Baño de Chicas

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Colin

Mi madre siempre me decía que el odio era uno de los sentimientos más fuertes y espantosos que podían existir en el mundo. Que odiar a alguien era un límite que pocos debían tocar o los podrían llevar a realizar acciones que tendrían terribles consecuencias para ambos lados. Por lo tanto, mi cabeza trataba de ignorar la palabra odio para traer la de detestar.

Detestaba con toda el alma a la suegra de mi hermano. Sonia Laguna, porque si, mi sobrina debía llamarse como la mamá de Alba, era la mujer más entrometida que conocía. Solía meterse en cada decisión que tomaba mi hermano con su esposa. Incluyéndome.

Sonia eligió mi preparatoria, Sonia decidió si Nat debía quedarse o no, Sonia decidió donde iban a vivir los recién casados cuando firmaran los papeles ante la ley. Otro de mis problemas se basaba en que Alba la dejaba decidir en todo lo que su vida influía y como mi hermano era demasiado bueno, o idiota, dejaba que hiciera lo que quisiera. Calvin Vega, había perdido su tarjeta de hombre hace siete años y costaría mucho trabajo recuperarla.

-   No creo que Cambridge sea una buena opción, Colin. Deberías ver en Oxford o en Lewisham, ahí estudió mi esposo. Recuerdo cuando lo conocí, no dejaba de contarme las hermosas historias de su universidad. – le dio un sorbo a su té y siguió. – Aunque claro que me daban demasiados celos cuando me contaba la cantidad de fiestas que tenía. Mis padres siempre fueron estrictos conmigo, algo que les faltó a los tuyos, Colin. – tosí fuerte. El café se había atorado en mi garganta y sentía que me ahogaba.

-   ¿Perdón? – le dije incrédula.

-   Yo jamás permitiría que mis hijos se tatuaran. Mírate, eres toda una rebelde y solo tienes dieciocho años. – giró directo a mi hermano que jugaba con la pequeña Sonia. – Calvin, no sé cómo le diste el permiso de tatuarse.

-   Se lo dieron mis padres, señora.

Cansada de la conversación y segura de que seguiría hablando pestes de mí, pedí perdón y me retiré a mi habitación. Al entrar saqué una nueva hoja y mi pluma, dispuesta a escribir una nueva carta. Si algo bueno me dejaba la irritante señora era la gran inspiración que llegaba a mi mente para escribirle más cartas a la persona especial.


Carta no. 208

Querida persona especial,

Tal como prometí leí el número de la última carta antes de escribirte esta, espero que no haya demasiados errores en este caso.

La señora Sonia volvió a hacer de las suyas criticando ahora mi lindo y hermoso tatuaje. Recuerdo que te escribí en la carta setenta la razón de la frase que me había tatuado en mi cumpleaños dieciocho. Y ahora viene esta señora chismosa a criticar algo que ni ella pagó. Ni soy su hija, no soy nada de ella.

Me cansa algunas veces que Calvin les dé beneficios a su esposa y a su suegra que no les corresponden. Si yo me metiera en la vida de mini Sonia, ya estaría convertida en cenizas en este momento de mi vida.

Es cansado ver y sentir que alguien que no eres tú mismo quiere controlar todo en tu vida. No sé si te pase lo mismo, personita, pero quisiera poder gritar a los cuatro vientos que es mi vida y la única persona con el derecho de vivirla y hacer de ella lo que le plazca soy YO, nadie más. Además, el tatuaje es hermoso, no entiendo el problema, el jodido problema de tener algo que me recuerda mis momentos más felices...


Salté en mi lugar gracias a mi tono de llamada, que era la canción introductoria de la serie de Teen Wolf. Esa tonada siempre me asustaba y no quería cambiarla por nada en el mundo. Mantenía a mi cerebro consciente de contestar siempre las llamadas que le entraban.

Cartas a ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora