𝖮𝟩: Frutos rojos

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CAPÍTULO 7:
Frutos rojos

La tenue luz de la luna se colaba por entre las cortinas, alumbrando un poco su habitación y evitando que el lugar se encontrase en completa oscuridad

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La tenue luz de la luna se colaba por entre las cortinas, alumbrando un poco su habitación y evitando que el lugar se encontrase en completa oscuridad. El característico sonido de los grillos resonaba en sus oídos, siendo eso lo único que se escuchaba en aquella noche estrellada. Su mirada estaba puesta en la mesita de noche, en la cual reposaba la fotografía de su familia que había traído de su antiguo hogar. Kanae soltó un suspiro y giró su cuerpo hacia el lado contrario de la cama, esperando que en aquella posición por fin pudiera conciliar el sueño y pudiera descansar de una vez por todas.

Kanae nunca sufrió de insomnio. Ella solía dormir plácidamente sin ninguna interrupción, pero desde el incidente de su familia, jamás pudo volver a dormir con sosiego. Había veces que aquello se debía a la sensación de ser observada a través de la oscuridad, pero había otras veces en las que su mente le hacía una mala jugada, y cada que cerraba sus ojos, se repetía la imagen de su familia, impidiendo que lograse descansar con tranquilidad; pero esa noche, el motivo de su insomnio era otro. 

El gruñido de su estómago resonó en su habitación, haciéndole colocar su mano sobre su abdomen, sintiendo el ligero movimiento de sus órganos, el cual indicaba la falta de alimentos. Esa noche Kanae no había bajado a cenar porque no tenía hambre, y no fue hasta ese momento en el que su cuerpo le pidió que ingiriera algún alimento. Consideró la idea de ignorar el sonido proveniente de su estómago, pero aquello sería imposible, pues cada vez se hacía más constante. Cerró sus ojos por unos instantes, y tras haber soltado un bufido, se puso de pie con algo de pereza, dispuesta a salir de su habitación para ir a la cocina por algo de comer.

Al igual que todas las noches, el pasillo era iluminado por las antorchas en la pared, haciendo un camino de luz que daba hasta el inicio del pasillo que conducía a las escaleras. Kanae se sostuvo del barandal de mármol a su lado, bajando lentamente para evitar tropezar, pues en ese lugar no había casi nada de iluminación, salvo por la tenue luz de la luna que apenas y se colaba por una pequeña rendija del gran ventanal a sus espaldas. Se adentró a la cocina con sigilo, tratando de no hacer ruido al abrir la puerta para evitar que los demás se despertaran. Una vez en la cocina, se dirigió a una de las gavetas y sacó la pequeña cajetilla de fósforos para posteriormente encender el candelabro que reposaba en el centro de la mesa. La pelirroja trató de buscar algunas sobras de la cena, pero todo parecía indicar que no había quedado nada de comida, cosa que le hizo soltar un ligero bufido. Observó a través de la ventanilla el pequeño huerto que Chifuyu se esmeraba en cuidar, y fue entonces que tuvo la idea de ir a cortar algunos frutos para poder comerlos, pues sabía que al rubio no le molestaría en lo absoluto que ella los tomase.

El sonido de los grillos la recibió una vez que salió del castillo. Sostuvo el cesto que anteriormente había tomado, y después se hincó en el césped para comenzar a revisar la cosecha, tratando de encontrar las frutas que ya estuviesen maduras. El cesto poco a poco se llenó de jugosas fresas, moras y frambuesas, al igual que de uno que otro tomate que ya se encontraba maduro. Kanae dibujó una sonrisa en su rostro cuando vio las deliciosas frutas que degustaría en un momento, y posteriormente se puso de pie para volver dentro del castillo. Se giró sobre sus talones, y en el momento en que divisó a Baji de pie frente a ella, soltó la canasta y emitió un ligero grito debido al susto. El azabache sostenía una pequeña ardilla muerta en sus manos, y de su boca caía un ligero hilo de sangre, el cual se encargó de limpiar con su lengua.

Escarlata『 Baji Keisuke 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora