9. El Dios de la Arquitectura y Paisajismo

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—¡Oye tú!

Feng Xin señaló a Xie Lian con un dedo agresivo. El campamento era enorme, tienda tras tienda de campaña funcionando como hogares provisionales para los dioses. El día era hermoso, claro y cálido, las vidas humanas pasaban con una comodidad cotidiana, nadie parecía haber notado que el Cielo se había literalmente caído y roto en pedazos, en llamas, dejando a los Dioses sin hogar, sin palacios. Feng Xin ya le había preguntado a una docena de personas, diputados y Deidades mayores, si no habían visto a su esposo, cuando el pequeño punto blanco apareció en su visión. Xie Lian volteó asustado, y sonrió moviendo una mano en saludo.

—Si vienes de visita y ni siquiera me entero siento que no vienes a visitarme a mi, Dianxia.

Xie Lian apretó los dientes, no sabía cómo defenderse de eso, y Feng Xin carcajeó sonoro. Luego pausó para mirarlo bien, con ojos cálidos, examinándolo. Xie Lian sonreía pero estaba vacío, lo miraba pero con nada detrás de los ojos. Como un fantasma triste. Feng Xin maldijo audible antes de tomarlo por los hombros y atraerlo hacia él. Xie Lian no estaba muy acostumbrado al contacto físico, y mucho menos proveniente de alguien que no sea Hua Cheng, pero se dejó abrazar en silencio.

—Esta bien, como sea, él va a volver— Feng Xin no era muy bueno consolando personas, y no sabía decir en qué punto de confianza estaba su relación con Xie Lian ahora mismo, pero lo abrazó con fuerza y dió un par de palmadas antes de alejarse.

Xie Lian asintió, agradecido, y desvío la mirada.

—¿Tú no has visto a mi esposo, cierto?— Feng Xin lo sostenía por los hombros aún, pero sin prestarle atención, miraba por encima de su cabeza buscando a Mu Qing con las pupilas.

Xie Lian lo miró, parado de puntitas para poder conectar sus ojos, y los abrió tan grandes que a Feng Xin le causaron demasiada gracia.

—¿Q-qué?— preguntó, porque su príncipe no hablaba, solo lo miraba sorprendido y señalaba con un pequeño dedo acusador.

—¡Ustedes, al fin...! ¡¿Tu qué?!— Xie Lian pudo hablar entre balbuceos.

Feng Xin entendió, riendo una carcajada suave de dientes brillantes, tirando su pecho hacia atrás. Las expresiones de Xie Lian seguían siendo tan divertidas.

—Casados. Si.

—¿Cuándo?

—Entonces no lo has visto, ¿Cierto?

—¡Feng Xin!

Feng Xin oyó el regaño, liberó al príncipe heredero de los hombros y dió media vuelta listo para seguir buscando. Xie Lian lo seguía de cerca entre las tiendas, talleres improvisados y dioses menores, esperando una explicación. Se adentraron más en el bosque, hasta una pequeña mesa que fingía ser un escritorio improvisado. Ling Wen traía una exagerada cadena atada en el tobillo, y el extremo contrario encadenado al árbol más cercano. Un pino. La mujer tenía los ojos cerrados y miraba al cielo, inhalando el aroma a bosque, exhaló y volvió al trabajo. Feng Xin sacó un par de pergaminos de su manga y los dejó en la mesa, sin interrumpirla.

—¿Ling Wen, has visto a mi..

La mujer lo miró con pupilas fulminantes y señaló al cielo. Parecía acostumbrada a la situación, en realidad, parecía harta de la pregunta.

Feng Xin asintió y se alejó, volteó solo una vez para mirar a Xie Lian siguiéndolo, y luego comenzó a hablar. Reacio a verlo a la cara. Avergonzado.

—Intente encontrarte— Feng Xin comenzó— antes de la boda, y después. Hasta muchos años después. Y no pude hacerlo, lo lamento tanto. No quiero que creas que no... Queríamos invitarte o algo así. ¿Subes conmigo?

Los Extras de la Pareja Secundaria (FengQing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora