El Tatuaje

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Colin

Mi cabeza dolía como si me hubiera pasado una manada de ñus encima. Metí la cabeza en mi casillero esperando que el dolor bajara, pero nada.

Después de mi gran celebración de anoche, regresar a casa fue una travesía. Hayes y yo nos encontrábamos ahogados en alcohol y el único que era lo suficientemente capaz de manejar era Luca. Al llegar a casa, las risas de los tres eran estruendosas y yo solo trataba de callarlos haciendo pequeñas señas con mis manos, que les causaban aún más risa.

La parte más difícil surgió en el momento en cual tenía que subir de nuevo por la enredadera para llegar a mi habitación. Los chicos se habían esperado hasta que subiera a la habitación, recibiendo mi pulgar levantado como prueba de que había llegado bien.

En la mañana me costó mucho trabajo levantarme y Calvin no dejaba de preguntarme en el camino porque me había desvelado tanto. Tuve que mentir diciendo que me quedé viendo la serie de The Good Doctor hasta tarde y por eso me veía tan cansada.

-   ¿Tienes aspirinas? – Luca chocó su espalda con el casillero y me dio risa verlo con unos lentes oscuros en su rostro. Saqué una pequeña caja de mi mochila y se la entregué.

-   Guárdame dos, tuve que salir corriendo en la mañana.

Cerré mi casillero con cuidado y recargué la cabeza en él. Me sentía muy mal. Lo único bueno del día era que no tendríamos ningún examen el día de hoy y que no tenía que correr en la clase de educación física, gracias a que debía dirigir el periódico para la edición del día.

Unos tacones resonaron por todo el pasillo dejando a mi querida amiga Amaia desfilar por la escuela. Llevaba el pantalón de mezclilla entallado a su cuerpo y la camisa con todos los botones sueltos, dejando a la vista un top de encaje.

-   Buenos días. – dijo con voz cantarina, provocando que mi amigo y yo cerráramos los ojos al instante. – Vaya. ¿Mala noche?

-   Fatal. – dijimos al mismo tiempo Luca y yo.

Me enderecé para verlos bien y una sonrisa pícara apareció en mi rostro. Era el momento perfecto para molestar a Luca con lo sucedido la noche anterior. Al menos hasta donde mi memoria permitía, después del octavo shot y que Luca se fuera con la linda chica mis recuerdos fueron eliminados por completo de mi cabeza.

-   Tú. – lo señalé acusadora. – La pasaste genial anoche con esa chica. – las mejillas del lindo chico se tornaron rosadas ante mi comentario.

-   ¿Qué chica? – la pregunta de Amaia nos tomó desprevenidos, su tono de voz era fuerte y juraba que enfadado.

-   Una linda chica que conocí ayer. Bailamos y nos pasamos nuestros números, es todo.

El timbre impidió que Amaia gritara alguna de sus típicas vulgaridades al estar enojada y se fue tensa a su siguiente clase. Dejándonos a Luca y a mí con el ceño fruncido de lo que acababa de pasar.

-   ¿Se habrá puesto celosa? – le pregunté después de beber la pastilla.

-   No creo. – me tomó de los hombros y me empujó para que comenzara a avanzar hacia el auditorio. – Ella terminó conmigo y quedamos en buenos términos.

Asentí no muy segura de lo que acababa de pasar. Luca y Amaia habían salido por cinco meses el ciclo escolar pasado. Eran una pareja muy... rara. Se daban la mano solo cuando caminaban por los pasillos y toda su relación se basó en fotos para Instagram. Muchas de las personas de la escuela tenían la creencia de que Luca engañaba a mi amiga conmigo porque pasábamos más tiempo juntos. Al final, la chica le dijo a Luca que lo mejor será terminar y continuar con su amistad del inicio.

Cartas a ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora