Capítulo -10- Lamdon

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Nombre: Lamdon Stuart.
Edad: 35 años.
Trastorno narcisista de la personalidad.

Siempre fui una persona incapaz de obedecer a alguien, la única ley existente para mí, era la que yo mismo había creado. Nadie logró cambiarme nunca, ni mis padres, ni mis profesores, ni los mejores psiquiatras; ella no dejó de ser otra en mi lista de personas que perdieron el tiempo en el intento.

-Abran paso para que pueda caminar sin tanta gente inútil a mi alrededor.

-Lamdon, no eres la única persona que importa en éste mundo; no eres mejor que nadie solo porque te lo creas -dijo la chica que estaba parada delante de mi luego de escucharme.

-¿Qué te hace pensar que no soy mejor que todos ustedes?

-Quizás porque llevas un uniforme blanco igual que todos nosotros y porque también estás encerrado en el mismo hospital psiquiátrico que nosotros -me mostró una sonrisa maliciosa.

-No voy a perder mi tiempo hablando contigo -tomé mi almuerzo y caminé a una de las mesas del gran comedor.

Como de costumbre tanto desorden en el plato me quitó el apetito. Intenté ordenar la comida para poder comer con tranquilidad; pero ella se empeñaba en molestarme y se sentó delante de mí.

-¿Qué se siente estar encerrado aquí y ser el chico más deseado del lugar? -volvió a sonreír de forma burlona.

-Aunque te lo explique no lo entenderías. Tu mente no es capaz de entender algo tan simple; además no voy a perder mi tiempo hablando con gente tan insignificante.

-¡Claro, entiendo perfectamente! -alzó la voz -. Lamdon no puede permitirse tal suicidio a su inquebrantable personalidad a no ser que esté junto a su chica.
-su tono irónico me estaba enojado.

«¿Cómo puede comer de esa manera?». Pensé al verla vaciar su plato como si tuviera miedo de que alguien se lo quitara.

Me puse de pie y tomé mi plato para tirar toda la comida, se me hizo difícil digerir una sola cucharada por aquella compañía.

Esperé a la enfermera para que me llevara al patio; teníamos reunión de grupo con la psicóloga después del almuerzo.

Por fin salí al aire libre después de tanto tiempo. Sentir la brisa en mi rostro y la certeza de que saldría pronto de allí, me llenó de paz. Ya estaba cerca de descubrirlo todo.

-Hola otra vez -saludé a la chica tímida que se sentaba siempre en el mismo lugar del patio.

-Hola -dijo con voz de niña pequeña a pesar de tener unos 19 años igual que yo.

-La otra vez nos quedamos en la parte de la historia donde te querías ir de tu casa parque no aguantabas a tus padres.

-Así es, siempre recuerdas todos los detalles a pesar de que hemos hablado poco.

-Te dije la otra vez que soy muy atento y observador, nada se me escapa.

-Me da gusto poder confiar en ti Lamdon; pero hay cosas que aunque quiera no puedo contarte -dijo con la cabeza gacha.

-La otra vez te dije que no le diría nada a nadie preciosa -tomé su mano y acaricié su rostro.

Me miró a los ojos y pude ver que los de ella se llenaban de lágrimas. Intentó decir algo pero sus palabras fueron ahogadas por el llanto.

-Tranquila -la abracé luego de secar las lágrimas de sus mejillas con mis pulgares.

-Fui yo Lamdon -susurró -. Yo maté a mi padre.

«¡No es cierto!»

-No te culpes preciosa, no llores. Me dijiste que él te hacía daño. Tú solo te defendiste.

-Mi madre nunca lo debe saber. Me trajo aquí porque dice que no soporté la pérdida y que me afectó psicológicamente; pero la verdad es que solo siento culpa.

-No tienes por qué sentir culpa. El te violó y merecía morir. ¿Cómo lo mataste?

-Solo le serví un té con tranquilizantes y cayó en un sueño profundo; luego tomé una almohada, la puse en su rostro y la presioné con fuerza hasta que noté que no respiraba
-dijo entre dientes con una especie de rabia.

-Pobre, debes haber sufrido mucho.

-¡Lamdon! -una de las enfermeras me llamó para que me sumara al grupo.

-Esta noche iré a verte, te lo prometo -le di un beso en la mejilla y la dejé allí sentada.

Ya había oscurecido, no sabía que hora era exactamente pero me las arreglé para escapar en el momento justo. Salí de mi habitación y llegué hasta la de ella sin dificultad ya que estábamos en el mismo piso.

-Te dije que vendría.

-¿Cómo lo has hecho? -dijo levantándose de su cama y corrió hacia mí para envolverme en un abrazo.

-Estoy lleno de sorpresas.

Sin decir otra palabra me besó y yo no pude evitar seguirle la corriente, era demasiado linda. Acarició mi abdomen por debajo de la camisa provocando que todo mi cuerpo se estremeciera y que una inevitable erección la hiciera notar que estaba más que excitado. Con una mirada pícara, dio un paso hacía atrás, se quitó su camisa dejando a mi vista sus grandes y hermosos pechos que pude apreciar a pesar de la tenue luz que brindaba la luna a través de la pequeña ventana de cristal. Me lancé hacia ella, la besé con locura por todas partes luego de dejarla completamente desnuda. Me dispuse a acariciar cada milímetro de su zona baja y luego paseé mi lengua por el mismo sitio, haciendo que estallara y me diera a probar de su delicioso jugo. El salvajismo se apoderó de nosotros al contacto de nuestras partes que se fundieron en busca del mayor placer. Escucharla jadear por el disfrute me volvía loco y sacaba la bestia que intentaba esconder. En un brote de locura golpeé fuertemente sus nalgas, tiré de su largo cabello, tapé su boca para que no hiciera ruido y le di con todas las ganas hasta que estallé de dentro de ella sin poder evitarlo.

A penas terminamos me puse la ropa rápidamente, la miré unos segundos sin saber qué decir o qué hacer.

Salí de su habitación confundido, subí las escaleras hasta el tercer piso y abrí la puerta de la oficina de la dirección.

-Mamá, creo que ya podemos dejar el juego de estar infiltrado con tus locos pacientes -me senté en el sillón frente a su buró.

-¡Habla ya! ¿Que averiguaste? Es una tortura que esta chica no quiera hablar con ningún psicólogo -puso las manos en su sien y cerró los ojos por el estrés.

-No dijo nada de aquel tema mamá. Estoy cansando de intentar sacarle información. No me molesta ayudarte, pero un mes encerrado aquí es mucho tiempo ya me quiero ir.

-Lo sé cariño, pero sabes perfectamente que si ella no habla estamos jodidos.

-Hoy me dijo que mató a su padre y tengo entendido que quedó huérfana cuando tenía 5 años; terminará volviéndome loco.

-Sabes que Eilen Turner tiene esquizofrenia y que es difícil saber cuándo está diciendo la verdad. Ten paciencia y no vuelvas a verme hasta que te diga dónde carajos escondió esos papeles.

Querer rendirme era muy raro; pero ya estaba cansado. La vida que teníamos estaba en juego si esos documentos llegaban a manos equivocadas. Tardaría mucho para obtener mi libertad otra vez.

Tenía que hacer algo con ella y con el otro idiota antes de que fuera tarde; por culpa de esos dos, caí en la desesperación y me vi obligado a matar por primera vez.

Culpables Inocentes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora