xin solo lo miraba sentado en la cama.

—¿Estamos seguros de esto?

Mu Qing lo miró y se rió. Tan precioso, se estaba burlando de él y Feng Xin no podía dejar de admirarlo. Comenzó a desnudarse capa por capa de túnicas grises, deshaciéndose del uniforme de los sirvientes reales de Xian Le, sin previo aviso.

—¿"Estamos"? ¿También estás cultivando, Feng Xin? te felicito

—No estoy... No estoy bromeando. Solo... Mierda.

Tal vez había visto las túnicas interiores de Mu Qing antes, pero cuando este no se detuvo allí y siguió desnudándose, Feng Xin tuvo un problema lleno de tartamudeos mientras intentaba abrir la puerta y salir de la habitación. No se sentía correcto, había una cantidad excesiva de piel a la vista, y si Feng Xin tenía ya pensamientos que no estaban bien, esto no estaba ayudando.

—No te tienes que ir— Mu Qing estaba en pantalones finos, ropa interior. Y Feng Xin obedeció e intentó con todas sus fuerzas mirarlo a la cara mientras esté desglosaba el nuevo uniforme y se lo media. La piel no tardó en ser cubierta.

Mu Qing tenía dedos ágiles, con demasiada experiencia cuando de ropa se trataba. Clavó un par de alfileres y comenzó a desnudarse de nuevo. Feng Xin volteó otra vez hacia la puerta por reflejo, con las mejillas rojas y el flequillo despeinado, y Mu Qing levantó la vista de sus agujas para reírse de él.

—Tampoco tienes que voltear. Tu entrenas con el pecho descubierto al aire libre y yo no hago tanto escándalo.

—Tenemos que hablar.

Mu Qing volvió a reír y Feng Xin ahora quería golpearlo.

—Mu Qing, yo no sé... No sé si soy lo suficientemente claro cuando digo que te amo.

—Lo eres, no te preocupes, ¿Verás la ceremonia?— le estaba preguntando si iba a ir, si estará allí, en palabras distintas, y Feng Xin no sabía si estaba listo para ver a Mu Qing jurar nunca tener sexo.

Feng Xin volvió a la cama, y ​​se acostó en ella cuando descubrió que sus pies en el suelo molestaban a Mu Qing en su ir y venir en la habitación buscando agujas e hilo. En pantalones finos y pecho descubierto, sacudiendo su cabello. Feng Xin estaba viendo músculos delicados y delgados que nunca había visto, que no había forma de ver a través de la tela, y ya no podía sacar los ojos de allí ahora, que molesto.

—¿Te puedes vestir?— pidió masajeando el puente de su nariz y cerrando los ojos cuando comenzó a secarse por no parpadear.

—Estoy ocupado— Mu Qing habló con una aguja en la boca y su uniforme de cultivo en las manos. Achicando lo que debía achicar para estar perfecto en la ceremonia.

—Mu Qing, no puedes abandonar los placeres terrenales.

Feng Xin se incorporó con sus codos en la cama y dijo lo que había venido a decir desde que tocó a la puerta.

—¿Por qué?

—Porque yo soy uno. Yo soy uno, ¿Por qué no entiendes lo que quiero decir?— Feng Xin se daba golpes en el pecho mientras hablaba.

Y Mu Qing volvió a reír, dejó las telas y se sentó junto a Feng Xin en el borde de su cama, quién rodó hacia el contrario para darle espacio. No estaba seguro de que tanto peso podría soportar, está era la cama más parecida a un catre débil que había visto. Mu Qing se inclinó sobre él, con las manos a los lados de los hombros de Feng Xin, y su cabello cayó en una catarata desde su espalda. Feng Xin lo observaba, Mu Qing parecía estar escaneandolo, juzgandolo en silencio, y Feng Xin solo debía soportarlo, intentando no respirar demasiado fuerte y no pensar en exceso en lo fácil que sería levantar la mano y tocar la piel blanca del abdomen contrario.

Los Extras de la Pareja Secundaria (FengQing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora