10. Citas y Cultivo Espiritual Contaminado

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Xie Lian llegó un día a su estudio. Mu Qing tenía naturalmente la vista en las oraciones que estaba respondiendo cuando su diputado anunció la entrada del príncipe heredero. No sé lo esperaba para nada, en ninguna circunstancia, hasta donde sabía Dianxia vivía en la ciudad fantasma rodeado de la más baja degeneración, y estaba bien con eso. Lo respetaba. No hablaban a solas desde su conversación en el Monte Tonglu. Y Feng Xin estaba en una misión ahora mismo. Mu Qing ya estaba comenzando a morderse el labio.

—¡Mu Qing!

Bien, Xie Lian estaba feliz de verlo. Algunas cosas nunca cambian. Mu Qing se preguntaba si tal vez tenía hambre o solo quería conversar sobre espadas.

—Dianxia, ¿Qué...— el desconcierto en Mu Qing estaba siendo demasiado obvio en sus ojos cuando Xie Lian lo vio.

—¡Oh, yo no... Estás trabajando, no quería molestarte, yo...

Mu Qing negó con movimientos de manos, una y otra vez, y señaló el asiento delante de él. Xie Lian sonrió bajando, con sus túnicas blancas inmaculadas, sentado como una suave flor blanca.

—Tu no, tu visita no es molestia. Solo... Feng Xin no está hoy.

—No, no, yo sé eso. En realidad...— Xie Lian bajó la cabeza, un poco incómodo— estaba esperando que no lo esté, ¿Te molestaría?...— tiró hacia arriba la manga de su túnica y dejó al descubierto delante de Mu Qing su delgada muñeca. Ofreciéndola.

Mu Qing lo miró, entendía muy bien. Pero era un poco desconcertante. Posó dos dedos en la muñeca y espero que Xie Lian inhale y exhale.

—San Lang regresó.

—Lo sé. Me alegra por ti.

Xie Lian rió bajito, expectante mientras el contrario le tomaba el pulso y leía sus meridianos. Un poco avergonzado. Jugó con su otra mano, tocando los objetos del escritorio de Mu Qing como un niño inquieto. Una bonita pluma de jade, pisapapeles, la taza con el té. Mu Qing lo seguía con la mirada. Concentrado.

—¿Te gustaría té? Ahora tenemos cocina

Bromeó y Xie Lian rió melodioso.

—No, gracias. No me gustaría hacer perder el tiempo a tus demonios venenosos— Mu Qing rió, negando con la cabeza porque Feng Xin era un idiota.

—¿Tu poder espiritual debería estar aquí, cierto?— habló al fin, con el ceño fruncido y soltando el brazo ajeno.

—¡No lo está, yo tenía razón!— Xie Lian guardó su muñeca debajo de su manga y Mu Qing sacudió sus dedos llenos de cosquillas.

Xie Lian miraba a la mesa, pensando y maldiciendo, y Mu Qing sonreía porque Xie Lian era divertido cuando era feliz. Subió rápido su mirada y encontró desprevenida esa sonrisa pequeña en el menor.

—Oh, Mu Qing, Feng Xin tiene razón, hay algo tan fresco y extraño en ti.

—Su alteza cree que mi comportamiento es extraño porque rara vez me ha visto feliz— Mu Qing lo soltó rápido, de un tirón para que duela menos. Y la mandíbula de Xie Lian cayó.

Mu Qing permanecía estoico, con la espalda recta sentado en su escritorio, leyendo sus oraciones. Tomando su té, acomodando su cabello. En sus túnicas ceremoniales, llenas de adornos, hilos de oro y lazos de seda. Pero sonreía. Era ciento, Xie Lian no recuerda haberlo visto feliz antes, tampoco es como si prestara la suficiente atención.

—Seguramente esa sea la razón.

—Mnh, es fácil ser feliz, solo que las condiciones para serlo son muy selectas, no todos las tienen. Se que parece que trabajo todo el día, y aunque esto es importante— dijo señalando sus pergaminos— no me preocupa en absoluto. Solo... Pienso en cuál será el siguiente lugar terrenal extraño al que Feng Xin querrá ir en nuestra próxima cita. ¿Con ese tipo de preocupaciones quién no sería feliz? me alegra que la vida haya hecho coincidir nuestra felicidad por primera vez.

Los Extras de la Pareja Secundaria (FengQing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora