ETERNAL LOVE, neteyam ✓

¡ 06. shattered !

¡ ETERNAL LOVE !
chapter six...

DESDE LA FIESTA, PERSISTÍA tensión tácita entre Neteyam y Fei'uey. Incluso si la chica no hablaba de eso, tenía la sensación de que ella también lo sabía.

Era una razón por la que Neteyam ahora estaba siguiendo a Fei'uey mientras se escabullía hacia las afueras de la isla, mirando hacia atrás cada pocos segundos. No era culpa suya que sintiera curiosidad por saber qué estaba tramando. Tampoco era su culpa que ella sospechara tanto.

Le gustaba pensar que la estaba cuidando en lugar de correr el riesgo de volver a verla.

Cuando dobló una esquina, se detuvo. Fei se había ido. Antes de que pudiera darse la vuelta y buscarla, sintió un cuchillo presionado contra su cuello.

Podía decir que era ella. Tenía una presencia distinguible para Neteyam. Estaba seguro de que si tenía los ojos vendados y ella estaba cerca, podría señalarla. —¿Qué estás haciendo aquí?— Fei'uey se quejó.

Lentamente se movió para alejar su mano, dándose la vuelta para ver la mirada severa en su rostro. —Yo, eh, quería asegurarme de que no estabas haciendo nada malo—.

Ella frunció el ceño, dejando caer la mano con el cuchillo. —No necesito tu protección—.

—Soy un guerrero—.

—Eso es difícil de creer— Se miraron el uno al otro, sin atreverse a decir una palabra más o dar un paso más. Neteyam podría haber seguido mirándola a los ojos para siempre. Al mirar más de cerca, se había dado cuenta de que eran verdes con motas azules.

Ella rompió el silencio barriendo su pierna de repente y sentándose a horcajadas sobre su cuerpo. No tuvo tiempo de procesar hasta que fue demasiado tarde. Él hora estaba en el suelo. Ella sostuvo su cuchillo con ambas manos verticalmente sobre su rostro. —¡Deberías haberlo sabido antes de seguirme ciegamente!

Neteyam apenas podía pensar. Su mente estaba sobre estimulada en el cautiverio de ella. Fei. Cada parte de ella. Sintió la piel de sus muslos rozando sus piernas, las rodillas junto a sus caderas. Su proximidad le robó el aliento. Nunca había estado tan cerca de ella antes. Siempre había logrado mantener la distancia hasta ahora.

Sus manos inconscientemente se levantaron para posarse en sus caderas, pero se detuvo antes de poder tocarla. Neteyam creía que estaba hecha de vidrio. Su pecho subía y bajaba rápidamente. Él casi podía sentir su aliento abanicando su rostro.

No podía decir si era real o solo su imaginación. —Eres hermosa—, susurró.

Sus orejas se crisparon, su expresión cayó por un segundo. Incluso si fue un instante, Neteyam lo vió. Lo vio con sus propios ojos. Sus sentimientos ya no eran sólo unilaterales.

Ella se puso de pie, para su decepción, y le tendió la mano. Él lo tomó y se puso de pie. —Ven.

Cuando ella comenzó a caminar, él la siguió. Neteyam notó que Fei se abrió camino como si lo hubiera hecho durante mucho tiempo. Después de apenas un minuto, habían llegado a un claro bajo árboles que nunca antes había visto. En la isla, se había acostumbrado al agua que lo rodeaba. Fei'uey se sentó en el medio. Ella palmeó la arena frente a ella. Ella quería que él se sentara.

Cuando lo hizo, Neteyam absorbió la naturaleza. Había rocas por todas partes con el silbido del viento en sus oídos. Volvió a mirar a Fei para encontrarla mirándolo fijamente.

Ella tomó ambas manos entre las suyas. Por un momento, ella pareció vacilante. Ella cerró los ojos. —El camino del agua nos conecta a todos—.

Sintió que ella apretaba ligeramente sus manos.

—No tiene principio ni fin—.

Él la imitó, cerrando los ojos e imaginando el agua.

—El mar te rodea. El mar es tu hogar—

Sintió las manos de ella deslizarse por sus brazos, descansándolas más arriba en su antebrazo.

—Antes de tu nacimiento y después de tu muerte. Nuestros corazones laten en el útero de nuestro mundo.

Cuando ella hizo una pausa en sus palabras, él abrió los ojos.

Ella lo estaba mirando. Sus labios estaban separados. Las palabras no fueron pronunciadas, descansando en su garganta. Fei no estaba segura de estar lista para decirlas. Entonces, Neteyam mantuvo esa expresión en su rostro. Él también lo quería. Ella supo desde ese momento que era el momento correcto.

—¿Qué es lo que siento?— Ella susurró.

A él se le cortó la respiración. —Nada que esté mal—

Ella frunció los labios y frunció el ceño. —Mis padres se sentirían decepcionados si se enteraran—.

Él se rió entre dientes y le dio una sonrisa torcida. Se habían acercado lo suficiente como para que Fei pudiera sentir su respiración errática en su rostro. —Entonces no les haremos saber.

Él se inclinó por completo, levantando la mano para atraer su barbilla hacia él y presionando sus labios juntos. La suya viajó hasta su mejilla, mientras ella colocaba sus manos sobre su pecho.

El beso fue tierno y dulce. Fei contuvo la respiración en estado de shock. Besar a Neteyma fue como romper un muro de piedra, romper las barreras que ella misma se había puesto cuando se conocieron.

Cuando se separaron, él tenía un ligero rubor en las mejillas. Fei no pudo contener la suave sonrisa que estiró sus labios. Neteyam les devolvió la mirada, recordando la forma en que tocaron los suyos.

Se sentía como si el momento durara para siempre. Estaban infinitamente sin aliento. Neteyam agarró suavemente su mano y la llevó hasta su pecho desnudo. Lo colocó justo sobre su corazón y susurró casi inaudiblemente. —Esto es lo que me haces, Fei. Estoy fascinado por ti. Mi corazón es tuyo—.

Ella inhaló bruscamente. La responsabilidad de su amor pesaba más que cualquier otra cosa con la que ella hubiera tenido que cargar. Ahora, ella quería conservarlo. Lo apreciaría, incluso como un alma sin cuerpo que pertenecía a Eywa. El amor de Neteyam era su presente y su futuro.

Le tendió las manos y recitó algo que su padre siempre le decía a su madre. —Mi cuerpo y mi alma te pertenecen si me dejas tener tu cuerpo y alma.

Neteyam y Fei'uey estaban unidos emocionalmente. Las palabras que habían dicho eran inquebrantables, irreversibles.

Incluso si no hubieran conectado sus trenzas y apareado, su amor mutuo era igual de fuerte.

Como había dicho Fei, su cuerpo y alma ahora eran suyos. El cuerpo y el alma de Neteyam le pertenecían. La barrera de cristal se había hecho añicos a merced del amor.