Danny temblaba mientras esperábamos a que Matías abriera la puerta de su casa. Estaba vestido únicamente con una playera y shorts deportivos, igual que yo, pero el frío no se comparaba en nada con el de mi ciudad natal, un pequeño punto al norte de Europa cuyo nombre no es importante.
No pasó mucho tiempo antes de que un hombre delgado y esbelto abriera la puerta de madera blanca. Tenía el pelo dorado rapado al ras, como un militar, y unas cejas del mismo tono coronaban los ojos de un verde brillante, casi esmeralda. Su sonrisa de medio lado asomó cuando nos miró.
—Pasen, pasen.
Matías nos dio la bienvenida a su casa, la cual era grande y minimalista. Los Burgos eran los dueños de una empresa extremadamente famosa, eran dueños de algunos hoteles, según recuerdo.
Caminamos por unos cuantos pasillos poco iluminados que estaban llenos de pinturas abstractas y figuras de cristal. La invaluable alfombra amortiguaba mi paso por los suelos de madera mientras nos dirigíamos hacia la puerta corrediza de cristal que daba a la terraza. En ésta había una especie de mesa con una fogata eléctrica en el centro. Alrededor de ella estaban acomodadas cinco sillas veraniegas, de las cuales dos estaban ocupadas por Bruno y Héctor. Me acomodé junto a Bruno y Matías se sentó a mi lado.
—¿Estaban cogiendo o por qué tardaron tanto?
Matías se rió de su propia broma y los demás miraron a Danny y luego a mí, no pude evitar sonrojarme, pero imité a mi amigo y solo me reí del chiste.
—Le estaba contando lo que pasó el viernes... —argumentó Danny.
—Creo que todos tenemos una historia del viernes, ¿no? —Matías miró a todos, uno por uno.
—Y no lo dudes —respondí, agradecido de que cambiaran el tema.
—Entonces, ¿tú...? —Héctor se veía sorprendido mientras apagaba su cigarrillo—. Creí que tenías novia.
Laurel, mi novia me esperaba en aquel pequeño punto al norte de Europa. Llevábamos un año juntos y éramos felices, a pesar de no haber hablado la gran cosa en el último mes.
—Tenemos una relación abierta —expliqué.
No era mentira. Laurel y yo habíamos decidido desde hacía varios meses que una relación abierta era mejor que la monogamia. Nunca le había dicho que era bisexual, pero ella me había visto mirar a otros hombres, así que pudiera ser que ya estuviera enterada.
—Justo como tú y Lucía, solo que tú no lo sabías... —Danny se dirigió a Héctor, haciendo referencia a su ex más reciente, quien lo había engañado con otras mujeres.
Todos estallaron en risas y fue de esas ocasiones en las que apreciaba su amistad más que nada en el mundo. El momento fue interrumpido porque Matías salió a buscar la pizza que había pedido, pero pasaron los minutos y no regresaba.
Héctor encendió un nuevo cigarrillo y Danny lo miró con un gesto de asco.
—Un hábito horrible —juzgó.
—Alguien que le diga a Matías que venga. —Bruno casi se retorcía del hambre.
—Yo voy.
Caminé hacia la casa y vi a Matías parado frente a la puerta cerrada, cargaba dos cajas de pizza en una mano y sostenía su celular con la otra.
—¿Todo bien?
Mi pregunta fue seguida por un pequeño grito y un sobresalto por su parte, lo que resultó en que soltara las pizzas. Un movimiento rápido no fue suficiente para que Matías las atrapara en el aire y ambas se estrellaron contra el suelo. Las gotas de salsa volaron de una de las pizzas y mancharon la ropa de mi amigo, quien me dedicaba una mirada entre confundida y sorprendida.
—Me asustaste —reprochó.
—No era mi intención. —Me mantuve quieto.
—Vamos arriba, tengo que cambiarme, y tú igual tienes salsa en la playera. Te daré otra.
Lo seguí por las escaleras hasta el segundo piso y entramos a una habitación que estaba sumida en la oscuridad. No se molestó en prender la luz, solo siguió caminando hasta una segunda puerta que llevaba a una sala que no tardó en iluminarse. Supuse que era el baño.
—¿Vas a venir? —Escuché su voz desde el marco de la puerta de la habitación y me apresuré a seguirlo.
Al llegar, confirmé que se trataba de un baño. Había una tina de porcelana con una regadera brillante encima. Un cristal enorme y totalmente transparente evitaba que el agua de la regadera salpicara por el resto del lugar, que tenía losas de un café muy claro y paredes blancas. Un lavamanos grande y redondo se sostenía sobre una enorme plataforma de mármol, donde estaba arrugada la playera que Matías se acababa de quitar. Su cuerpo semidesnudo enseñaba sus músculos, no tan grandes, pero bien marcados.
—Puedes agarrar una de esas. —Apuntó hacia un punto detrás de mí.
Al voltear, me encontré con varias playeras colgadas de la puerta del baño. Tomé una y volteé de nuevo para encontrarme con un Matías vestido únicamente con bóxers. Justo como me pasó con Danny, me alteré por la situación y traté de tranquilizarme para evitar sonrojarme. Recordé que era normal para ellos estar desnudos frente a sus amigos, así que actué con normalidad y no miré más allá de lo socialmente aceptable.
Me vestí con la nueva playera lo más rápido que pude mientras él hacía lo mismo. No tardamos en estar listos y salimos del baño. Caminamos por la recámara oscura y justo cuando iba a atravesar el marco de la puerta, le escuché decir:
—Espera. —Volteé y él me miraba fijamente en la oscuridad—. Tienes salsa aquí.
Extendió un dedo hasta mi pómulo y lo arrastró sobre mi piel, quitándome la supuesta mancha, a pesar de que yo no había visto nada cuando miré hacia el espejo del baño. El tiempo se congeló por un segundo y su tacto se sintió como si mil agujas frías se clavaran en cada rincón de mi cuerpo, haciéndome consciente de la aspereza de los dedos de un hombre.
—¿Ya? —dije medio hipnotizado por lo que acababa de sentir.
—Listo. —pronunció y me dedicó una sonrisa.
El resto de la noche sucedió sin más roces accidentales o visiones sensuales, pero no pude dejar de pensar en lo que había sentido con Danny y Matías. Muchos hombres me habían gustado y otros tantos me habían fascinado con su belleza, pero nunca antes había experimentado esa sensación, ese calor que crecía en la entrepierna mientras el resto del cuerpo se inundaba con un frío imaginario.
ESTÁS LEYENDO
MORTENSEN: HISTORIAS DE VERSIER VOL. 1 (+18)
DiversosAdvertencia: Novela homoerótica. Thomas Mortensen llega a la ciudad de Versier, donde será recibido con los brazos abiertos por los integrantes de una fraternidad universitaria. Durante su estancia en la ciudad, Thomas se cuestionará su sexualidad y...