Prólogo

212 6 0
                                    

Entró a la habitación 18 con la misma llave con la que abría esa puerta noche tras noche. Se dirigió a la silla que estaba junto a la cama y dejó su chaqueta de mezclilla, presumiendo su torso desnudo. Luego agarró la botella de vino que reposaba en una charola sobre la mesita que estaba junto a la entrada y se sirvió una copa que se dispuso a disfrutar sentado en la esquina de la cama.

Observó con detenimiento la conocida habitación en la que brillaban lámparas de neón, iluminando las paredes de un color azul con unos cuantos toques rojos. Se veía como la recámara de cualquier motel de calidad. Una cama grande, un espejo en el techo sobre ella, una regadera con paredes de cristal que permitían ver a quien se bañara desde cualquier parte de la habitación, entre otras amenidades.

La copa de vino ya se terminaba cuando alguien llamó a la puerta. El joven se levantó, acomodó la parte de la cama en la que se había sentado, dejó la copa sobre la charola y abrió. Una mujer pelirroja de unos treinta años lo miraba anonadada. Primero lo vio a los ojos, luego se fijó en su torso desnudo y de último vio sus piernas torneadas ataviadas en unos jeans negros.

—¿Marcos?

Era nueva. Le encantaba atender a sus clientas de confianza porque le dejaban una gran propina, pero también disfrutaba de conocer a nuevas mujeres. Era un mundo nuevo, las llegaba a conocer mejor que nadie, se volvía experto en satisfacerlas como nadie más podía, pero lo que más le gustaba era ver cambiar sus expresiones de nerviosismo a un placer inimaginable.

—El mismo. Adelante. —Se hizo a un lado y su primera cliente de la noche pasó a la habitación 18.

MORTENSEN: HISTORIAS DE VERSIER VOL. 1 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora