El corazón me latía a una velocidad preocupante mientras caminábamos el último tramo de playa hasta el muelle destruido donde se exponía la estatua de aquel tritón con cuerpo definido. Con nada más que la iluminación de la luna, era imposible descifrar los rasgos de Marcos.
—¿Ya habías estado aquí antes? —pregunté curioso.
—Dos o tres veces —respondió sin mirarme.
No dije nada más. Seguí caminando, intentando seguirle el paso a mi acompañante que parecía saber exactamente hacia dónde íbamos. Entonces Marcos se detuvo y choqué con su espalda por estar viendo hacia el suelo.
—¿Qué...?
Levanté la cabeza para encontrarme con la visión de un hombre que estaba sentado en una banca a unos cuantos metros de la estatua.
—Bienvenido al muelle del Tritón —dijo Marcos y yo sabía que estaba sonriendo con suficiencia.
El hombre hizo contacto visual y sonrió. Marcos asintió, dándole permiso de caminar hacia nosotros.
—Hola. —Marcos sonreía, coqueto.
—Hola. —El hombre lo miró, y luego a mí.
Tenía el cabello negro recortado al ras, acompañado de una barba corta del mismo color. Era ligeramente más bajo que Marcos, pero bastante fornido. Parecía tener unos treinta años.
—¿Buscan un tercero?
—Nosotros... no... —tartamudeé.
—No estamos juntos. —Marcos me miró después de pronunciar esas palabras. Tal vez notó el nerviosismo en mi rostro—. Por ahora solo estamos viendo.
—Oh. —El hombre barrió a Marcos con la mirada, y luego a mí. Abrió la boca y la volvió a cerrar, después desapareció.
Seguimos caminando unos cuantos metros hasta visualizar el puente que se elevaba sobre la playa. Debajo se podían ver las siluetas de hombres juntos. Cogiendo. Estaban escondidos entre algunos arbustos y aprovechaban los grandes pilares que sostenían la construcción para no ser tan visibles, pero sus siluetas eran obvias. Conté unas tres parejas.
Un hombre caminó junto a nosotros y nos barrió con la mirada. Una vez que lo habíamos dejado atrás, volteé para verlo mejor y me sorprendí al encontrarlo mirándome. Me sonrojé y seguí caminando.
—Ve con él. —Marcos se había dado cuenta de que miraba al hombre que pasó—. Si te gusta, ve con él.
—Nunca he hecho esto. Nunca he estado con otro hombre.
—Me besaste —reprochó.
—Pero estaba tomado. Y aparte, solo fue un beso.
—Pues esto solo es sexo. No tiene nada de especial. —Entonces Marcos señaló a un hombre que estaba apoyado en un poste de luz con el foco fundido—. Mira.
Caminó hacia el desconocido y pude ver que comenzaban a platicar. Entonces, Marcos lo tomó de la mano y comenzó a caminar hacia el puente. Me quedé inmóvil. ¿Qué haría en ese lugar ahora que mi acompañante se estaba yendo con otro? Entonces, como si me hubiera leído la mente, Marcos me miró a la distancia y me hizo una seña con la cabeza para que lo siguiera. Así lo hice. Me metí entre los arbustos hasta llegar a ese espacio desnudo que había debajo del puente. Los gemidos eran audibles, aunque no podía ver a nadie.
—De rodillas. —Reconocí la voz de Marcos a unos metros.
Caminé hasta encontrarme con mi acompañante con la espalda apoyada en una columna y el otro hombre de rodillas frente a él. Marcos me ubicó entre los arbustos y me sonrió. Se desabrochó el cinturón con una sola mano, cosa que por algún motivo se me hizo muy sexy, y luego los pantalones. El otro hombre, hambriento, se apuró a tomarlos por la cinturilla y bajárselos con ansias. Los bóxers de Marcos siguieron el mismo camino, y pronto pude verlo moviendo sus caderas con ritmo mientras el hombre hacía sonidos guturales cada vez que intentaba hacer garganta profunda. Marcos tenía los ojos cerrados y se veía extasiado. Sonreía mostrando sus dientes blancos y de vez en cuando me miraba directamente, sabiendo que estaba poniéndome extremadamente caliente. Mi erección quería ser liberada de su cárcel de tela, pero había algo sucio en hacerlo. Sacarme los pantalones sería como admitir que Marcos me tenía en la palma de su mano cuando no era así. Era un hombre, uno muy sexy, pero no era nada más. La sola idea de que pensara que era el causante de mi erección me molestaba, porque sabía que no me dejaría olvidarlo. Me gustaba, tenía que reconocerlo, pero ya estaba lo suficientemente familiarizado con su egocéntrica personalidad y sabía que no podía dejar que él se enterara. Si eso llegaba a suceder, me vería como su inferior. No, eso no podía pasar.
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MORTENSEN: HISTORIAS DE VERSIER VOL. 1 (+18)
RandomAdvertencia: Novela homoerótica. Thomas Mortensen llega a la ciudad de Versier, donde será recibido con los brazos abiertos por los integrantes de una fraternidad universitaria. Durante su estancia en la ciudad, Thomas se cuestionará su sexualidad y...