Abrí la puerta al segundo toque. Era Matías.
—¿No estás listo todavía?
Llevaba puesto un traje de baño azul y una camisa blanca de botones, mientras que yo no vestía nada más que una toalla.
—Danny tardó años en bañarse. Cúlpalo a él.
Matías se quedó bajo el marco de la puerta mientras que yo caminé hacia mi vestidor para encontrar algo que ponerme. Dejé caer la toalla y escogí dos trajes de baño. Salí a la habitación y vi a Matías fijar la vista en mi entrepierna.
—¿Cuál te gusta más? —pregunté con un tono seductor mientras que la mirada de Matías no podía separarse de mí.
Caminó hacia mí y tomó ambos trajes de baño, los echó a la cama y dijo:
—Mejor desnudo.
Acercó sus labios a los míos y me besó. Sentí mi cuerpo reaccionar y mi pene comenzó a emocionarse. Sus dedos recorrieron mi abdomen y llegaron a mi sexo.
—Solo faltan ustedes dos. —Bruno estaba parado en la puerta, mirándonos.
Nos separamos entre risas y ambos estábamos sonrojados.
—No sé cuál sea su obsesión por hacerlo a la vista de todos, pero tienen que parar. ¿Qué pasará el día que Héctor los vea?... ¿Darío?... ¿Serrano?
Esos tres no sabían nada de nosotros dos, y mejor si no se enteraban. Sobre todo Marcos...
Bruno desapareció de mi puerta y comencé a ponerme la ropa mientras que Matías me observaba alucinado. Me acerqué a él y le di un beso rápido en los labios.
—Vamos.
La fiesta empezó bastante aburrida. Había poca gente y el ambiente no era tan interesante, pero había alcohol en cantidades excesivas, así que mis amigos y yo hicimos lo único que se podía esperar de nosotros. Las horas pasaron y la casa de la desconocida comenzó a llenarse mientras el sol se ocultaba y la brisa marina se hacía cada vez más gélida. El alcohol ya era dueño de mis acciones para cuando el evento comenzó a ser algo masomenos tolerable.
—Ven —llamé a Matías, quien platicaba con una mujer desconocida.
Él me siguió por los pasillos del patio y entre los jardínes hasta llegar a una pequeña construcción en forma de casa miniatura. Debía ser una especie de bodega. Mi amigo con derechos estaba en el mismo estado de ebriedad que yo, por lo que no existía la voz de la razón en esta pareja. Lo besé y él hizo lo mismo. Mis manos recorrieron su cuerpo con lujuria y deseando que su camisa desapareciera por arte de magia. Para este punto, la llevaba completamente abierta y solo hizo falta un pequeño movimiento de hombros para que ésta cayera al suelo. Le besé el cuello y luego la clavícula. Sus manos se enredaron en mis cabellos rubios y me empujaron hacia abajo, obedecí y comencé a estimular uno de sus pezones.
—Chúpamela —pidió.
Me arrodillé y comencé a quitarle su traje de baño cuando escuché un ruido casi imperceptible a mis espaldas. Por instinto, giré la cabeza y vi la sombra de una persona entre unas plantas cercanas. En seguida me paré y grité:
—Hey, sal de ahí.
La persona comenzó a correr hacia la fiesta y por más que traté de seguirla, no pude. Matías no entendía nada y solo trataba de vestirse lo más rápido posible.
—¿Crees que nos haya visto? —preguntó.
—Nos vio.
Matías me miró muy serio.
—Si mi familia se entera...
Matías tenía razón. Yo no tenía nada que perder. Él sí. Su familia tenía una reputación que mantener. Si se llegaba a saber que los Burgos tenían un hijo homosexual serían la vergüenza de la alta sociedad por los próximos meses.
—No se van a enterar. Sea quien haya sido, seguro estaba borracho o borracha. —Traté de tranquilizar a Matías, pero él no parecía estar escuchando.
—Tenemos que irnos —respondió con la mirada perdida.
Caminamos a hacia la fiesta de la manera más natural posible. Sentía todas las miradas sobre mí, pero era mi imaginación. Nadie nos miraba. Nadie sabía nada.
—¡Mortensen! —Una voz iracunda aulló mi nombre a mis espaldas.
Me giré para encontrarme con un hombre sumamente alto y delgado con una nariz picuda que le daba el aspecto de un buitre. Diego de León se acomodó los puños de su camisa mientras caminaba con paso seguro hacia mí.
—¿Diego?
Cuando estaba a solo un metro, noté que estaba sonrojado y una vena saltaba en su frente. Esto no podía ser bueno. Antes de que pudiera procesar lo que pasaba, un objeto sólido impactó contra mi mandíbula, volteándome la cara en un segundo. Diego se sacudió la mano e hizo una mueca de dolor.
—Piénsalo dos veces la siguiente vez que voltees a ver a mi novia, imbécil.
Todos en la fiesta me miraban mientras me sobaba la cara. La música se había detenido. Todos estaban estáticos mientras Diego se alejaba de mí, menos una persona. Como un animal salvaje, Bruno apareció para lanzarse sobre Diego y asestarle un golpe en la nariz que lo tiró al piso.
—Qué estúpido tienes que ser para golpear a un hombre alcoholizado estando completamente sobrio, ¿por qué no te metes con alguien en las mismas condiciones que tú? —Nunca había visto a Bruno tan enojado.
Mi amigo pelinegro era el conductor designado de aquel día y, por lo tanto, el único que no había bebido. Estar en sus cinco sentidos le ayudó a esquivar el golpe por parte de uno de los amigos de Diego que trató de agredirlo. Bruno respondió con un golpe bien puesto, pero otro amigo de Diego lo abrazó por la espalda, inmovilizándolo. Danny y Héctor aparecieron para ayudar a Bruno y comenzaron a pelearse con todos los amigos de Diego. Matías y yo no tardamos en unirnos, y en cuestión de minutos, todos en la fiesta habían elegido un bando.
—Vámonos. —Bruno me jaló del brazo mientras se sostenía la nariz con la otra mano para detener el sangrado.
—Pero... —reclamé.
—Vámonos —repitió.
Jalé a Matías, quien estaba propinándole patadas a un hombre tirado en el suelo. Danny y Héctor no tardaron en ver que ya nos íbamos y nos siguieron, dejando al resto de la gente en una orgía de puños.
—¿Qué fue eso? —preguntó Bruno en el camino.
—Rebeca —expliqué—. Diego se habrá enterado de que le puso el cuerno conmigo.
—A la siguiente trata de meter el pene en un hueco sin pareja, imbécil. —Sentí un pequeño golpe en la cabeza.
En el retrovisor pude ver que Matías y Danny rieron por lo bajo.
—No pueden decir que no fue divertido.
—Hubiera sido más divertido regresarme a la casa con la mujer con la que estaba antes de tener que ir a salvar a Bruno —se quejó Danny—. Así que uno de ustedes va a tener que prestarme su culo esta noche.
Todos reímos por el chiste de Danny, y pensé en la posibilidad de que las cosas salieran bien a partir de ese momento.
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MORTENSEN: HISTORIAS DE VERSIER VOL. 1 (+18)
CasualeAdvertencia: Novela homoerótica. Thomas Mortensen llega a la ciudad de Versier, donde será recibido con los brazos abiertos por los integrantes de una fraternidad universitaria. Durante su estancia en la ciudad, Thomas se cuestionará su sexualidad y...