XIV

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Había pasado un mes desde mi encuentro con Marcos en el muelle, tres semanas desde la última vez que hablamos y casi una semana desde mi travesura con Vives en las regaderas. Sorprendentemente, mi vida estaba tranquila. Mi plática con Laurel realmente había marcado la diferencia y me había hecho ver las cosas de una forma diferente.

—¿Thomas? —Miré a Bruno quien sacudía la mano frente a mis ojos, tratando de sacarme de mis pensamientos.

—Sí, ¿qué pasó?

—Te estoy preguntando que si irás a la fiesta de Diego.

Diego de León era el heredero de una de las familias más importantes de Versier, pero también era el novio de Rebeca.

—No puedo pisar esa casa. Si Diego me ve, me matará. Estoy seguro de que lo sabe todo.

—¿Hablas en serio? Tenemos que ir —insistió.

—Ya te dije. No puedo...

Y salió de mi habitación sin decir nada más. Bruno podía ser un poco serio, pero últimamente se veía más irritable de lo normal. No tardé en seguir sus pasos y bajé a desayunar. Bruno y Matías discutían sobre la fiesta.

—¿Qué estás preparando? —pregunté a Matías para alivianar el ambiente.

—¡Sh! —dijeron al unísono y continuaron con su discusión.

Giré sobre mis talones y me dirigí a la sala, donde no tardé en darme cuenta de que algo estaba diferente. Había ropa tirada en el suelo. Me incliné para observar en uno de los sillones y pude visualizar a Danny acostado junto a una mujer, ambos totalmente desnudos. No pude evitar un pequeño suspiro que despertó a mi amigo, quien miraba a su alrededor con una confusión que se volvió preocupación. Sin haberme visto, se paró y pude observar su cuerpo desnudo. Los brazos fuertes y los abdominales trabajados, los pectorales velludos y el sexo tan apetitoso. Reparó en mí y me hizo una señal de silencio poniendo su dedo contra su boca. En ese momento, Matías y Bruno ya comenzaban a gritarse en la cocina, por lo que la mujer comenzaba a despertar. Danny me hizo una seña con la mano para que me fuera y así lo hice.

Me senté en una de las sillas de madera que estaban alrededor de la mesa de la cocina y continué escuchando la pelea hasta que Danny y la misteriosa mujer se aparecieron en el marco de la puerta. El nada más traía un bóxer rojo que no dejaba nada a la imaginación y ella vestía una camiseta negra larga que asumí que era de Danny. Sin decir nada, la mujer se dirigió al refrigerador y sacó la jarra de agua. Se sirvió en un vaso y tomó ante la mirada expectante de todos los demás. Después nos sonrió y salió del lugar, con Danny persiguiéndola, no sin antes compartir una mirada con nosotros.

—¿Quién es? —susurró Matías.

Danny levantó los hombros en señal de duda y siguió su camino detrás de ella, aparentemente subiendo al segundo piso.

El resto del día pasó lento. Danny se había ido con la mujer y no había regresado, Darío y Marcos estaban desaparecidos como siempre, y Bruno y Matías se preparaban para ir a la fiesta de la década. Yo, por otra parte, estaba acostado en mi cama recién bañado para pasar el resto de la noche en la misma posición mientras revisaba mi celular. Pensé en mandarle un mensaje a Marcos, pero la idea se desvaneció en seguida. Luego pensé en mandarle un mensaje a Vives, pero eso sería aún más extraño.

Después de varios minutos, decidí bajar a cenar, pero no encontré nada interesante para preparar, así que me rendí y terminé tirado en el sillón en el que había encontrado a Danny con la mujer.

—¿Por qué tan triste? —Volteé para encontrarme con Matías, quien me sonreía desde el marco se la puerta de la sala.

—¿Qué haces aquí? Creí que te habías ido.

—No, tampoco estoy en muy buenas condiciones con Diego. Ya sabes, asuntos de familia.

La familia de Diego de León también se dedicaba a la industria hotelera, por lo que tenía sentido que fueran la competencia de los Burgos.

—¿Vemos algo? —preguntó.

—Si quieres... —Señalé el espacio junto a mí—. Siéntate.

Me obedeció y ahora estábamos uno junto al otro. Pusimos la primera película que encontramos y tratamos de no dormirnos durante la primera media hora. El protagonista era un mujeriego (bastante guapo) que se acostaba con todas las mujeres de la película. Creo que ni Matías ni yo entendíamos la trama, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a buscar la sinopsis. Entonces, en una escena en la que el mejor amigo le insistía que no podía seguir con ese estilo de vida, el protagonista se lanzaba a besarlo. Tanto Matías como yo compartimos una mirada de sorpresa y nos deshicimos en risas.

—Eso no me lo esperaba.

—¿Qué estamos viendo? —Matías apenas podía decir algo mientras reía.

La escena escalaba y pronto, los dos hombres ficticios perdían la ropa para meterse entre las sábanas. Una canción de fondo acompañaba a la imagen homoerótica. Uno de los dos comenzaba a batallar con el condón mientras el otro se reía, aunque pronto, ambos gemían opacando la música de fondo. La escena me dejó bastante duro. De estar riéndonos descontroladamente, Matías y yo pasamos a estar bastante serios y en silencio. No me atrevía a mirarlo. Por suerte, la escena no duró mucho y el resto de la película transcurrió sin más incidentes.

—Thomas...

Me giré para mirar a Matías, quien veía directo a los créditos que corrían en la pantalla. Me volteó a ver.

—Dime.

—El otro día... cuando me encontraste...

Lo había olvidado por completo. El día que tuve mi aventura con Vives y me había encontrado a Matías al regresar a la casa, él había intentado preguntarme algo, pero lo había ignorado.

—Sí... querías preguntarme algo.

—Sí —dijo antes de desviar la mirada de nuevo hacia los créditos.

—Pues pregunta... —solté.

Pasaron unos segundos incómodos antes de que Matías y yo nos miráramos fijamente y él preguntara:

—¿Alguna vez has sentido que te atraen los hombres?

—Yo...

No podía decir más. Después de ver que eran tan comprensivos con Darío, había asumido que no me importaba si sabían sobre mi bisexualidad, pero estaba equivocado.

—Tampoco tienes que contestarme si no quieres. No debí preguntar.

Matías se levantó, visiblemente incómodo, y salió de la sala. Lo seguí hasta los pies de la escalera.

—Matías, yo...

Entonces la puerta se abrió y pude ver a Danny entrar junto con la mujer de la mañana. Se besaban y reían mientras comenzaban a arrancarse la ropa sin siquiera haber cerrado la puerta.

—¡Daniel! —grité.

Pararon en seco y se quedaron mirándome.

—Habías dicho que no habría nadie —reprochó la mujer, que se abotonó la blusa de nuevo y salió a la calle.

—Espera... —Danny arrugó los ojos, tratando de concentrarse.

—No recuerdas su nombre, ¿cierto?

Danny me miró con una sonrisa pícara y salió tras la mujer, dejándome solo en el vestíbulo, pues Matías se había ido a su habitación.

MORTENSEN: HISTORIAS DE VERSIER VOL. 1 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora