Capítulo -13- Misterio casi resuelto.

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Axel Davis.

Siempre sospeché que mi psiquiatra ocultaba muchas cosas; y no era el único, todos en el hospital hablaban de él. Ser el hijo de la exdirectora y haber ocupado el puesto de su madre hacía que todas las miradas estuvieran sobre él. Se comentaban todo tipo de chismes de Lamdon; que estuvo infiltrado como paciente, que fue sospechoso de asesinato, que no terminó la carrera de psicología, entre otros comentarios que despertaron mi curiosidad por saber si todo lo que se decían era cierto.

Lo más raro era que sólo se interesaba por pacientes con psicopatía, el resto de los trastornados parecían no importarle; por eso tenía consultas privadas con él dos veces por semana.

-¿Axel, que es lo que pasó por tu cabeza cuando intentaste matar a tu hermano?

-Eh, deberías cambiar el royo; siempre me haces la misma pregunta y siempre te respondo lo mismo. Me dieron ganas de acabar con mi reflejo andante. ¿Sabes? Es un poco irritante tener un doble con el cual todos te confundan; y más cuando sabes que tú eres mejor que ese clon, es un poco ofensivo -respondí con naturalidad y sonreí como de costumbre.

-Algo más tuviste que sentir para querer hacer algo así -me dijo cómo si supiera perfectamente lo que se sentía.

-Me pregunto por qué te interesa tanto lo que me pasa. Los otros solo se ven contigo una vez a la semana y tú vas directamente a sus habitaciones, a mí me traes a tu oficina. ¿Qué me estás ocultando? -me incliné hacia delante, coloqué mis brazos cruzados sobré el buró y le lancé una mirada intimidante.

-Creo que te equivocas. Es más, el que hace las preguntas aquí soy yo, tú limítate a responder si no quieres que hable para que te den los sedantes por vía intravenosa -dijo quitando mis brazos de la mesa de un tirón y organizó de manera compulsiva unos papeles que yo había movido.

-¿Por qué cambiarás mis medicamentos? Oye, no estás siendo muy profesional ahora -sonreí.

-Axel Davis -se puso de pie, caminó y se colocó detrás de mí -. ¿Crees que no sé qué no te tomas las pastillas? Engañas al cuerpo médico con tu buen comportamiento, aparentando ser un paciente tranquilo a pesar de tu padecimiento; pero a mí no me engañas. ¿Cómo haces para no tomar tus tranquilizantes? -preguntó con tono amenazante y masajeó mis hombros con fuerza -. Normalmente los responsables de darte las pastillas deben asegurarse de que te las tomes. ¿A quién conoces en el hospital que te está dando cierta libertad?

-¿Cómo puedes creer una cosa de esas? Mira mis pupilas, están dilatadas como las de un gatito. Claro que tomo mis pastillas.

-No mientas; pero bueno voy a cerrar los ojos con el tema si me dices la verdad -dijo luego de darme unas palmadas en los hombros y volvió a sentarse frente a mí.

-Está bien, tú ganas. Quería matar a mi hermano por el simple hecho de que quiero estar libre de él, de lo que me hace sentir. Lo quiero demasiado, tanto que no me deja ser yo mismo, me consume y me hace creer que solo vivo por y para él; y odio esa sensación -hablé entre dientes, con un nudo en la garganta y la respiración agitada por la rabia contenida.

-Entonces es eso -se quedó analizado sus pensamientos con el ceño fruncido -. Ahora entiendo, no te gusta la sensación de querer a alguien y por eso quieres liberarte de tu hermano; porque si no existiera esa conexión de gemelos, entonces tú no serías capaz de sentir nada por nadie más.

-¡Vaya! Es como si entendieras por fin algo que vives en carne propia -me tiré hacia atrás con una ceja levantada.

-Cuando hablo contigo, no me queda claro quién es el psiquiatra -se notó con cierto nerviosismo -. Puedes irte a tu habitación, Henry está afuera, te llevará.

Salí de la oficina analizado la conversación y saqué miles de conclusiones; pero no tenía nada claro. No pude dormir esa noche pensando en el inexplicable interés de Lamdon hacia mí; así que tome la decisión de investigarlo. Sería fácil para mí ya que cómo bien él descubrió, contaba con la ayuda de una enfermera a la que seduje gracias a mi hermosa cara, mi cuerpo atlético y mi personalidad encantadora.

Le pedí a la chica que lo siguiera discretamente y que averiguara su agenda semanal. Ella hizo un excelente trabajo, se encargó de mantenerme informado de cada uno de sus movimientos en el hospital; pero un día no regresó a trabajar.

-¿Dónde está Megan? -le pregunté a un enfermero afroamericano de casi dos metros que entró a mi habitación a darme los tranquilizantes.

-Megan renunció, ahora soy tu niñera -sonrió a carcajadas mientras me daba las pastillas.

Sabía que sería un riesgo dejar de tomarlas pero igual usé la estúpida técnica de colocarlas debajo de la lengua y fingí que las tragaba.

-Abre la boca y levanta la lengua
-dijo con todo desafiante.

Me quedé mirandolo fijamente, mientras intentaba esconder las cápsulas apretándolas con la lengua en el cielo de la boca.

-¡Abrela ya!

La abrí lentamente y moví mi cabeza de un lado a otro como un payaso.

-¿Crees que soy idiota? Llevo muchos años en éste trabajo de mierda -apretó mi cara con fuerza haciéndome abrir la boca, metió sus gruesos dedos en ella, tomó las píldoras y las introdujo directo en mi garganta provocando que me ahogara-. Ahora bebe agua para que no te ahogues.

Salió del cuarto sonriendo, y yo quedé tumbado en la cama siendo derrotado por las drogas. Todo se había complicado. Sólo me preguntaba dónde podría estar Megan. Su renuncia no tenía sentido, sabía que Lamdon tenía algo que ver; pero con el nuevo enfermero me era casi imposible averiguar algo.

Esa noche soñé muchas cosas raras, me pasaba cada vez que tomaba las pastillas; pero esta vez no estaba en mi habitación era un lugar oscuro y frío. Abrí los ojos y la luz del techo me cegaba haciendo que mis ojos lloraran, miré a los lados y habían al rededor de siete personas en aquella sala, amarrados a la cama, recibiendo un suero al igual que yo. Estaba en un punto en el que no sabía si estaba consciente o no.

Sentí un fuerte ruido, como si arrastraran algo pesado, el estruendo de una puerta metálica al abrirse me hizo darme cuenta de que no estaba dormido. Unos pasos suaves venían hacia mi, sentí su voz y cerré los ojos.

-Axel Davis, inducido; Lea Bennet inducida; Roberto González inducido; Ralph Thomson, inducido Salma White inducida; Theo Baker, inducido; Zack Jones, otra vez despierto.

«¿Qué está pasando? ¿Por qué Lamdon me tiene aquí junto a ésta gente?».

Algo andaba muy mal; lo único que sabía en ese momento era que tenía que continuar fingiendo que estaba dormido. No quería sufrir lo mismo que Zack estaba sufriendo por estar despierto; pero para mí mala suerte el monitor cardíaco delató mi miedo y él vino hacia mí.









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