Cartas a Clara

Prólogo

08/06/2011

Querido diario,

Hoy, en mi cumpleaños número nueve, vengo decidida a crear la mejor lista del mundo. Lo que espero en una pareja, y no cualquier pareja, la pareja de mis sueños.

Punto número uno, debe de ser carismático y alegre. Su sentido del humor debe ser simple, para reírnos de cualquier tontería, no quiero una persona aburrida.

Número dos, que sea hermoso. Unos ojos azules como el mar y una nariz respingada, también unos labios gruesos, para que hagamos pescaditos y trompa de pato todo el tiempo. Ponle también unos cachetes gorditos para apretarlos siempre.

Número tres, que sea amante de Disney y de todas esas cosas para niños pequeños (espero seguir amándolo hasta que me muera). Debe de ser capaz de aguantarme siempre que repita los diálogos o cante las canciones.

Número cuatro, que sea una persona deportista. De esa forma me sacará de la cama y me pondrá a hacer ejercicio. Así mi mamá dejará de decirme que estoy gorda.

Número cinco, que le gusten los videojuegos. Será mi pareja en just dance y podremos ganarle a mi hermano y a sus amigos. También que le gusten esos juegos de luchas, para que sepa que soy la mejor jugando.

Número seis, lo más importante, que le agrade a mi hermano. No quiero que mate a mi pareja y no me haya dado ni un beso.

Número siete, ¿estoy pidiendo demasiado?

Número ocho, que podamos viajar a muchos lados y me ame mucho, mucho.

Ay, diario. Solo deseo que sea una persona que me quiera. Como mi mamá a mi papá. Una persona con la cual pueda platicar y pueda reír todo el tiempo.

Hasta mañana, diario.

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-   ¿Tengo algo de lo que dice ahí? – me preguntó, haciendo un puchero.

La tomé de las mejillas y la acerqué a mis labios, plantando un beso. Uno pequeño y delicado. Dejé mi mano derecha en su mejilla y miré sus ojos azules, penetrantes.

-   Tienes eso y mucho más.

Por mi mente jamás hubiera pasado este momento. Lo que tanto tiempo creí imposible estaba sucediendo. Algo que me trajo consigo demasiados problemas. Me alejó de personas y me acercó a nuevas. Algo por lo que mis abuelos se retorcerían en su tumba, pero no me importaba. Porque, por primera vez, me valió una mierda lo que la gente pensara de mí.

Decidí ser feliz y vaya que esta chica me hacía feliz. Me despedí de los prejuicios y pude aceptarme tal y como era. Dejando atrás todos los tragos amargos y conociendo lo que era el verdadero significado de respirar aire fresco. Claro que... todo fue muy efímero.