¿Será qué...?

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Colin

¡Qué beso!

Cada célula deseaba repetirlo y que Clara no se alejara en ningún momento. Por favor, encargados de los recuerdos en mi cabeza, no me vayan a borrar este. La sincronía entre los labios de Clara y los míos parecía ensayada.

¡Qué sincronía!

La diferencia de altura era notoria, sobre todo con las botas que portaba. La tomé de la cintura pegándola más a mí. Si esto fuera algo de una ocasión, si el alcohol lo estaba provocando, iba a gozarlo con cada parte mí.

Una sensación de alegría me invadió y dejé que ella se llevara varios suspiros de mis labios. Se alejó con lentitud y abrió los ojos viéndome.

-   Wow. – susurró.

No hubo otra palabra. Solo el choque de las miradas. Clara era demasiado bonita, demasiado sencilla, demasiado... ¡Alto!

-   Debo irme.

Salí corriendo del baño de chicas. El miedo quemaba mi cuerpo y un sudor frío escurría por mi frente. ¿Qué demonios acababa de pasar?

No podía aceptarlo. No podía haberme gustado aquel beso, no podía haberlo disfrutado. ¿Por qué a mí? ¿Qué pensarían mis padres? ¿Qué pensaría mi hermano? Yo, Colin Vega acababa de besar a una chica y me había encantado.

Oh, por el alma de Whitney Houston, quería repetirlo.

Todas las sensaciones que mi cuerpo sintió por Clara, aquellas vibraciones que me hicieron temblar. Necesitaba repetirlo. Quería correr y besarla de nuevo, pero estaba claro que eso no iría a pasar. ¿Qué pensarían mis amigos de mí?

Lágrimas corrían por mis mejillas y sentía como mi cabeza se convertía en un nido de problemas. Se suponía que sería la chica perfecta, que jamás decepcionaría a mis padres y que nunca haría nada malo. ¿Esto era malo? ¿Por qué lo había disfrutado?

-   Hey, hey. – una mano me detuvo y miré a los ojos a la persona que me veía.

-   Quiero ir a casa. – sollocé.

Hayes solo asintió y me sacó de la casa. Buscó las laves en su pantalón y me di cuenta de que me encontraba sobria. Todo el alcohol en mi sistema se había disipado con el miedo que me recorrió la columna vertebral.

-   ¿Luca y Amaia?

-   Luego regreso. – me abrió la puerta del copiloto y corrió al lado del conductor. – Eres más importante, latina.

Lágrimas silenciosas seguían recorriendo mis mejillas y la sensación de que alguien nos hubiera visto en el baño me descolocó de mi lugar. Me sentía como si hubiera cometido algún delito y ahora la policía iba detrás de mí.

Hayes no mencionaba nada, lo que me dejaba pensando más a fondo lo que acababa de suceder. Encargados de los recuerdos en mi cabeza, olviden lo que dije, borren todo lo sucedido esta noche. ¿Cabía la posibilidad de que me gustaran las chicas?

Podía ser esta la explicación del porque Clara siempre se me hacía tan bonita. Porque al verla en los ensayos y cantando me embobaba en admirarla. Clara se transformó en ese amor platónico que todo adolescente tiene en su vida, solo que, en mi caso, fue de forma inconsciente.

Al llegar a casa ni me despedí de mi amigo y corrí a la puerta de la entrada. Me sentía rota, confundida, dolida; me sentía feliz, esperanzada y emocionada. No sabía que había ocurrido en esa casa. No entendía como habían pasado las cosas. Pero lo que tenía claro era que Clara había empezado ese beso y podría ser la oportunidad perfecta para conocernos más a fondo. Esta será una diferente historia de Grease, Sandy y Rizzo formarían una historia completamente extraña.

Cartas a ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora