Extra

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—Yo creo que es una estupidez lo que están haciendo.

Las palabras del rubio hicieron que Karl ladeara la cabeza.

—Les ayudará a estar en paz.

—Pero pueden morir. No quiero verlos por aquí tan pronto— aclaro Dream, dándole un sorbo a su bebida inexistente.

—Si Alyssa muere, cuando llegue acá la estrangularé.

—¿Desde cuando eres tan agresivo, Karl?

—Desde que me mato.

Aquello provocó una risa en el rubio.

—Nunca te perdonaré que olvidaras mi nombre.

—¿Quien eres?

Dream le empujo con indignación, cosa que hizo a Karl sonreír con burla.

—Almacenamiento sin espacio.

—Intoxicado.

—¡Hey!

Mientras ambos seguían peleando y discutiendo en el jardín, un pelinegro caminaba por el pavimento completamente ido en sus recuerdos.

Las dos miradas recayeron en él, cuando estuvo más cerca de la zona.

—¡Oye, tú!— llamó Karl, alzando su mano.

Los ojos negros del chico se clavaron en ellos.

—Eres Quackity ¿no?— pregunto Dream, acomodándose mejor en su lugar.

—Sí, soy yo...— contesto el pelinegro.

—¿Que haces por aquí?— cuestiono esta vez Karl, llevando una golosina a sus labios.

—Mi chico está aquí— respondió Quackity con una sonrisa dulce, señalando hacia la salida del internado.

Dream asintió ante esa respuesta, satisfecho. Estuvo por decir algo más, pero mejor se callo. Tenían toda una muerte para confesarse.

—¿Ustedes que hacen aquí?— esta vez fue Quackity el que preguntó.

Ambos se miraron.

—Nuestros chicos también están aquí— dijo el castaño, alzando su bolsita de caramelos para ofrecerle al de ojos negros.

El pelinegro negó amablemente.

—¿No deberían salir a verlos?— alentó Quackity, mirando directamente la salida.

Los otros dos negaron con la cabeza.

—El chico de Dream sigue dentro, estamos esperándolo— aclaro Karl.

—Entiendo...

Toda interacción fue cortada cuando otro pelinegro apareció en el jardín, apenas logrando mantenerse de pie.

Pero había una diferencia. Este estaba vivo.

—¡Es mi chico!— grito Dream emocionado, levantándose del pasto para correr hasta él.

Se posicionó a su lado sin atreverse a intentar tocarlo. Sabía que de todas formas no funcionaría.

Quackity y Karl también se colocaron de pie, yendo detrás de Dream y George.

Cuando los cuatro salieron del internado, una fuerte ráfaga los cegó por unos momentos. Al menos a los espíritus si.

Los ojos de Quackity brillaron cuando visualizo a Wilbur, despidiéndose con rapidez para irse a donde estaba él.

Karl y Dream fueron a la misma dirección, Pues Sapnap y George estaban abrazándose.

—Creo que nuestros chicos no son más nuestros chicos— murmuro el castaño, mirando con orgullo aquella escena.

—¿Deberíamos darles privacidad?— cuestionó Dream, desviando la mirada.

Ambos estuvieron de acuerdo, alejándose un poco de los vivos.

El de ojos verdes fue el primero en sincerarse.

—Creo que es hora de irnos, Karl.

—Si, parecen felices...— murmuro el castaño.

Los dos se dejaron caer en el suelo, con tristeza y felicidad mezcladas.

—Marchémonos cuando se den un beso— propuso Dream.

—Bien, aceptó.

Se sentaron en el suelo, sin saber que hacer. Hasta que Dream recordó algo que tenía pendiente.

—¡El chocolate!

—¿Eh?

—¡El chocolate que le envió todos los días a George!— dijo con emoción, casi se le olvidaba.

Karl abrió los ojos con pánico.

—¿¡Estuviste interactuando con los vivos!?

—¡Le hice una promesa!

—¡Está prohibido!

—¡Hoy es el último día!— aclaró rápidamente.

Eso pareció calmar al oji-amarillo.

—Este será el que cierre nuestro ciclo— prosiguió, sacando un chocolate de sus ropajes para mostrárselo.

Lo metió con delicadeza en un sobre, dejando un dulce beso por encima del papel.

Dream puso su dedo índice en sus labios, indicándole silencio. Karl solo le miro sin decir nada.

El rubio se metió entre la multitud. El castaño rápidamente le perdió de vista.

Fueron solo unos minutos los que se tardo.

—¿Que fue lo que hiciste?— pregunto Karl.

—Tú solo observa.

Los dos llevaron su vista hasta Sapnap y George, quienes hablaban felizmente con una niña, la cual no tardó en marcharse. Karl se sorprendió al ver que George ya contaba con el sobre en sus manos.

—Realmente eres grandioso, Dream. ¿Cómo lo hiciste?

—El poder del amor.

—Tú y tus cursilerías.

—¡Shhh, ya lo abrió!

Devolvió su mirada a donde antes, admirando como George y Sapnap compartían el chocolate.

—Él nunca se había atrevido a compartirlo...— murmuro Dream, con orgullo y dolor.

—Y Sapnap jamás se había atrevido a admitir sus sentimientos por alguien más...— le siguió Karl, con alegría.

Al fin los habían soltado.

El castaño se levantó, sacudiendo su ropa.

—Vámonos, Dream.

—¡Voy!

Se colocó de pie también, caminando a un lado de Karl.

Mientras ambos se marchaban, no pudieron evitar voltear hacia donde estaban sus amados.

Sapnap besaba con delicadeza los labios de George, quien le correspondía gustoso, mientras ponía sus manos en las mejillas contrarias.

Aquella imagen seguro rompió el corazón de los dos. Pero si sus chicos eran felices, ellos también lo serían.

—Ellos ya nos dejaron ir. Nos toca a nosotros.

—Lo se, Karl. Lo sé...

Y dieron media vuelta, para no volver jamás.

O al menos lo intentaron.

She? [4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora